EL PERSISTENTE FRACASO DE LAS INVERSIONES EN TRANSPORTE URBANO
Pocos servicios tienen efectos “secundarios” tan negativos y contraproducentes como el transporte urbano: autos, taxis, autobuses, camiones, microbuses, Metro, Metrobus: degradan severamente la calidad de vida - mientras más horas dedicamos al transporte cotidiano menor calidad de vida tenemos; destruyen el lazo social- fragmentan barrios y colonias; asfixian a la cultura; aniquilan a la ciudad; acaban con los bosques junto y dentro de la zona urbana; rompen el equilibrio regional del agua y del clima; contribuyen sustancialmente al cambio climático, empobrecen a la Nación, entre otros aspectos.
El uso del auto, por sus efectos nocivos en la salud humana, en la cultura y en la ecología, es el mayor enemigo de la calidad de vida y el medio ambiente en las ciudades; en especial, las infraestructuras para el auto, como los ejes troncales, ejes viales, distribuidores viales, puentes en barrancas, libramientos, periféricos, arcos viales y segundos pisos, añaden otros efectos perniciosos: alteran profundamente el uso del suelo, alejan todos los destinos y contribuyen muy eficazmente a aumentar el tiempo promedio diario dedicado al transporte urbano. Los trenes suburbanos, así como las líneas radiales del Metro y del Metrobus fomentan el despoblamiento de las zonas urbanas centrales y el poblamiento de zonas rurales cada día más lejanas y así, contribuyen a aumentar el tiempo promedio diario dedicado al transporte urbano. Existe abundante literatura técnica internacional al respecto de estos efectos destructivos, pero, no cuesta mucho verificarlos por observación propia: las facilidades para viajar rápido en la ciudad tienen el paradójico efecto de frenar el conjunto de la movilidad urbana o de aumentar continuamente el tiempo promedio diario de transporte.
La velocidad de los transportes urbanos fomenta la pérdida de tiempo en la ciudad
Ilusoriamente, la sociedad moderna ha creído que las vías rápidas, ejes viales, periféricos, distribuidores viales, segundos pisos, trenes suburbanos, líneas de Metro o Metrobuses, entre otras infraestructuras, sirven al buen funcionamiento de las ciudades, al bienestar de sus habitantes y a su economía; nada más alejado de la realidad. Estas infraestructuras han conseguido que cada año aumente entre 3 y 4 minutos el tiempo promedio diario de transporte de las personas que viven en la periferia de la Ciudad de México, quienes ahora dedican en promedio cerca de 4. 15 horas al transporte cotidiano y entre 2 y 3 minutos el tiempo promedio diario de transporte de las personas que viven en la zonas urbanas centrales, quienes ahora dedican en promedio cerca de 3.35 hrs., al transporte cotidiano. Sin embargo, los ciudadanos creen ingenuamente que los problemas del transporte urbano se resuelven con más infraestructuras del mismo tipo que las que han creado estos problemas.
El persistente crecimiento del tiempo promedio diario dedicado al transporte cotidiano en el Valle de México confirma el persistente fracaso de sus infraestructuras de transporte urbano y la razón del ocultamiento de este dato por los gobiernos.
La ciencia y la tecnología moderna han logrado elevar la velocidad de los transportes urbanos, pero no han conseguido ofrecernos un sistema de transporte urbano que nos evite perder tanto tiempo diariamente y que no tenga tantos efectos contraproducentes, como la excesiva accidentalidad, el cambio en el uso del suelo, el excesivo consumo de energía, la violencia en el espacio urbano, la degradación profunda del medio ambiente, el costo excesivo de su funcionamiento, entre otros aspectos. No obstante, los tecnócratas y los políticos de izquierda y de derecha se niegan a reconocer su fracaso en este rubro e insisten, como Bush, que la guerra se resuelve con más guerra y que el transporte urbano del Valle de México se resuelve con más trenes suburbanos y con más ejes troncales ; con más periféricos y distribuidores viales, y más líneas de Metro o Metrobus; con más infraestructuras de transporte urbano.
No hay que olvidar que las infraestructuras para el transporte urbano ofrecen inmejorables oportunidades para hacer negocios inconfesables: sustanciales comisiones a los políticos depositadas en paraísos fiscales, monopolios, contubernios, “cochinitos electorales”, especulación inmobiliaria, trafico de influencias, la tecnología más despilfarradora posible, la menor creación de empleo por unidad invertida, el sometimiento político de la academia, el voto de los ciudadanos más ignorantes, entre otros aspectos altamente indeseables. No es sorpresa que Carlos Slim, el gran carroñero nacional, concentre ahora sus exigencias en la construcción de infraestructuras. Lamentablemente, las universidades mayores, los grandes empresarios avalan esta loca construcción de infraestructuras ecocidas, sin importarles el excesivo daño que le hacen a México.
Poco difieren en su inclinación hacia las infraestructuras- desarrollista, irracional y superdepredadora- el gobierno federal, el gobierno del DF y el gobierno del Estado de México, no sólo frente al transporte urbano y la gestión del agua, también frente los demás megaproyectos. Todos los gobiernos en México, nacidos de cualquier partido, compiten en la destrucción del campo y la ciudad, en la destrucción de los dones de la Naturaleza y de las culturas: son los peores enemigos de los mexicanos y su futuro. La fe de la sociedad en las ideas del progreso y el desarrollo genera esta catastrófica situación política.
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