viernes, 15 de mayo de 2009

RESOLVER VERDADERAMENTE LA EPIDEMIA DE LA INFLUENZA

Artículo de nuestro amigo, el Dr. Luis Tamayo, Director del Centro de Estudios Filosóficos del CIDHEM de Cuernavaca; publicado en La Jornada de Morelos 9 y 10 de mayo.
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Resolver verdaderamente la epidemia de influenza

(Publicado en La jornada Morelos, el 10,11 y 12 de mayo, revisado 12.05.09)

Luis Tamayo (www.ecosofia.org.mx)

Como todos sabemos perfectamente, pues los mass media de todos los países lo reiteran continuamente, una nueva influenza ataca al mundo.

No sabemos si se originó en México, los USA o en Oriente. Sinceramente buscar culpables es, en este momento irrelevante pues ya se encuentra en el globo entero y no tardará en atacar a las naciones hasta ahora intocadas. Importa poco donde se originó el virus dado que ya no se puede realizar un cerco sanitario. Es por ello que es terriblemente triste que sea sólo nuestro país quien pague los platos rotos… ¿porqué nadie cancela sus vuelos hacia los USA, Canadá o España (donde hay ya tantos infectados probados como cuando se inició la alerta en nuestro país)? ¿Por qué se permitió que se colapsaran de esa manera nuestros vínculos internacionales, nuestro turismo, nuestra economía? No lo sé.

Por otra parte, no considero probable, como algunos han supuesto, que se trate de un producto de la biotecnología militar intencionalmente distribuido para "mejorar la salud" de las empresas farmacéuticas (la subdivisión de Roche donde Donald Rumsfeld es accionista principal). Sinceramente pienso que si ellos quisieran diseminar un arma biológica letal, esta influenza no era la mejor opción. ¡Y esos espantosos personajes sí que saben de producción de armas biológicas! Cuando realmente quieran acabar con nosotros lo harán de una manera mucho más efectiva.

Considero, tal y como muchos especialistas han afirmado, que este virus nuevo es un derivado de las prácticas agroindustriales modernas.

Lo que hasta ahora se sabe bien de la influenza AH1N1 (y de la nueva cepa: H3N2) encontrada es que están compuestas de elementos tanto de la gripe aviar, la porcina y la humana, es decir, que constituyen mutaciones nuevas derivadas del contacto estrecho del hombre con miembros enfermos de tales especies.

Como innumerables especialistas vienen denunciando desde hace varios años, estos nuevos virus mutantes (H5N1, H3N2, H1N1) son un derivado directo de la manera como se realiza la agroindustria moderna, esa donde los animales son hacinados en jaulas estrechas (y donde el contagio de todo tipo de enfermedades es una realidad tan cotidiana que para evitar los decesos masivos los agroindustriales no tienen otra posibilidad que administrarles cantidades ingentes de antibióticos) y donde el "libre pastoreo" es simplemente un sueño.

En tales criaderos, donde se ha aplicado la tecnología de la revolución industrial (líneas de producción) a la cría de animales, de lo que se trata es de obtener la máxima cantidad de animales con la mínima inversión. El objetivo es claro: el provecho económico. En tales granjas los animales domésticos son tratados de manera tan brutal que sus vidas son simplemente deplorables. Las aves nacen hacinadas en jaulas, posteriormente separadas por sexo para encaminarlas sea a la producción de huevo o a la de carne. Luego son alimentadas con los productos más baratos posibles así como con hormonas (para acelerar su crecimiento y lograr lo más rápido posible el alcance de su edad "productiva") y antibióticos (para evitar los temidos contagios que podrían dañar la "producción") y de nuevo hacinadas en jaulas donde transcurre su miserable vida. Los machos, una vez alcanzado el peso y talla ideales, son enviados al matadero, las gallinas ponedoras, luego de una vida de explotación absoluta, al final de su existencia, son "sacrificadas" y convertidas en diversos productos de pollo para consumo humano o de otros animales.

