Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
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DESDE LA ECOLOGÍA, CONSEGUIR LA SEGURIDAD ALIMENTARIA EN EPOCA DE CRISIS
Ponencia en la celebración del Día Mundial de la Alimentación en Pachuca Hidalgo, el 16 de octubre de 2009
En los años 60 del siglo pasado se inicia en los países industrializados un movimiento frente a la agricultura industrial, la industria contaminante, las ideas del progreso y el desarrollo y en defensa de la naturaleza, la supervivencia humana y la calidad de vida; un movimiento novedoso por su argumentación, composición y formas de lucha que conduce en los años 70 a la emergencia del movimiento verde ecologista internacional. Científicos, pensadores, investigadores, estudiosos de todas las disciplinas y actividades del mundo industrializado percibieron la rapidez de la destrucción ecológica en el mundo y la amenaza que representaban las tecnologías modernas, como los productos químicos y las operaciones nucleares, así como las formas de transporte y urbanización vigentes. Físicos, químicos, ingenieros, arquitectos, médicos, sicólogos, juristas, politólogos y filósofos de renombre mundial se unieron a esta crítica a la modernidad al iniciar los años 70. La agricultura y la alimentación modernas fueron entre sus primeras preocupaciones.
La denuncia de la agricultura industrializada en los famosos libros de Rachel Carson Silent Spring y de Schumacher, Lo Pequeño es Hermoso, revela que los monocultivos obligan al uso masivo de pesticidas en el campo, lo que mata no sólo a las aves, reptiles, batracios e insectos, sino que eleva el contenido carcinogénico de lo que comemos. No se puede, nos dicen estos autores, aplicar la mentalidad industrial en el campo sin enfrentar ominosas contrapartidas; sin enfrentar el desastre económico y ecológico. La naturaleza no soporta la uniformidad que le quiere imponer la mentalidad industrial; así como no hay dos seres humanos iguales, no hay árboles o piñas, o maíces iguales y si se intenta hacerlo, como lo hace la agricultura industrial, la naturaleza reacciona con la proliferación de plagas. La productividad de la agricultura industrial se consigue a costa del agotamiento de los suelos y la muerte de los ríos, lagos, mares y biodiversidad que la rodean. La productividad de la industria es contraria a la productividad social, en términos culturales y ecológicos.
En sus investigaciones, ecologistas de los países ricos y pobres han confirmado la nocividad, los enormes riesgos, de la alimentación producida industrialmente, debido a sus efectos perversos en la salud humana y en la diversidad de especies en la naturaleza. Han señalado hasta el cansancio la destrucción ecológica que se desprende de los cultivos industrializados y de las macro granjas y los macro establos, de la producción de alimentos en gran escala; han advertido de la obesidad, diabetes y otras enfermedades propiciadas por los hábitos modernos de alimentación, con base en alimentos procesados industrialmente. Y han denunciado las insidiosas maneras en que se han introducido cambios radicales en los alimentos que todos consumimos y que pueden ocasionarnos daños a la salud de largo plazo. Las manipulaciones genéticas de los alimentos que consumimos cotidianamente, son acciones irresponsables de empresas multinacionales que desean controlar mercados a cualquier precio. El problema es que los gobiernos están hoy en día muy dependientes de estas grandes empresas.
En los años 70 los países poderosos decidieron, con Henry Kissinguer a la cabeza, hacer la guerra a las formas artesanales de producir alimentos, por medio de un enorme subsidio a la agricultura industrial de sus países; quisieron imponer a todo trance el modelo de agricultura industrial de los países ricos a los países llamados en desarrollo; decidieron hacer la guerra a los campesinos del mundo, con el propósito de controlar a los países pobres por medio de la alimentación; por medio del estomago. Para fortalecer este propósito, en los años 80 impulsaron los tratados de libre comercio utilizando, para imponerlos, el pretexto de la productividad agrícola y el hambre en el mundo; el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado en 1994, fue el primero de este tipo, por lo que al final de los 90 empezaron a entrar a México grandes cantidades de cereales de baja calidad a muy bajo precio. Paralelamente, se diseñaron tecnologías para reducir el uso de pesticidas en el campo, con la ayuda de la biotecnología: la industria química ligada a la agricultura inició lo que se llama en filosofía una fuga hacia adelante, con tal de preservar la agricultura industrializada: se introdujeron los organismos genéticamente modificados: los OGM o transgénicos. Por otra parte, al iniciar el siglo XXI, un grupo de empresas transnacionales, como Archer Daniells, Cargill, Unilever y otras comienzan a acaparar los alimentos que se producen en el mundo y a controlar su producción. Se disparan mundialmente los precios de los alimentos a partir del 2007.
