miércoles, 23 de abril de 2014

Sobre fracking: Usar a Ucrania para calentar el planeta-Naomi Klein- Geopolítica del gas shale.- John Saxe-Fernández.- La invasión de energos-Abraham Nuncio

Usar a Ucrania para calentar el planeta
Naomi Klein *

La manera de ganarle a Vladimir Putin es inundar el mercado europeo con gas natural obtenido mediante fracking (fractura hidráulica) en Estados Unidos, o al menos eso nos quiere hacer creer la industria. Como parte de la escalada de la histeria antirusa, dos iniciativas fueron presentadas en el Congreso estadunidense; éstas intentan aprobar por la vía fast-track las exportaciones de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés), en nombre de ayudar a Europa a desengancharse de los combustibles fósiles de Putin y fortalecer la seguridad nacional estadunidense.

Según Cory Gardner, el legislador republicano que presentó la iniciativa en la Cámara de Representantes, oponerse a esta legislación es como colgar el teléfono a una llamada de emergencia hecha por nuestros amigos y aliados. Y podría ser verdad –siempre y cuando tus amigos y aliados trabajan en Chevron y Shell, y la emergencia es la necesidad de mantener las ganancias elevadas, en medio de los decrecientes suministros de petróleo y gas convencional.

Para que funcione este ardid, es importante no mirar demasiado de cerca los detalles. Por ejemplo, el hecho de que mucho del gas probablemente no llegue a Europa –porque los proyectos de ley permiten que el gas sea vendido en el mercado mundial a cualquier país que pertenezca a la Organización Mundial del Comercio.

O el hecho de que, durante años, la industria ha enviado el mensaje de que los estadunidenses deben aceptar los riesgos que la fractura hidráulica trae a su tierra, agua y aire, con tal de ayudar a su país a obtener una independencia energética. Y ahora, de pronto, astutamente la meta se volvió la seguridad energética, que al parecer significa vender en el mercado mundial una temporal superabundancia de gas obtenido mediante fracking y así crear dependencias energéticas en el extranjero.

Y, sobre todo, es importante no darse cuenta que construir la infraestructura necesaria para exportar gas a esta escala tomaría muchos años de permisos y construcción. Para cuando estos masivos proyectos industriales estén funcionando, es posible que Alemania y Rusia sean amigos cercanos. Para entonces, pocos recordarán que la crisis en Crimea fue el pretexto que la industria del gas aprovechó para hacer realidad sus eternos sueños de exportación, sin importar las repercusiones sobre las comunidades locales, por el fracking, o sobre el planeta que se calienta.

A este hábito de explotar una crisis para obtener ganancias privadas le llamo la doctrina del shock, y no muestra señales de ir en retirada: durante los tiempos de crisis, ya sea real o manufacturada, nuestras elites imponen políticas no populares, que van en detrimento de la mayoría, bajo el pretexto de que es una emergencia. Muchas industrias son buenas en hacer este ardid, pero el más hábil en explotar la cualidad que tiene una crisis de frenar la racionalidad es el sector global del gas.

Durante los últimos cuatro años los cabilderos del gas han usado la crisis económica en Europa para decir a países como Grecia que la salida de la deuda y la desesperación es abrir sus hermosos y frágiles mares a la perforación. Y emplean argumentos similares para racionalizar el fracking en América del Norte y Reino Unido.

La crisis de moda es el conflicto en Ucrania. Lo usan como ariete para derribar las sensatas restricciones a las exportaciones de gas natural y para promover un controvertido acuerdo de libre comercio con Europa. Es todo un acuerdo: más economías empresariales de libre comercio contaminantes y más gases que atrapan el calor y contaminan la atmósfera. Todo esto en respuesta a una crisis energética en buena medida manufacturada.

Y vale la pena recordar –la ironía de las ironías– que la crisis que la industria del gas natural es más hábil explotar es el mismo cambio climático.

Qué importa si la única solución que la industria ofrece a la crisis climática es expandir drásticamente el uso del fracking, que libera a la atmósfera cantidades masivas de metano, desestabilizador del clima. El metano es uno de los gases de efecto invernadero más potentes, 34 veces más fuerte para atrapar el calor que el dióxido de carbono, según los más recientes cálculos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Y eso ocurre durante un periodo de 100 años, con el poder del metano reduciéndose a lo largo del tiempo.