El proceso industrial de la cría de cerdos, vacas y otras especies de la agroindustria no es demasiado diferente, lo que es común en la cría de tales especies es el hacinamiento constante y la alimentación "enriquecida" con hormonas y antibióticos. A tales industrias, lo reitero, realmente no les interesa producir productos de calidad para generar humanos sanos sino la máxima ganancia económica, les interesa la cantidad, no la calidad. Y eso no sólo es privativo de las granjas Carroll de la Smithfield y su contraparte mexicana, las cuales han sido designadas como las causantes de la recombinación de este nuevo virus, sino también de innumerables agroindustrias presentes en nuestro país y en muchos otros.

El nuevo virus que azota a la humanidad es un derivado directo de la manera como se producen los alimentos en la agroindustria moderna. Y si este virus, afortunadamente, ahora se revela con poca carga letal, no tardará en aparecer otro que si la tenga dado que las medidas que los gobiernos están implementando no atacan verdaderamente el problema.

Cualquiera que suponga que un cubrebocas le va a proteger de un virus que circule por el aire es un ingenuo pues, cualquiera que haya estudiado biología sabe que los virus son tan pequeños que atraviesan ¡hasta la porcelana! Razón por la cual ni siquiera el gran Pasteur pudo "atrapar" al virus de la rabia. Es cierto que los cubrebocas detienen a las gotas de saliva expulsadas por los estornudos de los enfermos… pero no a las partículas secas que lleva el viento o se esconden en los rincones húmedos. El tapabocas solo sirve para evitar que los enfermos al hablar, toser o estornudar diseminen los microbios. Los cirujanos los utilizan para no contaminar, con las bacterias y virus siempre presentes en el organismo, a sus pacientes.

Hay que decirlo con claridad: Usted no está seguro de los virus que flotan en el aire gracias al cubrebocas. Si Usted está sano es hasta contraproducente usarlo pues, dado que dificulta la respiración por acumular su propio dióxido de carbono, lo obliga a retirarlo de vez en cuando para respirar con mayor fuerza y, por ende, atraer mayor cantidad de microorganismos.

Si realmente queremos estar protegidos de los virus atmosféricos mediante ese tipo de técnicas (que podríamos denominar "abstencionistas") es menester evitar no sólo el uso del transporte público sino también las aglomeraciones y, en resumen, todo contacto interhumano, es decir, ¡dejar de vivir! Otra posibilidad no tan efectiva como la "abstencionista", pero humana, es mejorar nuestro sistema inmunológico mediante una alimentación rica en vitaminas y libre de la comida chatarra industrializada.

Y respecto al ciertamente efectivo lavado de manos… ¿realmente podremos hacerlo con la frecuencia y calidad que garantice su eficacia? Porque para que el lavado de manos realmente funcione contra los minúsculos virus debe hacerse tan bien como lo hace un cirujano antes de la operación… y eso debe hacerse ¡cada vez que toquemos algo! Quizás lo mejor para los "abstencionistas de la salud" sea que a alguna empresa se le ocurra diseñar nuevas vestimentas humanas similares a las que portan los astronautas o los científicos expuestos a los peores virus de la tierra y que las distribuyan masivamente.

Eso haría que, con el paso del tiempo, encontraríamos en la calle dos tipos de humanos, los abstencionistas "terranautas" (en sus trajes herméticos libres de virus y demás agentes infecciosos) y los demás, los pobres, esos que lograrían sobrevivir al embate de los enemigos microscópicos, esos sobrevivientes que adquirirían inmunidad gracias a la exposición a los microorganismos (y que, por cierto, para los "terranautas" serían intocables, unos "apestados" que podrían infectarlos a la primera oportunidad).

Las casas de los "terranautas" también serán muy peculiares pues para evitar la irrupción de los microorganismos tendrán que usar cantidades crecientes de venenos (cloro, flúor y demás productos "de limpieza" emergentes de las peores empresas químicas) y aplicarlas constantemente en las mismas, con el consecuente envenenamiento no sólo de sus mantos freáticos y suelos sino de ellos mismos, pues no podrían evitar aspirar los gases emitidos por tan nocivos productos.

No, desde mi punto de vista el "abstencionismo sanitario" no es el camino correcto.