A principios de los años 90, se reconoce internacionalmente la existencia de importantes irregularidades climáticas; en 1992, en la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro se aprueba la Convención del Cambio Climático que condujo a la aprobación del Protocolo de Kyoto en 1997. Este instrumento pretende reducir las emisiones que provocan los gases de efecto de invernadero que originan el cambio climático. Prácticamente nada se ha conseguido hacer internacionalmente para mitigar el cambio climático; la oposición de EUA y de las multinacionales ha frenado cualquier avance en este sentido. Al inicio de este siglo, cada año se difunden nuevos datos revelados por los científicos de Panel Internacional, en los que confirman mayores aumentos en las temperaturas y los enormes daños para la vida en la tierra que pueden desprenderse de este proceso degenerativo. Preocupa de sobremanera a los científicos las consecuencias que tendrá este aumento de temperaturas ya que con sólo dos grados pueden desaparecer los bancos de coral y con cuatro grados de aumento puede desaparecer un alto porcentaje de especies. En estos momentos, el cambio climático cuesta ya más del 3 % del Producto Interno Bruto, a muchos países, como México. Uno de los efectos negativos del cambio climático reside en su influencia en la producción de alimentos, ya que se han modificado sustancialmente los climas del mundo; en algunas partes tiende hacia la desertización, como es el caso en México en los estados del norte o tiende a llover más y mas irregularmente como sucede en ciertas zonas tropicales de México. Sequias e inundaciones crecientes parece ser una de las consecuencias del cambio climático. El cambio climático tiene el potencial de acabar con la mayor parte de la humanidad en este siglo. La mitigación del cambio climático es una tarea fundamental de todas las personas conscientes de la Tierra., muy ligada a la defensa de la seguridad alimentaria.
En el siglo XX se disparó el uso del transporte en el mundo, muy especialmente en las ultimas décadas, creció espectacularmente el uso del automóvil, del avión y de los trenes rápidos, con lo que se dispararon las emisiones de efecto de invernadero al punto de que se volvieron una causa central del cambio climático, junto con la producción de carne roja; pero, mucho de este crecimiento desbocado lo produjo la globalización, apoyada en el libre comercio. En la Unión Europea se inicia en los años 80 un acelerado proceso de deslocalización de la producción y el consumo, no sólo de alimentos, sino de todos los productos industriales; se dejaron de producir alimentos para el país y se dejaron de consumir los alimentos que el país producía; ya casi ningún país produce lo que consume; casi ningún país consume lo que produce; los alimentos en el mundo viajan cada año mayores distancias y tiene un origen cada día dudoso y más peligroso para la salud humana; en las exportaciones se mezclan semillas diseñadas para consumo animal con las de consumo humano( transgénicos) ; se alimenta al ganado – herbívoro- con desechos de carne animal ( vacas locas); en las granjas se administran grandes cantidades de antibióticos a las aves, cada día mas débiles debido a la falta de diversidad biológica. La Red mundial de cocineros, de chefs y gourmets, Slow Food, documenta el continuo desplome mundial en la calidad de los alimentos y la decadencia mundial en los hábitos de comida: cada día se come más rápido – fast food- con menos diversidad de alimentos y menor calidad. La amenidad de la comida se pierde en el mundo, por la industrialización de la vida humana y la pérdida de identidad cultural.
La producción de alimentos en el mundo, desde hace mas de doscientos años, ha estado basada en tecnologías para producirlos en gran escala, bajo el control de grandes emprendimientos públicos o privados; esta producción en gran escala ha estado en guerra desde entonces contra la producción de alimentos vernácula, artesanal, en pequeña escala, sustentada en saberes ancestrales; ha estado en guerra contra la vida campesina; la agricultura industrializada, dizque productiva, ha sido enormemente subsidiada por los gobiernos, en la creencia descaminada de que representan una mejor forma de garantizar la producción de alimentos. La historia de la agricultura en los últimos 50 años, si algo muestra, es el fracaso de la tecnología moderna en este rubro: los alimentos cada día son de peor calidad; las enfermedades derivadas del consumo de alimentos industrializados proliferan; los precios de los alimentos empiezan a estar demasiado caros y amenazan seguir en aumento en los próximos lustros; la superficie cultivable en el mundo disminuye; los hábitos alimenticios generados por la industrialización de la vida destruyen la salud y la convivencia humana. Ahora se presenta una nueva amenaza: la amenaza de los agro comubustibles que viene a encarecer los alimentos; el alimento de los autos, como otrora el alimento de los grandes mamíferos viene a encarecer los alimentos de los pobres.