Es mucho más relevante, argumenta Robert Howarth, bioquímico de la Universidad de Cornell, observar el periodo de 15 a 20 años, cuando el metano tiene un impresionante potencial de cambio climático: 86 a 100 veces mayor que el dióxido de carbono. Y recuerda: no construyes infraestructura multimillonaria en dólares a menos que planees usarla durante al menos 40 años. Así que la respuesta que le damos a nuestro planeta que se calienta es la construcción de una red de hornos atmosféricos superpoderosos. ¿Estamos locos?

No sabemos cuánto metano se libera al perforar y hacer fracking y con toda su infraestructura. Aun cuando la industria del gas natural vende sus emisiones de dióxido de carbono como ¡más reducidas que el carbón!, nunca ha realizado una medición sistemática de sus fugas de metano. La industria del gas, en 1981, salió con el astuto discurso de que el gas natural era un puente a un futuro de energía limpia. Eso fue hace 33 años.

Y en 1988 –el año que el climatólogo James Hansen alertó al Congreso, en un histórico testimonio, sobre el urgente problema del calentamiento global– la Asociación Estadunidense de Gas comenzó a explícitamente describir su producto como respuesta al efecto invernadero.

El uso que la industria hace de Ucrania para expandir su mercado global, bajo la bandera de la seguridad energética, debe verse en el contexto de este ininterrumpido historial de oportunismo ante las crisis. Sólo que esta vez muchos más de nosotros sabemos dónde está la verdadera seguridad energética. Gracias al trabajo de reconocidos investigadores, como Mark Jacobson y su equipo en Stanford, sabemos que el mundo puede, para 2030, obtener su energía exclusivamente de renovables. Y gracias a los más recientes y alarmantes informes del IPCC sabemos que hacerlo es ahora un imperativo existencial.

Depende de los europeos transformar su deseo de emancipación del gas ruso en una demanda de una acelerada transición a renovables. Tal transición –a la cual las naciones europeas están comprometidas por el Protocolo de Kyoto– fácilmente puede ser saboteada si el mercado mundial es inundado con combustibles fósiles baratos que fueron extraídos mediante fracking del lecho de roca estadunidense. Responder a la amenaza de un calentamiento catastrófico es nuestro más urgente imperativo energético. Y simplemente no podemos darnos el lujo de distraernos con el más reciente ardid de mercadotecnia, alimentado con una crisis, de la industria del gas natural.

Traducción: Tania Molina Ramírez

* Autora de La doctrina del shock No logo.

Twitter: @naomiaklein.

www.naomiklein.org

Copyright Naomi Klein 2014. Este artículo fue publicado en The Guardian el 11 de abril de 2014

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Geopolítica del gas shale
John Saxe-Fernández
La Jornada, 17 de abril de 2014, Opinión p.25


Un nuevo acuerdo comercial transatlántico permitirá contar con licencias de exportación para proyectos de gas natural licuado (GNL) con destino a Europa, lo que es de obvia relevancia en la geopolítica de hoy, dijo Barak Obama luego de reunirse con líderes de la Unión Europea, UE (Reuters, 26/3/14). Dada la falta de sustento geológico, financiero y atmosférico de la explotación de gas y petróleo de lutitas (shale), más sus graves impactos en la salud y el agua, llama la atención que sólo al final de ese bluff en torno a la crisis ucrania, Obama reconociera, muy de pasito, que sustituir a Rusia como fuente de gas para la UE, no es algo que pueda lograrse de la noche a la mañana. En contraste con la narrativa oficial de la "geopolítica shale", existe evidencia dura, de los registros diarios de producción de 65 mil pozos en 31 cuencas shale de Estados Unidos (EU), que muestran curvas de declinación exponencial, según estudios del geofísico David Hughes (La Jornada, 18/4/2013 p. 30).

Hughes muestra que la producción de gas shale en EU, luego de un gran auge, llegó a una meseta a finales de 2011. El 80 por ciento viene de cinco cuencas, varias en declive. Las altas tasas de declinación que muestran los registros diarios de los pozos acarrean un alto costo financiero. En 2012, por ejemplo, se perforaron más de 7 mil pozos de gas shale, con una inversión de 42 mil millones de dólares (mmdd), sólo para mantener el mismo nivel de producción (valorada en 32 mmdd). En relación con el crudo shale, más de 80 por ciento viene de dos cuencas: Bakken en Dakota del Norte y Montana, e Eagle Ford, al sur de Texas que colinda con México. En 2012, por la alta tasa de declive, se perforaron más de 6 mil pozos con un costo de 35 mmdd anuales para mantener el mismo nivel de producción (Ibid).

