Los megaproyectos arruinan la riqueza natural de la Cuenca del Valle de México y los pueblos, ejidos, colonias, barrios en este territorio. Posición de la Red en Defensa de la Ciudad de México
Texto consensuado en el desayuno del 11 de febrero de 2015 de la Red en Defensa de la Ciudad de México y consultado con sus integrantes hasta el 23 de febrero de 2015.
Ciertamente toda construcción humana daña el ambiente y los bienes comunes, tal como lo alegan frecuentemente las autoridades amantes de los grandes negocios publico-privados, para justificar sus actos atroces. Olvidan que hay diferencias abismales entre las diferentes formas de construir infraestructura a lo largo de la Historia; las construcciones de la era industrial, hasta la mitad del siglo pasado, resultan al menos diez veces más destructivas que las construcciones artesanales de las épocas preindustriales. Esta vieja devastación de los primeros 150 años de industrialización, provoca desde hace algunas décadas la aceleración del colapso ambiental, social y cultural global y el desastre climático. Pero, las construcciones gigantescas de los últimos 30 años, los megaproyectos de nuestros días, como las centrales nucleares, las grandes presas, las supercarreteras, los puentes, los acueductos o trasvases, los trenes de alta velocidad, los grandes túneles, las plantas de generación eléctrica, los rellenos sanitarios, los complejos militares, los desarrollos turísticos, las explotaciones mineras, las grandes vialidades, las torres, los aeropuertos, los muelles, los estadios, las unidades habitacionales, entre otros, destruyen con mayor rapidez los territorios afectados: tienen una "huella ecológica", al menos diez veces mayor que los proyectos realizados antes de la segunda mitad del siglo XX. Ahora son mucho más grandes y numerosos, y se construyen con mayor rapidez. Las tecnologías utilizadas hoy en día ejercen una violencia mucho mayor sobre el medio ambiente, los dones de la Naturaleza, el tejido social y las culturas. No existe el desarrollo sustentable, la economía verde, o el crecimiento verde. Palabrería hueca que consigue diferir el cambio de actitud frente a las infraestructuras.
El tamaño o las dimensiones de un proyecto determinan en gran medida los daños ocasionados al pueblo, ejido, colonia o barrio. Un edificio de 100mx100mx100m (1, 000,000 de metros cúbicos) puede tener más de 8 veces el impacto socio- ambiental o la "huella ecológica", al de un edificio de 50mx50mx50m (125,000 metros cúbicos); es decir: el impacto crece exponencialmente con el aumento de tamaño del proyecto. Evidentemente, cada megaproyecto y cada tipo de megaproyecto tiene impactos específicos sobre el clima, el aire, el agua, el suelo, el subsuelo, las comunidades, sin embargo, existen afectaciones culturales, climáticas, ambientales, sociales, económicas, financieras, políticas que tienen un patrón común en todos los megaproyectos. Por otra parte, las principales afectaciones de los megaproyectos son las erosivas; es decir: las que dañan cotidianamente, insidiosamente, a lo largo de muchos años hasta que logran colapsar las matrices de la vida en la región. Los llamados efectos secundarios de los proyectos se vuelven primarios a lo largo de los años. El conjunto de afectaciones producido por un megaproyecto es sólo una parte de la valorización de su impacto: hay que tomar en cuenta, además, el conjunto de infraestructuras o megaproyectos en un mismo territorio: la cercanía entre megaproyectos tiene efectos multiplicadores del daño. Por otra parte, las infraestructuras afectan aspectos inconmensurables o infinitos, es decir: que no tienen precio: no hay manera de valorizarlos numéricamente, como lo son: la pérdida de vidas, biodiversidad, salud de los suelos, bosques, ríos, lagos, humedales; sólo los pueden valorizar las comunidades afectadas o la observación histórica. Los impactos de los megaproyectos son siempre excesivos: en los hechos son contraproducentes, inútiles, genocidas, ecocidas, suicidas. No hay justificación alguna para construir grandes infraestructuras. Veamos de cerca algunos efectos comunes de los megaproyectos.
