martes, 10 de septiembre de 2013

El transporte, ese gran enemigo de los árboles, los animales, los bienes comunes y el ser humano.

El transporte, ese gran enemigo de los árboles, los animales, los bienes comunes y el ser humano.

Palabras en el Foro Ciudadano Transporte vs Movilidad Sustentable 7 de septiembre de 2013

Todo se mueve a nuestro alrededor, los cerros, bosques, ciudades, barrios, edificios, usos del suelo, costumbres, ordenamientos, normas, leyes, símbolos, visiones del mundo, bajo el impulso de los motores y violencia de los transportes. El paso diario de los transportes cambia continuamente el paisaje: aumentan las personas que se transportan, las unidades de transporte que transitan por calles, carreteras, mares, cielos.  Aumentan las superficies pavimentadas, el número y altura de los edificios que nos rodean, el volumen de carga, el stress, la angustia y las prisas por terminar con la vida y su alegría.  Por el transporte, las urbanizaciones crecen  aunque la población disminuya: se hinchan y enferman las ciudades. El transporte mueve, disloca, cambia todo lo que está en su cercanía, altera el paisaje rural y urbano; deporta a las personas de su lugar de origen, crea migraciones permanentes, expele las cosas y también disloca el tiempo de nuestra vida. El culto a la velocidad es el símbolo que organiza a los transportes y crea el Espectáculo de la Velocidad que paraliza y embrutece a la sociedad: el pueblo Televisa aplaude la construcción de nuevas infraestructuras. La velocidad nos paraliza y envejece al mundo: se ha vuelto un nuevo absoluto. Hoy nacemos sólo para movernos sin sentido y sin freno, enajenadamente, por el exceso de sistemas de transporte que nos obligan a dejar inmóviles nuestras piernas y a convertirnos en objetos, en mercancía que se transporta al lugar de su consumo.

No se trata de un desafío científico o tecnológico, de producir mejores gasolinas o de buscar hidrógenos, o combustibles celestiales o sistemas de transporte más rápidos o más ingeniosos o innovadores; como muchos otros problemas, la ciencia y la tecnología nunca ha podido resolver el gran problema del transporte; se trata de los efectos perversos que inevitablemente provocan los sistemas de transporte por sí mismos, por su propia naturaleza, independientemente de la energía o el diseño que se utilice. No hay manera de que el transporte sea respetuoso con las personas, los animales, los parques, los bosques, las selvas, los ríos, la atmósfera, el clima, las comunidades, los pueblos, los barrios o las colonias; inexorablemente su naturaleza cinética encuentra la manera de destruirlos, como cualquier proyectil. No existen los transportes verdes, sustentables, amigables con el medio ambiente o la sociedad; los transportes provocan daños excesivos al territorio, al clima y a la sociedad.  Los motores son el corazón de su letalidad, de su capacidad de arruinar mentes, vidas, especies, culturas, sociedades, naciones, así como son, también, el oscuro objeto del deseo de muerte de las mentes colonizadas por la economía y el espectáculo, degradadas por la violencia. La potencia de los motores desquicia a quienes la poseen, así sean personas, comunidades, empresas, gobiernos o sociedades. Sin embargo, la potencia de los motores depende de los combustibles que están detrás de ellos y de quienes controlan estos peligrosos combustibles y que hacen los grandes negocios con el exterminio del ser humano y de todo aquello que tiene vida y belleza en la Tierra. El sistema económico nos tiene atrapados en las garras de sus sistemas de transporte, materialización de la religión utilitarista, progresista, desarrollista que subyuga a la mentalidad dominante.

La contaminación del aire, el tiempo perdido diariamente, los muertos y discapacitados, la segregación social y urbana, la violencia urbana, el desastre climático, la fluidez de los usos del suelo, el consumo excesivo de gasolinas y electricidad, la quiebra de las finanzas de la ciudad y del país, provocados por el transporte, son la expresión de la movilidad enfermiza creada por la economía y su cómplice, la ciencia y la tecnología. La velocidad paralizante del automóvil congestiona cotidianamente las ciudades del mundo robándonos el tiempo de nuestra vida. Cuatro horas al día pierden los trabajadores de los países desarrollados en muy cuidados transportes; un tiempo que se roba a lo que tiene sentido en la vida: la familia, los amigos, la reflexión, el arte. Es necesario tomar conciencia que las necesidades de transporte son absolutamente artificiales y sólo benefician al 1% de la población humana, la que decide cómo debe funcionar la movilidad sobre la tierra, el agua y el aire.    

El dios transporte tritura la vida en la Tierra, por la enfermiza adicción al consumo de un importante sector social que cree en las promesas del desarrollo: cree que el propósito principal de la vida del ser humano está en llegar a tener un automóvil climatizado, un Ipad y un boleto de avión en la bolsa; cree en la sublime verdad de la productividad y la competitividad. Los grandes empresarios, quienes se benefician con la adicción al consumo, cultivan celosamente esta mentalidad viciosa y atrofiada, por medio de los instrumentos a su disposición: las escuelas, la publicidad, los medios masivos, el crédito al consumo y la obsolescencia programada; en estos instrumentos empresariales se encuentra el sostén material de la movilidad enfermiza que domina la vida cotidiana de los seres humanos.  Eso que se llama "educación"  enseña a estar permanentemente insatisfechos,  a consumir productos como si fueran un mundo, y además,  refuerza los peores apetitos del ser humano y los privilegios sociales: enseña a reconocer en el Volante y su potencia a las clases sociales; la escuela, como el SIDA, debilita las defensas que harían inmunes a los niños y a los jóvenes. Por su parte, la publicidad crea continuamente las necesidades del próximo año, los engaños y las promesas que nunca se cumplen; coloniza los imaginarios y fabrica la dependencia de productos tóxicos, como el auto, el avión y los trenes de alta velocidad. El crédito a la compra de autos, permite aniquilar cualquier Hoy No Circula, cualquier control presupuestal de la familia, cualquier Plan de Movilidad local.  Para conservar la compra frenética de autos y otros transportes, la obsolescencia programada por su parte los hace caducos en muy pocos años.

