La burbuja del comercio de emisiones
Culture Change en Español
by Oscar Reyes
09 February 2009
El sistema de comercio de emisiones no ha conseguido reducir las emisiones; ya va siendo hora de que abordemos los fallos del sistema económico que nos han conducido a la crisis climática. Por Oscar Reyes.
Cada vez que los mecanismos de mercado fracasan en su intento de
reducir las emisiones, los políticos y las industrias que promueven el
mercado como solución a la crisis ambiental echan mano de Samuel
Beckett: 'prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor'.
Con el derrumbe del precio del carbono, y en un momento en que incluso
el máximo responsable de la empresa británica EDF Energy advierte
sobre los peligros de la especulación con la 'burbuja del comercio de
emisiones', la UE sigue fomentando la expansión de los mercados de
emisiones en todo el mundo. Esta semana, sin ir más lejos, la Unión ha
propuesto que se cree un mercado de comercio de emisiones en la zona
de la OCDE para 2015, que espera expandir a las principales economías
industrializadas para 2020.
Todo esto no es nada nuevo. En la primera fase del régimen de comercio
de derechos de emisión de la UE, los precios se hundieron porque, a
raíz del cabildeo de las grandes empresas, se concedieron demasiados
de los 'permisos para contaminar' que conforman la base de este
régimen. En otras palabras: el sistema de comercio con fijación previa
de unos límites máximos (conocido en inglés como cap-and-trade) que se
suponía que debía moderar las emisiones de dióxido de carbono no ha
conseguido moderar nada.
La respuesta de la UE se limitó a subrayar que se trataba de una fase
piloto y a promover la expansión del sistema (que se incorporó a la
legislación europea el pasado diciembre). Esto es como defender la
idea de que si automóvil se desintegra en una simulación de accidente,
puede considerarse que es apto para circular.
Ahora que el precio se ha vuelto a desplomar, debemos analizar los
fallos de base del mercado de emisiones. No es sólo cuestión de que
las empresas de energía europeas saquen tajada de un exceso de
permisos que se les deberían de haber venido y no regalado sin coste
alguno. Y es que los mercados de emisiones en sí fueron concebidos por
los mismos economistas de la Escuela de Chicago que nos trajeron el
comercio de derivados, y adoptan una lógica muy parecida.
Hay una gama de nuevos productos financieros que se crean convirtiendo
objetos del mundo real en mercancías; en este caso, las 'emisiones'.
Entonces, para hacer que el mercado funcione, hay toda una serie de
diversas actividades que se tratan como equiparables, aunque no hace
falta ser un científico especializado en el clima para darse cuenta de
que quemar más carbón y petróleo no se puede neutralizar construyendo
más presas hidroeléctricas ni capturando el metano en minas de carbón
(y que financiando unas actividades para compensar por las otras puede
acabar subvencionando a las mismas industrias que deben transformarse
para frenar el catastrófico cambio climático).
De hecho, la lógica de los títulos compensatorios de emisiones (que
están vinculados al régimen de la UE a través de una normativa
denominada 'Directiva de enlace' o 'Directiva de vinculación') se basa
en que los créditos se emiten para proyectos considerados
'adicionales', con lo que se recompensa a empresas y consultarías por
convertir historias de un futuro desconocido en lucrativos créditos de
derechos de emisión. Este enfoque es fundamentalmente injusto, en la
medida en que utiliza al Sur Global para arreglar un desastre que han
provocado los países industrializados del Norte. Se han documentado de
hecho numerosos casos en que estos proyectos se han traducido en la
represión de comunidades locales y la apropiación indebida de tierras.
La respuesta de los dirigentes políticos reunidos en el Foro Económico
Mundial de Davos consiste en reformar y ampliar el mercado de
emisiones. Aquí en Belem, donde se está celebrando el Foro Social
Mundial, la respuesta es muy distinta, y los activistas que defienden
la justicia ambiental sostienen que es necesario acabar con el sistema
de comercio de emisiones, que está totalmente viciado.
Ya hemos presenciado el efecto corrosivo del mercado de emisiones en
las negociaciones sobre el clima: actualmente, la ONU está debatiendo
cuál es la mejor forma de construir nuevos mercados con los bosques
(algo que en la jerga se llama REDD) en lugar de abordar las
verdaderas causas de la deforestación, como serían las fábricas de
celulosa, la minería y las plantaciones para agrocombustibles.
Si queremos que el camino hacia Copenhagen, donde el próximo diciembre
se debería firmar un nuevo tratado internacional sobre clima, sea algo
más que un callejón sin salida, es hora de recordar los muchos
mecanismos de reglamentación no basados en el mercado y las
inversiones del sector público que han funcionado mejor para conseguir
un cambio medioambiental, y aprender de las comunidades que llevan un
estilo de vida que genera pocas emisiones. En otras palabras: ya va
siendo hora de dejar de hablar únicamente del impacto de la crisis
financiera en el mercado de emisiones, y de examinar y corregir los
fallos del sistema económico que nos ha conducido a la crisis
climática.
*** Oscar Reyes es investigador de Carbon Trade Watch, un proyecto del
Transnational Institute, y responsable de la sección de medio ambiente
de la revista Red Pepper.