Las torres, segundos pisos, aeropuertos, supercarreteras, presas, trasvases o acueductos, trenes rápidos o de cercanía, rellenos sanitarios, plantas de generación de electricidad, drenajes profundos, estadios, unidades de vivienda popular, túneles, puentes, y otras grandes infraestructuras, cambian los valores inmobiliarios de los terrenos situados en su cercanía en un radio que puede llegar a ser de hasta decenas de kilómetros ; es decir: afectan el valor de las propiedades en cientos de kilómetros cuadrados alrededor de ellas: sube el valor del terreno y las rentas, baja el valor de la vivienda existente. Estos valores inmobiliarios se elevan desde el momento en el que se anuncia su construcción y suben consistentemente hasta tiempo después de que se inauguran; convierten en especuladores a los propietarios del área afectada y destruyen así la economía tradicional de la zona; los pobres son gradualmente expulsados del área afectada, llegan a residir migrantes de otras regiones y se asientan en ella nuevos usos del suelo que se caracterizan por una mayor rentabilidad. Debido al cambio en el uso del suelo en su área de influencia, los megaproyectos introducen en los barrios, colonias, ejidos y pueblos una nueva economía y con ella nuevas urbanizaciones y actividades industriales muy contaminantes. Impulsan vigorosamente el uso del auto y del transporte pesado, disparan la producción de basura, residuos tóxicos y peligrosos; la producción de descargas de aguas muy contaminadas; la producción de emisiones de micro partículas altamente nocivas, gases que contaminan el aire y que dañan el clima de la Tierra.
En pocos años, los megaproyectos alteran profundamente el medio ambiente en la zona afectada: provocan la tala de muchos grandes árboles, convierten arroyos y ríos en drenajes, envenenan bastante los humedales, las lagunas y los lagos o los desecan; inducen la desaparición de plantas y animales endémicos; eliminan cultivos tradicionales, pavimentan grandes superficies de tierras fértiles, elevan substancialmente la contaminación del aire en la zona, provocan "islas de calor", obligan a los vecinos a recorrer cotidianamente mayores distancias y a dedicar bastante más tiempo en el transporte. De acuerdo con Michel Kraveik , el efecto de la urbanización , de la industria, de la agricultura, de la deforestación, de la construcción de presas, y de la infraestructura y pavimentos construidos por encima de los sistemas hidrológicos es alarmante, pues ocasiona la destrucción del hábitat natural del agua lo que no solo genera una crisis de abastecimiento que afecta a la población, flora y fauna, sino que disminuye gravemente la cantidad de agua potable de la que dispone un país y en suma el planeta. (El Oro Azul, Maude Barlow, 2001)
Los megaproyectos vuelcan sobre las comunidades vecinas una gran cantidad de actividades muy destructivas, como la circulación y estacionamiento de autos y camiones de carga, la descarga de sustancias peligrosas o muy toxicas que pueden provocar decenas de miles de enfermos entre los vecinos y cientos o miles de muertos por accidentes y afecciones a la salud de los mismos. Elevan los riesgos de catástrofe por: explosiones, derrames de sustancias venenosas, "nubes" de gases venenosos, grandes colisiones. Disparan los niveles de migración y violencia en la zona afectada, tal como ha pasado en las zonas que han sufrido un proceso de intensa urbanización e industrialización. La construcción de la Ciudad Universitaria, la Central de Abasto, el acueducto Xochimilco- La Condesa, el Sistema Cutzamala, la Torre Latinoamericana, la Torre Mayor, la supercarretera a Acapulco, los ejes viales, Santa Fe, las presas El Infiernillo, La Angostura, el Estadio Azteca, el drenaje profundo, el WTC, han tenido un gran impacto en los procesos urbanizadores de México a lo largo de mucho años. Son inversiones cataclismicas.