Considero que si realmente se desea resolver el problema de la emergencia de virus y otros agentes patógenos de este tipo lo que tenemos que hacer es:

1.     Modificar la manera como producimos nuestros alimentos.

a.       Desmantelar la agroindustria depredadora y volver a la producción animal por libre pastoreo, sin hormonas ni antibióticos. La carne será más cara, es cierto, pero siempre habrá quien pueda comprarla y sin dañar su salud. Los pobres la comerán poco pero afortunadamente, como recientemente indicó Antonio Sarmiento, es una simple mentira que una alimentación sana requiera de cantidades enormes de productos cárnicos.

b.       Producir, en vez de ganado, cerdos y aves de corral, mejor leguminosas y granos pues, como bien enseña José Iturriaga, la mezcla de tales elementos potenciada por los chiles constituye un alimento completo. La dieta de nuestros ancestros prehispánicos, compuesta por maíz, frijol y chile y donde los productos cárnicos eran simplemente escasos forjó naciones fuertes y sanas. Es muy importante, asimismo, que tales vegetales sean producidos de manera orgánica pues el uso de fertilizantes y pesticidas inorgánicos, como innumerables científicos han denunciado, no sólo disminuye la calidad de los mismos, también acaba con los insectos benéficos (el tan sonado caso de la reciente destrucción masiva de los panales de abejas en Europa) y afecta a la salud humana: espina bífida, parálisis cerebral y demás trastornos congénitos constituyen una triste constante en las regiones donde se cultiva con pesticidas inorgánicos.

2.     Recuperar nuestra capacidad para producir alimentos. No es demasiado complicado que los humanos reaprendamos a sembrar de manera orgánica. El gobierno puede implementar programas masivos donde no sólo nosotros sino también nuestros hijos aprendan en sus escuelas a hacer composta, a construir invernaderos y a saber la manera de cultivar las diversas plantas (así como la manera de protegerlas de sus depredadores). Y todo ello de manera orgánica, con productos locales y reciclables. Estoy seguro que a los jitomates que cultivemos en casa no les administraremos las 6 dosis diarias de pesticidas que reciben aquellos agroindustriales que se venden en los supermercados. Para hacer agricultura orgánica no se requiere tampoco de una enorme cantidad de terreno. Un invernadero de 10 metros cuadrados, acompañado de una buena cisterna que recoja el agua de lluvia captada en el techo de la vivienda (en nuestra región unos 50 mil litros, por cada 100 metros cuadrados, como la casa autosustentable modelo que existe en el IMTA) puede, según nos enseñaba Eduardo Rincón Gallardo, alimentar a una familia de cuatro integrantes.

3.     Evitar no sólo el hacinamiento animal sino también el humano. Desde siempre han sido las grandes concentraciones humanas el caldo de cultivo de las peores pestes y epidemias. La humanidad no sólo se apretuja cada vez más en las ciudades sino que crece de manera desproporcionada. Es menester frenar de manera racional la sobrepoblación. En nuestros días, desgraciadamente, es simplemente criminal sostener que se van a tener "todos los hijos que Dios nos dé" pues esa frase implica no sólo no pensar en mis vecinos… sino tampoco en el futuro de mis propios hijos.

4.     Necesitamos decrecer. La humanidad pronto estará al borde del agotamiento de sus recursos energéticos y naturales. Como todos sabemos, dichos recursos son limitados y, de seguir con los patrones de consumo propios del "american way of life", tarde o temprano careceremos de la posibilidad de generar los alimentos necesarios. Necesitamos "decrecer" en todos sentidos, como bien indican Serge Latouche, Miguel Valencia Mulkay y David Barkin.

5.     Fortalecer decididamente a nuestro, actualmente decadente, sistema de salud pública mediante un presupuesto generoso, todo lo cual nos permita estar a la vanguardia en la producción de medicamentos así como en la de servicios médicos de calidad. Necesitamos más y mejores investigadores, mejores médicos, mejores hospitales, en resumen, una mejor salud pública que no desconozca las tesis de Iván Illich. ¡Ya basta de seguir impulsando el inequitativo, ineficiente y depredador modelo de salud privatizado de los USA!