Traducción de Beatriz Martínez Ruiz
Culture Change en Español
by Oscar Reyes
09 February 2009
El sistema de comercio de emisiones no ha conseguido reducir las emisiones; ya va siendo hora de que abordemos los fallos del sistema económico que nos han conducido a la crisis climática. Por Oscar Reyes.
Cada vez que los mecanismos de mercado fracasan en su intento de
reducir las emisiones, los políticos y las industrias que promueven el
mercado como solución a la crisis ambiental echan mano de Samuel
Beckett: 'prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor'.
Con el derrumbe del precio del carbono, y en un momento en que incluso
el máximo responsable de la empresa británica EDF Energy advierte
sobre los peligros de la especulación con la 'burbuja del comercio de
emisiones', la UE sigue fomentando la expansión de los mercados de
emisiones en todo el mundo. Esta semana, sin ir más lejos, la Unión ha
propuesto que se cree un mercado de comercio de emisiones en la zona
de la OCDE para 2015, que espera expandir a las principales economías
industrializadas para 2020.
Todo esto no es nada nuevo. En la primera fase del régimen de comercio
de derechos de emisión de la UE, los precios se hundieron porque, a
raíz del cabildeo de las grandes empresas, se concedieron demasiados
de los 'permisos para contaminar' que conforman la base de este
régimen. En otras palabras: el sistema de comercio con fijación previa
de unos límites máximos (conocido en inglés como cap-and-trade) que se
suponía que debía moderar las emisiones de dióxido de carbono no ha
conseguido moderar nada.
La respuesta de la UE se limitó a subrayar que se trataba de una fase
piloto y a promover la expansión del sistema (que se incorporó a la
legislación europea el pasado diciembre). Esto es como defender la
idea de que si automóvil se desintegra en una simulación de accidente,
puede considerarse que es apto para circular.
Ahora que el precio se ha vuelto a desplomar, debemos analizar los
fallos de base del mercado de emisiones. No es sólo cuestión de que
las empresas de energía europeas saquen tajada de un exceso de
permisos que se les deberían de haber venido y no regalado sin coste
alguno. Y es que los mercados de emisiones en sí fueron concebidos por
los mismos economistas de la Escuela de Chicago que nos trajeron el
comercio de derivados, y adoptan una lógica muy parecida.
Hay una gama de nuevos productos financieros que se crean convirtiendo
objetos del mundo real en mercancías; en este caso, las 'emisiones'.
Entonces, para hacer que el mercado funcione, hay toda una serie de
diversas actividades que se tratan como equiparables, aunque no hace
falta ser un científico especializado en el clima para darse cuenta de
que quemar más carbón y petróleo no se puede neutralizar construyendo
más presas hidroeléctricas ni capturando el metano en minas de carbón
(y que financiando unas actividades para compensar por las otras puede
acabar subvencionando a las mismas industrias que deben transformarse
para frenar el catastrófico cambio climático).
De hecho, la lógica de los títulos compensatorios de emisiones (que
están vinculados al régimen de la UE a través de una normativa
denominada 'Directiva de enlace' o 'Directiva de vinculación') se basa
en que los créditos se emiten para proyectos considerados
'adicionales', con lo que se recompensa a empresas y consultarías por
convertir historias de un futuro desconocido en lucrativos créditos de
derechos de emisión. Este enfoque es fundamentalmente injusto, en la
medida en que utiliza al Sur Global para arreglar un desastre que han
provocado los países industrializados del Norte. Se han documentado de
hecho numerosos casos en que estos proyectos se han traducido en la
represión de comunidades locales y la apropiación indebida de tierras.
La respuesta de los dirigentes políticos reunidos en el Foro Económico
Mundial de Davos consiste en reformar y ampliar el mercado de
emisiones. Aquí en Belem, donde se está celebrando el Foro Social
Mundial, la respuesta es muy distinta, y los activistas que defienden
la justicia ambiental sostienen que es necesario acabar con el sistema
de comercio de emisiones, que está totalmente viciado.
Ya hemos presenciado el efecto corrosivo del mercado de emisiones en
las negociaciones sobre el clima: actualmente, la ONU está debatiendo
cuál es la mejor forma de construir nuevos mercados con los bosques
(algo que en la jerga se llama REDD) en lugar de abordar las
verdaderas causas de la deforestación, como serían las fábricas de
celulosa, la minería y las plantaciones para agrocombustibles.
Si queremos que el camino hacia Copenhagen, donde el próximo diciembre
se debería firmar un nuevo tratado internacional sobre clima, sea algo
más que un callejón sin salida, es hora de recordar los muchos
mecanismos de reglamentación no basados en el mercado y las
inversiones del sector público que han funcionado mejor para conseguir
un cambio medioambiental, y aprender de las comunidades que llevan un
estilo de vida que genera pocas emisiones. En otras palabras: ya va
siendo hora de dejar de hablar únicamente del impacto de la crisis
financiera en el mercado de emisiones, y de examinar y corregir los
fallos del sistema económico que nos ha conducido a la crisis
climática.
*** Oscar Reyes es investigador de Carbon Trade Watch, un proyecto del
Transnational Institute, y responsable de la sección de medio ambiente
de la revista Red Pepper.
Traducción de Beatriz Martínez Ruiz
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