La destrucción de la economía tradicional de la zona afectada, provoca la destrucción de las relaciones familiares y comunitarias en los pueblos, ejidos, colonias, barrios, en la cercanía del megaproyecto: deportan a muchos vecinos; se dispara la violencia intrafamiliar, escolar, laboral, urbana; se disparan las migraciones, el narcotráfico, la formación de organizaciones criminales; se eleva el gasto en policías, equipos de seguridad y agencias de procuración de justicia. Los nuevos vecinos de la zona eliminan las costumbres, las fiestas tradicionales; mueren las relaciones de apoyo mutuo y se reduce el tiempo promedio de residencia en la zona. Se dispara el número de usuarios de la zona. La construcción de un megaproyecto en una cuenca o microcuenca atrae, propicia la construcción ulterior de otros megaproyectos en la cercanía. La construcción del distribuidor vial San Antonio sirvió de base para la proliferación de distribuidores viales y segundos pisos en todo el país. La línea 12 del Metro tiene el propósito de urbanizar Tlahuac, Milpalta y varios municipios al pie de los volcanes, así como recibir muchos usuarios del norte de Morelos. Los megaproyectos son responsables de las principales afectaciones al ambiente y a la riqueza natural del territorio; estas afectaciones resultan evidentes cuando aparece en su cercanía la irreparable catástrofe ambiental y social.
Por otra parte, los megaproyectos se convierten hoy en día en uno de los mejores instrumentos para crear monopolios "legales" que producen enormes rendimientos financieros y permiten conseguir desmedidos subsidios del Estado y grandes rescates por quiebra: "son demasiado grandes para quebrar", por lo que son una inversión muy segura, pero muy nociva: colocan a la Sociedad al servicio de un pequeño grupo de inversionistas nacionales e internacionales que se apropian de los bienes de todos: el espacio público, el aire, el agua, los suelos, la biodiversidad, las riquezas del subsuelo, la seguridad personal, la salud, los conocimientos y los saberes, las reservas monetarias, las normas, las leyes, la Constitución. Los megaproyectos permiten amasar grandes fortunas a costa del agotamiento de los acuíferos, las reservas de gas y petróleo, los suelos fértiles; a costa de los pueblos, los ejidos, las colonias, los barrios. Son una estrategia fundamental de la economía que se vuelve dominante en el mundo después de la crisis del petróleo de los 70, la economía neoliberal que busca privatizar y mercantilizar todo lo que existe en el mundo, incluyendo el aire, el agua, los suelos y los subsuelos. La legislación mexicana facilita la construcción de megaproyectos: las Manifestaciones de Impacto Ambiental. MIA, son ejemplo de mala ciencia y corrupción estructural: no consideran los impactos principales, solo analizan el impacto durante la obra, pero, ocultan o minimizan los impactos diferidos, estratégicos o profundos de los megaproyectos; no toman en cuenta la "capacidad de carga" del territorio afectado por ellos. La intervención del PVEM en la legislación ambiental ha sido una gran ayuda para los inversionistas altamente depredadores, pues habitualmente controlan las comisiones de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La SEMARNAT ha estado controlada por los grandes empresarios desde el final del siglo XX: sus autorizaciones de impacto ambiental son literalmente criminales por la enormidad de la destrucción ambiental que legitiman. Las llamadas "mitigaciones" que aceptan los gobiernos son un subterfugio para justificar estas atrocidades contra la Naturaleza.
La lucha contra las centrales nucleares en el mundo sienta las bases de la histórica lucha ecologista contra los megaproyectos desde los 70 del siglo pasado, en Francia, Inglaterra, España y EU; en México se da de la misma forma: al fragor de la lucha contra la central nuclear de Laguna Verde a finales de los 80 es cuando se crea el sustento teórico de las primeras declaraciones ecologistas contra los megaproyectos, cuando Salinas de Gortari y Camacho Solís, anuncian la construcción de "megaproyectos", con esta palabra; la insistente denuncia ecologista de los megaproyectos hace que los gobiernos mexicanos eliminen de su vocabulario la palabra megaproyecto hacia el final del sexenio de Salinas. La Declaración ecologista