6.     Modificar el sistema de casi libre mercado farmacéutico mexicano. Una cosa que sorprende a casi todos los connacionales que llegan a vivir en Europa es la imposibilidad para adquirir medicamentos en las farmacias de tales naciones. La menor enfermedad pasa por la revisión de un médico. De otra manera no hay receta posible. En nuestro país no es así. La automedicación es una constante y ello es favorecido por la manera de funcionamiento de nuestras farmacias. Es por tal razón que en esta epidemia sólo han muerto mexicanos y, en particular, aquellos que fueron "sorprendidos" por el virus, es decir, los que lo confundieron con un resfriado simple (o quienes previamente presentaban un organismo deteriorado). Esta crisis tenía que ocurrir en México porque, como indiqué, en los países desarrollados hasta por el menor resfrío los pacientes tienen que acudir al médico. Sin la debida receta, las farmacias no les venden los medicamentos. El casi libre mercado farmacéutico que se practica en nuestro país y que posibilita a la automedicación contribuyó, también, al retraso de la respuesta efectiva.

7.     Proteger nuestra biodiversidad y la salud general de la población. Es de nuestra riqueza biótica de donde provienen los principios activos de nuestros medicamentos. Acabar con nuestros bosques, selvas y manglares es un atentado contra nuestra propia salud pues no sólo acabamos con los mejores atractores de lluvias, regeneradores de suelos y amigos de la humanidad (los bosques, selvas y manglares) sino que nos privamos de los regalos que, de vez en cuando, obsequian a la humanidad: nuevos principios activos contra las enfermedades emergentes. El cuidado de nuestros recursos naturales es ya, como bien indicaron Úrsula Oswald, Fernando Jaramillo y Raúl García Barrios, un asunto de seguridad nacional.

8.     Y, finalmente, en los periodos de crisis como el actual, donde aún no se cuenta con una vacuna contra el virus (aunque de seguir con el mismo patrón agroindustrial nunca contaremos con las suficientes), es importante mantener una correcta higiene (lavarse las manos con frecuencia, evitar consumir alimentos de dudosa procedencia, etc.), evitar hacinamientos, mejorar el sistema inmunológico mediante una alimentación rica en vitaminas (evitar la comida chatarra) y, sobretodo, estar muy atento a la irrupción de los primeros síntomas: fiebre elevada, dolor de cabeza y articulaciones, tos y catarro nasal. Ante dichos síntomas no sólo se debe correr al hospital sino que, entonces sí, se debe usar el tapabocas (para no infectar a nuestros seres queridos). En los hospitales se cuenta con los medicamentos correctos. Eso ya se ha probado en el mundo entero.

No termino sin antes señalar que, afortunadamente, la cepa actual del nuevo virus parece no ser tan terrible. Han sido relativamente pocos los decesos probados (y convenientemente tratados ningún caso es fatal) y la alerta no tardará en descender (en contraposición, por ejemplo, la gripe aviar, solamente en Egipto, ha matado a casi al 50 por ciento de los afectados: 23 personas de entre 56 infectados). Sin embargo, como bien saben los epidemiólogos, la primera oleada de una pandemia nunca es la más mortífera, la segunda oleada presenta siempre una virulencia muchas veces incrementada. Es menester extremar cuidados en el invierno próximo… o mejor enfermarnos ahora, es decir, cuando todos los hospitales están en alerta, con suficientes dosis de medicamento y médicos disponibles. Sinceramente no estoy seguro que tengamos tanta suerte en la siguiente oleada de la epidemia, la cual los especialistas esperan ocurrirá en el próximo invierno.

Debemos estar preparados… pero no sólo para la crisis actual sino para las futuras, y ello sólo se puede lograr resolviendo los problemas de raíz, es decir, debemos exigir alimentos de calidad… no los que la agroindustria depredadora actualmente nos ofrece. Y el papel de la ciudadanía y su gobierno es esencial en ello. A largo plazo resultará muy caro haber comprado barato los productos agroindustriales.

No termino sin antes señalar que esta crisis también nos muestra la importancia del imprescindible esfuerzo de producir nuestros alimentos con las propias manos.

Cuernavaca, Morelos, mayo de 2009

 




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