Mientras Obama hablaba, el liderato europeo sabía que EU ha experimentado un inusitado aumento de 40 por ciento de la producción de gas shale y que la producción del tight oil creció hasta llegar cerca de 20 por ciento de la producción total, revirtiendo años de descenso, pero también está al tanto de los límites geológicos de la explotación shale sobre las ganancias de las grandes petroleras: Desde agosto 2013 Shell registró una pérdida de 2.07 mmdd de su portafolio shale en EU y en el segundo trimestre de ese año sus ganancias cayeron 60 por ciento en relación con igual periodo de 2012, por lo que anunció que "contemplaba la venta de sus propiedades shale" (Wall Street Journal, 1/8/13). Pero también Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del mundo, había registrado desde 2010 un desplome en sus ganancias por mayores gastos y abruptas caídas en la producción de crudo y gas (ibid). Esto significó un desplome trimestral de 57 por ciento. Sus ganancias por barril de crudo y gas equivalente cayeron 23 por ciento en relación con el año anterior. Agréguese la gran especulación y manejo de los precios del gas shale por los grandes bancos y firmas de inversión de Wall Street y se entenderá por qué, en diciembre de 2013, Shell también desistió, por riesgosa, de una inversión en EU de unos 20 mmdd, decisión calificada por el Financial Times (5/12/13), como un severo golpe a la industria de transformación de Gas a Líquidos, en la que Shell es líder, esencial al insostenible escenario geopolítico de Obama.

Como los combustibles fósiles junto a los bienes de alta tecnología, forman parte del comercio estratégico, el uso del shale para incidir en la ecuación energética entre Rusia y la UE además de fútil, es síntoma de lo que, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Thorstein Veblen (1857-1929) calificó de demencia precoz, término usado metafóricamente en la historia del pensamiento económico para calificar el irracional riesgo de una globalización monetaria desenfrenada, de la desregulación de los sistemas bancarios y del desboque especulativo. En síntesis, se trata de la relación no regulada entre la especulación monetaria y el comercio internacional que, según el destacado –y recordado– sociólogo Arthur Vidich, tiende a generar guerras comerciales y finalmente a lanzar a los países a la búsqueda de soluciones militares para sus conflictos internos e internacionales.

Este planteo es muy relevante si se recuerda que Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial (BM), al referirse a los catastróficos efectos del calentamiento global por la quema de combustibles fósiles, advirtió sobre (las) batallas por alimentos y el agua en los próximos cinco a 10 años. Lo que contrasta con la agenda pro-fósil y el entusiasmo del Tesoro –y del BM– por la privatización/desregulación petrolera en México y los leoninos acuerdos transatlántico y transpacífico, que privilegian al alto capital y a las firmas emisoras de gases con efecto invernadero, por encima del interés público nacional e internacional.

En la era nuclear y en medio del colapso climático en curso, los impactos de la depredación capitalista son de alto riesgo para la vida en el planeta.

jsaxef.blogspot.com


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La invasión de energos
Abraham Nuncio
La Jornada, viernes 18 de abril de 2014, Opinión p.34

En California existe el mayor yacimiento de gas shale en territorio estadunidense, y en Texas, uno no muy menor.

A Jerry Brown, el gobernador californiano, lo presionan para que impulse la explotación intensiva de ese energético y le ponen de ejemplo a Texas. Los argumentos: a los habitantes de California les sale más caro el combustible que a los de Texas, y en este estado el empleo y la economía han registrado un crecimiento como no parece que ocurra en el de la costa oeste.

Brown ha respondido que a su administración le interesa el crecimiento económico, pero no a costa de la salud y el futuro de la población. El demócrata Brown no puede desestimar la rapiña y el desprecio hacia la humanidad de las empresas energéticas. Comparte con sus conciudadanos la memoria sobre la crisis de energía en que sumieron al estado en 2000-2001. Entre esas empresas estaban las gigantes Enron y Halliburton. Gracias a las políticas neoliberales que desregularizaron la generación y distribución de energía eléctrica, la tornaron cara y especularon con ella tal como se perfila en México. Ya hacia la quiebra, simplemente bajaron el switch.