de 1990 Salvemos al Anáhuac, sienta las primeras bases contra los megaproyectos. En la ciudad de México se tienen referencias de la lucha contra los ejes viales de Hank Gonzalez, pero no es sino hasta cuando Salinas de Gortari anuncia primero en 1991 el "tren magnético" japonés, que luego se convertiría en el "Tren Elevado" de Bellas Artes a Santa Mónica, el proyecto Alameda, el proyecto WTC, la carretera La Venta-Colegio Militar, la Cuarta Etapa del Sistema Cutzamala que se desata la primera gran lucha contra los megaproyectos en la ciudad de México, lucha que luego sería replicada en muchos lugares del país afectados por megaproyectos. Hoy, muchos movimientos indígenas, campesinos, vecinales enarbolan la bandera ¡No a los megaproyectos!, una consigna que se extiende en la sociedad mexicana y que debe llegar a la Constitución y a la legislación ambiental. El movimiento contra los megaproyectos se extiende en Sudamérica y Europa desde finales del siglo XX; existen ONG y organizaciones sociales que luchan contra la Incitativa Regional Sudamericana, IRSA, que establece la construcción de un conjunto de supercarreteras, muelles, y otros megaproyectos, en diversos países de Sudamérica. En EU, la lucha contra el oleoducto Keystone X unifica a las organizaciones sociales de ese país. En Francia la lucha contra el aeropuerto de Nantes recibe apoyo nacional e internacional. Por su parte, la iniciativa Europea contra los megaproyectos califica a los megaproyectos de "inútiles", por sus efectos contraproducentes. Son, en efecto, un gran elemento en la mercadotecnia y propaganda política que lamentablemente todavía produce muchos votos a los políticos. La mentira de que los megaproyectos producen muchos empleos queda al descubierto cuando se analiza la realidad laboral de estas infraestructuras: producen muy pocos empleos por cada millón de pesos invertido: los micro proyectos producen diez veces más empleo. El empleo de los megaproyectos es caníbal- por su tecnología, su creación destruye empleos en otros ámbitos; es globalizado: por la capacitación y control requerido, exige personal que proviene de muchos países- es walmartizado- por la desprotección laboral en México, implica trabajo esclavo de muchas horas diarias y muy bajo sueldo. Las aberrantes ideas de progreso, desarrollo, competitividad, crecimiento colonizan el imaginario de una gran parte de la sociedad que considera aceptables los megaproyectos y contra esta colonización de las mentes, realizada principalmente por la escuela y los grandes medios, es que hay que luchar. La era de los megaproyectos puede llevar a la extinción de la especie humana si no se detienen a tiempo. En la ciudad y en el campo proliferan hoy en día los megaproyectos, como una expresión del cáncer urbanizador, industrializador que devasta la complejidad de la Tierra. Centrales nucleares, eólicas, oleoductos, acueductos, supercarreteras, puentes, túneles, aeropuertos, bases militares, torres, vías rápidas, rellenos sanitarios, incineradores, unidades habitacionales ARA, GEO, Homex, ZODES, AGES, ADES, polígonos de actuación destruyen la vida en el mundo y en nuestra ciudad. Fracasa estrepitosamente la tecnociencia, la economía, la modernización.
¡No a los megaproyectos!
México DF 10 de marzo de 2015
Red en Defensa de la Ciudad de México
Adriana Bermeo, Adriana Gómez, Adriana Matalonga, Aline Fernanda, Ana María Yustis, Anhai Martínez, André Prieur, Aurora Marín, Bianca Sandoval, Carmen Espino, Cecilia Brañas, Cesar A. Salamanca, David Jiménez, Edgardo Mota, Eduardo Farah, Eduardo Soriano, Emir González Calderón, Fabián Carvallo, Gabriela Vega, Gabriel Valencia, German Vargas, Guadalupe Tron, Gustavo Romero, Heriberto Salas, Jacqueline Bolaños, Javier Osorno, Jonathan Arroyo, José Ignacio Félix Díaz, José María Bilbao, Juan Manuel Pomares, Karen Zúñiga, María de Lourdes Ríos, María Díaz Santos, María Elena Contreras Domínguez, María de Lourdes Ríos, Mario Marroquín Castillo, Mario Rechy, Mauricio Villegas, Miguel Valencia, Nancy Herrera, Patricia Carrera, Pedro Luis Burrola Ávila, Rafael Huízar, Ricardo Alcaraz Vargas, Ricardo Zúñiga, Roberto Christian Domínguez, Rodolfo Ramírez Velázquez, Sara Espíritu, Sharon Sánchez, Soledad Osorio, Sonia Verónica Coronado Hidalgo, Susana Clares Popoca, Susana Morales, Tulia Roa Castro.