martes, 4 de agosto de 2009

PARA NO OLVIDAR UNA CAUSA DE FONDO DEL DESASTRE NACIONAL ::::: La visita de Barack Obama, Stephen Harper y Felipe Calderón a Gudalajara este 9 y 10 de agosto

Entre 1991 y 1993, una gran alianza de movimientos sociales y ecologistas de Canadá, Estados Unidos y México resistió tenazmente la aprobación legislativa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte o NAFTA, ya que considerábamos calamitosos  sus posibles efectos sobre la sociedad y la ecología, en estos países; el tiempo nos ha dado sobradamente  la razón. Recuerdo varias reuniones ecologistas sobre el tema y una gran marcha de protesta en la ciudad de Zacatecas en 1993, en la reunión de ministros. Sin embargo, las condiciones mundiales y nacionales eran ya muy adversas para las causas sociales y ecológicas. La colonización del imaginario social estaba entonces muy avanzada, debido a la escolarización, las televisoras y el consumismo. El capitalismo experimentaba grandes dificultades para conservar el crecimiento económico mundial de las décadas anteriores; los neoliberales, en vigoroso ascenso en los gobiernos poderosos, para fortalecer la globalización que impulsaban, exigían radicales experimentos de "libre comercio" entre países del Norte y del Sur ; aumentaba la exigencia de los países poderosos, de controlar las riquezas naturales de los países vulnerables, para hacer frente a su creciente demanda; la estratégica situación geográfica de México en el mundo hacía muy atractivo a nuestro país para imponer un ejemplo a seguir para muchos países del Sur. En México, Carlos Salinas de Gortari, presidente nacido de un fraude electoral, con una ambición sin limites y urgido de apoyos políticos, estaba dispuesto a vender al país por un plato de lentejas; muy despistados, los pequeños y medianos empresarios y las grandes organizaciones sindicales, aceptaban de buena o de mala gana esta "modernización" de la economía mexicana. 

Para aprovechar esta gran oportunidad de negocios que tanto podía beneficiar a los grandes inversionistas y a las transnacionales, se utilizó por primera vez en el Congreso de EUA el llamado Fast Track; la aprobación por vía rápida. El tratado entró en vigor el 1 de enero de 1994 y fue inmediatamente repudiado ese mismo día, con la rebelión del EZLN que tomó el control de San Cristóbal de las Casas y detonó una movilización nacional y mundial en su apoyo que perdura hasta nuestros días, pues dio inicio a la resistencia mundial frente a la globalización. A partir de esa fecha, México cruzó un umbral que alteró radical y catastróficamente su equilibrio económico, político y social. En ese mismo año fueron asesinados Luís Donaldo Colosio y Ruiz Massieu, y en diciembre de 1994, debido al famoso "error de diciembre", se desató una crisis financiera que arrastró al país a una de las mayores quiebras  de que se tenga memoria y que condujo en pocos años a la creación de uno de los mayores robos a la población mexicana: el FOBAPROA, hoy IPAB que rescató a los inversionistas extranjeros y a los más grandes banqueros y empresarios; pronto se multiplicaron las quiebras de pequeños y medianos empresarios, probablemente se suicidaron más de 5,000 de ellos antes del fin del siglo, mientras un enorme movimiento de deudores ( El Barzón) se organizaba para hacer frente a los bancos y otras instituciones financieras; quebraron muchos bancos menores y grandes empresas de servicios; se dispararon las cifras de secuestros, robos con violencia y los asesinatos: el tejido social se desquició desde entonces.

Los grandes ganadores del Libre Comercio fueron los inversionistas y bancos extranjeros, las transnacionales, las mafias internacionales y los carteles nacionales de la droga; el lavado de dinero se facilitó enormemente con el tratado, lo que propició la caída de los ingresos fiscales provenientes de las grandes empresas y el fortalecimiento de las operaciones del narcotráfico. Los grandes perdedores fueron los bosques y las selvas, los ríos, lagos, manglares y mares, la vida silvestre: todas las plantas, todos los animales y junto con ellos los suelos, el agua y la atmósfera de las ciudades mexicanas. También, fueron grandes perdedores los indígenas, campesinos, obreros, empleados, maestros, artistas, pequeños y medianos empresarios o profesionistas. Perdimos mucho, tal vez demasiado, la gran mayoría de los mexicanos. El desempleo cundió por todas partes, como nunca antes, en especial en las grandes ciudades del centro y del sur del país; se ajustaron la metodologías econométricas para ocultar los índices de desempleo y la inflación.   Se disparó la producción de miserables y de supermillonarios, muchos millones de personas, tal vez más de 30 millones,  pasaron de la pobreza a la miseria en los siguientes cinco años de la firma del tratado; en cambio, el país pudo registrar a más de siete súper millonarios en la revista Forbes; igualmente, se disparó el consumo de productos extranjeros de baja calidad, como maíz y soya transgénica, carnes y pescados salidos de sucios establos y granjas, y ropa y aparatos fabricados por niños y mujeres esclavizados, en otras partes del mundo.   