A empresas de ese tipo el gobierno mexicano les ofreces el oro y el moro para que ciertos costos les salgan gratis.

Contra lo que el régimen pretende disminuir o simular, hay que tener presente la irresponsabilidad y connivencia del de Estados Unidos y Enron y Halliburton. Enron, de la cual era presidente el delincuente Kenneth Lay ( Kenny boy, lo llamaban sus amigos los Bush), llevó a miles de pequeños ahorradores a la ruina; Halliburton (opera en 70 países) ha sido acusada de participar en decenas de contratos al margen de reglas de licitación, por los cuales ha captado cientos de millones de dólares y es uno de los mayores proveedores de Pemex; presidida en un tiempo por Dick Cheney, político-empresario que haría ver al protagonista de House of cards como una miniatura, también es amigo de los Bush y fue, por lo mismo, vicepresidente de Estados Unidos con George W. Los presidentes mexicanos han omitido, y omite el actual, lo que representa esta megaempresa: difundidas han sido su influencia en la reforma energética que nos amenaza y sus inversiones dadivosas en las elecciones presidenciales de México (¿nada nos dicen los más de 4 mil 500 millones de pesos que fueron gastados por el PRI en la campaña de Enrique Peña Nieto, 15 veces lo permitido por ley?).

A principios de abril tuvo lugar en Monterrey la 28 Conferencia Legislativa Fronteriza. Allí se escuchó la voz del senador demócrata de Texas José Rodríguez, señalando los daños provocados por el uso del fracking en su estado, sobre todo en carreteras y caminos: los destruyen miles de pipas de agua para abastecer los pozos que se hacen. Su reparación en 14 condados ha significado un duro golpe para el erario y la población. Las empresas involucradas han ahorrado millones de dólares. Advirtió a los mexicanos que correremos la misma suerte, en caso de no expedir leyes que regulen la intervención de empresas similares en la extracción del gas shale.

Fue vergonzoso que un senador texano haya mencionado lo que callan –o niegan– las autoridades de Nuevo León, los especialistas de la universidad pública y de otras instituciones de enseñanza superior, salvo El Colegio de la Frontera Norte, que organizó un seminario sobre el tema, y la mayoría de los medios de comunicación. Una excepción: El Horizonte publicó un editorial en el que se afirma: "Sin duda lo que sucede en el estado de Texas puede servir de aprendizaje... Miles de activistas texanos llevan un par de años pidiendo la eliminación delfracking, por considerar que ha sido un factor determinante de una sucesión de temblores que, de la nada, han proliferado en distintas regiones". Lo mismo hizo la Asociación Mexicana contra el Fracking, que convocó a una reunión en Monterrey hace unos días. Un mes atrás el Comité Pro Bienestar y otras organizaciones ambientalistas y civiles se presentaron en el Congreso del estado para exigir una legislación que proteja la vida de la comunidad y la de sus recursos naturales contra la explotación irracional de éstos.

En Nuevo León han venido ocurriendo frecuentes temblores. En algunos documentos de la UANL se los asocia, entre otras causas, a la enorme topera en que ha sido convertida la cuenca de Burgos (sin beneficio para sus moradores) y a las perforaciones mediante elfracking. Quizá, como dice uno de esos documentos, la formación geológica de Nuevo León puede amortiguar las ondas producidas por los sismos. Que así sea; pero también hay la probabilidad de que la naturaleza alterada, como ahora ocurre en diferentes regiones de Estados Unidos, señaladamente en Dakota del Norte, pudiera desencadenar tragedias infernales.

Como una agravante de todo ello está lo que el senador texano prevé: el proyecto denominado Monterrey VI se planea que tenga un costo de 17 mil millones de pesos. Lo pagarían los contribuyentes. Serviría, como afirmó y luego negó el gobierno del estado, para proveer a la extracción del gas shale del agua acarreada del río Pánuco. La oposición a ese proyecto no es menor, como se lee en el reportaje de nuestra compañera Sanjuana Martínez ( La Jornada, 13/4/14).

Hay que decirlo: los negociantes de energos no vienen sólo a expoliarnos, sino a mandarnos y a lograr su objetivo sobre nuestros propios cadáveres si es preciso. La película Petróleo sangriento es un involuntario mal augurio de lo que nos espera.

Miguel Valencia
ECOMUNIDADES 

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