No es fácil oponerse a la aplanadora transportista que controlan los grandes financieros: hay mucho dinero y poder en juego. No podemos esperar mucho de los políticos profesionales, de los empresarios y aun de los académicos mismos: virtualmente todos comulgan en el culto a la ciencia y la tecnología y profesan la religión de la economía. Las soluciones tendrán que venir principalmente de la resistencia de las culturas y de las organizaciones sociales. Ciertamente, la revolución que se necesita para recuperar nuestras piernas nace de un epifanía, de una revelación de la naturaleza económica de la tiranía del transporte, y así, podemos llegar a tomar acciones individuales y alejarnos del uso del auto, el autobús y el Metro; podemos tomar residencia en la cercanía del centro de la ciudad, y caminar y andar en bicicleta buena parte de nuestros desplazamientos; podemos crear "proximidades" con la relocalización de nuestras vidas y la economía de nuestra comunidad. Sin embargo, la acción política es indispensable.

En 2002, al calor de la lucha contra el Segundo Piso  de López Obrador, lanzamos la consigna Movilidad Sustentable, bajo la premisa de que la perspectiva ecológica y cultural ofrece las mejores respuestas a los principales predicamentos que enfrentan las sociedades de crecimiento; abrimos en México el debate social sobre las dimensiones afectadas por el transporte, como la mente, el cuerpo, la autonomía, la comunidad, el tejido social, la ciudad, los bienes comunes, la economía, la política, el clima, la seguridad personal, la dignidad, la atmosfera, los animales; le dimos a la palabra movilidad un nuevo significado político y jurídico: todo lo que se mueve sobre las superficies públicas debe ser considerado como una movilidad en tensión o conflicto con las demás: la palabra movilidad abarca  ahora ese conjunto sinergético en el que participan los animales, el caminante o peatón, el ciclista, el motociclista, el transporte de pasajeros y de carga, el tranvía, el Metro, el Metrobus, el automóvil. Colocamos la palabra movilidad por encima de la palabra transporte, para poder así invertir la prelación existente hoy en día: el objetivo político y jurídico debe ser lograr que el caminante o peatón disponga de la mayor parte de la mayor parte de las superficies públicas, luego, el ciclista, en tercer lugar el transporte público y en último lugar el automóvil. Se trata de liberar al ser humano, a los animales, las comunidades, los pueblos y las ciudades del flagelo del automóvil y del transporte público. Estas premisas nos llevaron en 2003 al seminario Hacia Otra Visión del Transporte, que hoy celebramos, y a  solicitar formalmente en 2004 a la compañera Martha Delgado, eliminar la Ley de Transporte del DF, para introducir la Ley de la Movilidad Sustentable del DF. Hoy existen dos iniciativas de Ley de Movilidad del DF en la Asamblea Legislativa. Es el momento de recuperar el debate sobre lo que puede significar el rescate de la Garantía Constitucional de Libre Tránsito hoy vulnerada por un supuesto Derecho a la Movilidad, inventado recientemente. ¿Qué significa realmente el Libre Tránsito? ; recuperar el debate sobre  la movilidad autónoma o metabólica: caminar o andar en bicicleta, asegurar el paso seguro de los animales. O acabamos con el exceso en el uso de los transportes o los transportes acaban con nosotros. No habrá Movilidad Moderada o Sustentable sin severas restricciones al uso del auto y el transporte público.

¡Libre Tránsito al Caminante!

Algunas propuestas:

1.       Educación primaria que enseñe a los niños los enormes daños que ocasiona el transporte a los árboles, los animales y el ser humano. Enseñar el deterioro que ocasiona en la mente, por la publicidad automovilística y el mismo uso del auto y el transporte (dislocamiento del tiempo y el espacio); en los pulmones, por la contaminación del aire; en el cuerpo en general, por los accidentes.

2.       Estudios universitarios sobre el impacto del transporte en la Paz, la Justicia, la democracia, las culturas, la equidad, la seguridad personal, el tejido social, la salud, el clima, la biodiversidad, el agua, la limpieza, la educación, las ciudades, las comunidades, la alimentación, la economía, el ambiente, entre otras dimensiones.

3.       Prohibición de la publicidad relacionada con el uso del auto, el avión y los tráileres.

4.       Prohibición o severa restricción de los créditos para la compra de autos.

5.       Transformación en áreas verdes de las áreas dedicadas al estacionamiento de autos en la vía pública.

6.       Abandono o destrucción de las carreteras que penetran en bosques y selvas.

7.       Moratoria a la construcción de vías rápidas, ampliación de carreteras y supercarreteras y aeropuertos.

8.       Reducir la superficie de circulación de los autos y los camiones de carga en zonas urbanas en un 50%, para crear superficies dedicadas a la circulación de caminantes o peatones, bicicleteros y transportes de baja velocidad (máximo 25 kph): ampliación de banquetas y creación de calles peatonales en barrios y colonias antiguas, junto a parques, monumentos arqueológicos, manantiales; introducción de las técnicas internacionales para "calmar el tráfico o transito".

9.       Introducir transporte colectivo en segundos pisos, autopistas urbanas, viaductos, y otras vías rápidas.

10.   Elevados impuestos por la tenencia y por la circulación de autos en zonas urbanas centrales, por el uso de estacionamientos, por la distancia recorrida en transporte público.

 

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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES

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