Intolerable el desastre ecológico, climático y energético de México: obliga a no votar en 2015
La mayor parte de los suelos, mares, ríos, arroyos, lagos, lagunas, humedales, manglares, glaciares de México se encuentran en pésimo estado, al borde del colapso. El campo y las ciudades compiten por los más elevados niveles de contaminación atmosférica: al menos tres veces arriba de lo tolerable. Las contaminaciones elevan rápidamente las cifras de muertes por infecciones respiratorias agudas, enfermedades diarreicas, canceres, malformaciones genéticas y otras. Desaparece ya la mayor parte de las reservas de bajo costo de extracción de gas, petróleo, oro, plata y otros metales. Se esfuman, también, los acuíferos del país; se multiplican las guerras del agua. Los registros de la precipitación pluvial anual en la ciudad de México indican una caída de más del 35% en los últimos 25 años. La desertización avanza en el país a toda velocidad. Así mismo, se esfuman ya la mayor parte de los bosques y casi todas las selvas. La desaparición de especies vegetales y animales va en México a un ritmo muy superior al de la mayor parte de los países del mundo, probablemente entre 10,000 a 30,000 veces más rápido que las hecatombes geológicas de tiempos pasados. Los animales son tratados con una crueldad extrema por la mayor parte de las leyes, las autoridades y los empresarios.
Está en marcha el aumento en la frecuencia e intensidad de los "desastres naturales" creados por los ricos y poderosos del mundo, como son: las sequías, inundaciones, huracanes, olas de calor, granizadas, incendios forestales, tornados, tormentas atípicas. La guerra climática que libran hoy en día contra el mundo los países desarrollados afecta muy especialmente a nuestro país, por su miseria, como sucede con las recientes tormentasIngrid y Manuel que anuncian peores eventos climáticos en los próximos años. Debido a la reciente reforma energética, se acelera la extracción en gran escala de los hidrocarburos no convencionales, los más nocivos del mundo, como son: el gas y petróleo shale que se extraen por fracking, y el gas y petróleo extraído en aguas profundas; nuevo tipo de hidrocarburos cuya extracción produce al menos diez veces más destrucción ambiental y climática que la producida por la extracción de petróleo convencional. Opera en el país fuera de control la moderna y devastadora extracción minera a tajo abierto realizada principalmente por empresas pirata canadienses destinadas a desaparecer, para no pagar los ecocidios que implica esta minería, tan pronto se agote la reserva accesible en el sitio. Así mismo, la industria agropecuaria funciona sin control significativo, a pesar de su excesivo consumo de agua, energía y productos químicos, la escandalosa destrucción ambiental que produce y el enorme daño que hace a la salud de los consumidores. Se multiplican en el país los derrames de sustancias muy venenosas en ríos, lagunas, lagos, arroyos, humedales, los casos extremos: ríos Sonora y Bacanuchi. Se fomenta el turismo más depredador del mundo: Cancún, Riviera Maya, Baja California, Puerto Vallarta
Por otra parte, se construyen frenéticamente un gran número de megaproyectos que dañan severamente las matrices regionales del agua y la biodiversidad, como son: las supercarreteras, presas, trasvases, plantas de generación de electricidad, muelles, desarrollos turísticos, rellenos sanitarios, confinamientos de residuos tóxicos o peligrosos, autopistas urbanas, torres, vivienda popular masificada (ARA, GEO, Homex). El desorbitado proyecto de nuevo aeropuerto de la ciudad de México garantiza un excesivo impacto ambiental y social. Se fomenta el uso excesivo de productos muy dañinos para el medio ambiente y la biodiversidad, como son los plásticos, el cemento, las pilas, los insecticidas, los detergentes, entre otros. Se entrega un ingente subsidio al uso de los transportes que más contribuyen a dañar el clima de la Tierra, como lo son: el auto, el avión, el tren rápido. Con gran irresponsabilidad, se permite la utilización de tecnologías de muy alto riesgo catastrófico, como la energía nuclear, los cultivos transgénicos, la nanotecnología. Se firman tratados de libre comercio, como el TLC, que fomentan la contaminación intensiva del territorio nacional y el agotamiento rápido de los dones de la Naturaleza.
La situación ecológica, climática y energética de México es desastrosa; para colmo, no hay hechos que permitan suponer que esta destrucción aterradora pueda frenarse significativamente mientras subsista el viejo régimen que domina a México. Los cambios en los gobiernos, las legislaturas, la Constitución, las principales leyes, los reglamentos, las normas y las instituciones resultan habitualmente en mayor violencia contra los dones de la Naturaleza y mayor consumo de energía y daños al clima de la Tierra: en peores soluciones. No puede ser de otra manera: los grandes inversionistas extranjeros y empresarios mexicanos definen las leyes y las políticas ecológicas que se utilizan en México; los gobiernos sólo impulsan falsas soluciones en estos temas. En las campañas electorales de 2012, los temas de ecología y medio ambiente no fueron materia de los grandes debates. Todos los días, los partidos y gobiernos de México demuestran el profundo desprecio que tienen por la riqueza natural del país, la religión económica que profesan y el culto pueril que rinden a la tecnociencia, el progreso, el desarrollo, la productividad, la competitividad y el crecimiento.
El Estado mexicano tiene un odio inveterado por la complejidad natural y cultural en el territorio nacional, por los fundamentos de la vida en la Tierra; se "blinda" contra el cambio sensato en los asuntos ecológicos, climáticos y energéticos, por medio de muchos cambios de apariencia, una gran esfuerzo de manipulación mediática y política, y la existencia de un partido verde ecologista que hace todo lo contrario a lo que hacen los ecologistas del mundo en la defensa de la Naturaleza. El Estado canalla mexicano es evidentemente incapaz de hacer los cambios que se requieren para frenar estos desastres. La gran falta de legitimidad democrática de los presidentes de la Republica, senadores, diputados, magistrados, jueces, producto de muchas décadas de corrupción, impunidad y fraude electoral, impide totalmente cambiar el rumbo suicida, genocida, ecocida que lleva México. Se necesita pues un nuevo sistema político que no lleve invariablemente al poder a sicarios de cuello blanco. Así las cosas, votar en 2015 entraña hacerse cómplice del sistema político que mata el "equilibrio ecológico", desquicia el clima de la Tierra, elimina rápidamente la riqueza natural del país y nos roba el futuro.
Intolerable el desastre ecológico, climático y energético de México: obliga a no votar en 2015
Miguel Valencia Mulkay