La crisis económica tiene su origen en el gran descontrol de las finanzas mundiales de los últimos 15 años, pero, también tiene su origen en el final de la época del petróleo barato; se agotan rápidamente los grandes yacimientos de petróleo en el mundo. Tenemos por delante unos años de gran incertidumbre y de enormes riesgos; estamos al final de una época y en el umbral de grandes cambios en la economía y en la política mundial. Están en crisis las finanzas y la economía del mundo, pero, también están en crisis la ecología, la seguridad, la salud, la educación, la tecnología y la cultura; todas estas crisis están ligadas y se retroalimentan, al punto de que nos acercamos peligrosamente al colapso o a la catástrofe mundial. Sin embargo, depende de lo que hagamos que la catástrofe no suceda.Es necesaria otra mirada en todas las actividades directamente ligadas a la alimentación humana; en los hábitos alimenticios; en las formas de preparar los alimentos; en las formas de producirlos y de comercializarlos. Desde hace unos 30 años avanza en el mundo esta otra mirada; esta otra forma de entender la producción y el consumo de alimentos.
Cómo conseguir la seguridad alimentaria en época de crisis
La seguridad alimentaria está directamente ligada a la forma de producir los alimentos; paradójicamente, la producción en pequeña escala, realizada por millones de personas en sus terrazas, azoteas, jardines, huertos o parcelas, garantiza la seguridad alimentaria en época de crisis, así ha sido en las grandes épocas de crisis de seguridad, en las guerras y en las hambrunas. Así sucedió en las pasadas guerras mundiales y a la caída de la Unión Soviética; así ha sido por miles de años en el mundo. La mayor parte de las personas pueden hacer pequeños cultivos con grandes beneficios espirituales, culturales, ecológicos, sanitarios y económicos. No importa si es en el campo o en la ciudad, en todos lados se puede cultivar un poco. A pesar de que individualmente se pueden cultivar los alimentos, la mejor forma de cultivar alimentos puede ser comunitaria o municipal, para facilitar los intercambios y la división del trabajo; los acuerdo comunitarios o municipales de cultivo pueden hacer florecer esta forma de producir alimentos que son, evidentemente, en su mayor parte para consumo local y no para su envío a lejanas tierras. Sólo aquellos alimentos muy especiales, para las festividades, deben viajar a lejanas.
Existen desde hace unos 30 años grupos que han impulsado cultivos en pequeña escala y que tienen cada día más popularidad en los países enriquecidos: los cultivos ecológicos, como la permacultura, los "orgánicos", señalan esta tendencia; sin embargo, otros grupos se han dedicado a recuperar aquello que tiene el respaldo de siglos de ensayos y experiencias: los cultivos realizados con saberes y técnicas milenarias; los cultivos que permitieron que hasta hace unos doscientos años la humanidad conservara en buen estado un gran cantidad de selvas, bosques, ríos, lagos, manglares y un sinnúmero de especies; los cultivos que dieron origen a la vida campesina que todavía tiene un lugar preponderante en el mundo y que todavía puede venir al rescate de la producción de alimentos de buena calidad y a bajo precio.
La producción de alimentos en pequeña escala fortalece la autonomía de una persona, familia, comunidad, región o nación; en la medida en que tendrán seguridad alimentaria; nada puede implicar menos costos de producción de alimentos que los que se producen en la localidad; nada puede garantizar la calidad de los alimentos que su consumo por la misma comunidad que la produce; nadie puede garantizar la calidad y cantidad de los alimentos producidos en lejanas tierras; dejar nuestros estómagos en las manos de especuladores extranjeros o nacionales es una actitud suicida; cada comunidad, cada región, cada nación debe producir los alimentos que consume.
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