El campo mexicano fue flagelado por importaciones subsidiadas de maíz y otros cereales, dumping de países poderosos,  tecnologías químicas de la empresa Monsanto y cultivos impuestos por los narcotraficantes, por lo que la migración aumentó rápidamente a niveles nunca vistos; decenas de miles de mexicanos murieron en los siguientes años, en el intento de cruzar la frontera; la enorme población indocumentada en EUA y Canadá produjo una reacción muy negativa en esas sociedades que construyeron toda clase de muros contra los mexicanos. Las ciudades fronterizas se convirtieron en un infierno para las mujeres: se dispararon los feminicidios, las maquiladoras y la violencia del narcotráfico en esas ciudades. No sólo se fueron de México en masa los indígenas, campesinos y trabajadores con más habilidades, también, se fueron en masa, en los últimos 15 años, los jóvenes con buenos estudios y capacitación que han abandonado el país a tasas crecientes hasta llegar a un nivel mayor a 250,000 por año. 

En cambio, hacia el final de los 90 y en la primera década del siglo XXI, México empezó a sufrir la multiplicación de los megaproyectos, como supercarreteras, presas y puentes gigantescos, colosales puertos y aeropuertos, grandes desarrollos turísticos o inmobiliarios,  mega plantas de generación de energía, superexplotaciones mineras, rascacielos, complejos y supercentros comerciales, entre otros, realizados con muy alto contenido de inversión, tecnología y personal extranjero, y con muy baja creación de empleo y riqueza local, pero, con muy negativos efectos sociales y ambientales: grandes desplazamientos de la población local, aniquilación de saberes y tradiciones y grandes riesgos para los vecinos; excesiva contaminación del suelo, del agua y del aire y destrucción del equilibrio ecológico. La construcción de los megaproyectos ocasionó creciente oposición de la población cercana a ellos, por lo que los gobiernos han recurrido a la violencia legal e ilegal; los legisladores han facilitado la criminalización de las protestas de los ciudadanos. Miles de ciudadanos han sido encarcelados y decenas han sido asesinados por protestar contra los proyectos y las operaciones al servicio de los grandes capitales extranjeros.

Los bancos, la distribución de gas , la generación de electricidad, los ferrocarriles y parte de la distribución y tratamiento del agua, y muchas actividades de exploración y perforación petrolera han sido entregadas a empresas estadounidenses, españolas e inglesas; se dio prioridad a estas empresas en las compras y contratos de servicios y se les dieron en concesión los mejores acuíferos, zonas petroleras, selvas, playas, entre otros patrimonios de los mexicanos. El petróleo mexicano fue pronto vendido a EUA y Canadá a precios inferiores al mercado mundial, en condiciones de regalo y se abandonó la producción de la petroquímica y la producción de gasolinas en el país; se abandonó la investigación científica y la creación de tecnología nacional en todos los rubros: en salud, en alimentación y en educación, entre otros: se debilitaron o quitaron los controles fronterizos a los virus y  bacterias, lo que propició la propagación de epidemias y pandemias, como el SIDA, la influenza y otras enfermedades.  Se ha favorecido la obtusa educación tecnológica de universidades privadas, se han marginado los estudios humanísticos y la cultura y se ha buscado la eliminación de los estudios de Historia y Filosofía, claves para la liberación de las personas y los pueblos. 

Con las condiciones económicas y políticas creadas por el TLC, el sistema político mexicano ha refinado sus capacidades de engaño, fraude, corrupción, opacidad en la gestión e impunidad; ha endurecido mucho su política de no oír, no ver y no escuchar a los ciudadanos con problemas; sólo los grandes empresarios, las iglesias, en particular la Iglesia católica, y los militares son ahora escuchados y atendidos, ya que ahora cuentan con apoyos internacionale; el sistema ha decidido legislar y gobernar en beneficio de los grandes capitales, de los poderes fácticos. La mercadotecnia política se ha impuesto sobre el discurso, las televisoras se han convertido en grandes electores y se han introducido nuevas modalidades de fraude electoral; las licitaciones han permitido nuevas formas de corrupción -. las comisiones pagadas en paraísos fiscales.- y nuevas formas de privatización. La corrupción y la impunidad han descubierto modalidades que han permitido nuevos contratos a empresas irresponsables, sin antecedentes de calidad y constituidas por parientes de políticos( guarderías, transportes, cibernética).

Una gran parte de la población mexicana ahora se dedica a buscar dinero sin importar la forma de obtenerlo, y así, no sólo han proliferado las turbias maniobras financieras en la bolsa de valores, también los sicarios y secuestradores que quieren "vivir cinco años como rey y no treinta años como buey"; la escolarización, las televisoras y la mercadotecnia han conseguido acabar con los escrúpulos de la población para obtener dinero fácil.  El consumismo se ha impuesto en México a niveles exorbitantes: somos el segundo consumidor de agua embotellada en el mundo: proliferan  las franquicias OXXO y los mega comercios tipo Wal Mart. La economía informal domina la economía mexicana: el lavado de dinero de los grandes empresarios y del narcotráfico, el ambulantaje y las maquiladoras, junto con los monopolios privados. Este breve y apresurado recuento de los daños ocasionados por la firma del TLC de América del Norte, confirma que la cancelación de este tratado es una condición sine qua non de la liberación de las potencialidades de los mexicanos. Es urgente repudiar este tratado para frenar las calamidades que hoy asolan a México.

El 9 y 10 de agosto se reunirán en Guadalajara; Jalisco, Barack Obama,  Stephen Harper y Felipe Calderón, en la Cumbre de América del Norte, para revisar el funcionamiento del NAFTA y perfeccionarlo. Necesitamos expresarles nuestro sentir.

¡NO AL TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE NORTEAMÉRICA. NAFTA!

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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES



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