La religión de la economía:  responsable del colapso del mundo
    
Ponencia presentada en  el grupo de trabajo por una red nacional  en defensa de la Madre Tierra
    
29 de abril de 2013
    
Hace unos 800 años, el papado abandona un principio  fundamental del cristianismo: No a la  usura, al autorizar el funcionamiento de los bancos en la  Lombardía: nace la modernidad y la desacralización del mundo. Pocos siglos  después, por la creciente actividad bancaria, emergen grandes financieros que  patrocinan el Renacimiento, la Reforma, la revolución de los cercados y el  nacimiento de la ciencia moderna.  La  autorización papal del precio a la moneda (cobro de intereses), con el tiempo abre  la puerta, hace unos 500 años, a la legitimación de la propiedad privada  (compra-venta de tierras), y más tarde, hace unos 200 años, a la  mercantilización tecnificada del ser humano (los recursos humanos), por medio de sueldos y salarios por día, semana  o mes. Hace unos 400 años aparecen en Europa las ideas que habrían de formar  parte de las teorías económicas clásicas que emergen hace unos 250 años. Nace  entonces una supuesta disciplina  científica que pretende teorizar  sobre las falsas mercancías creadas por los poderosos: el dinero (la mercancía  que sirve para comprar todas las mercancías), la tierra y el ser humano;  germina una disciplina científica que  tiene pretensiones de ciencia dura como la física y que se ve obligada a  recurrir en exceso a las matemáticas para ocultar su desoladora vaciedad y sus  verdaderos propósitos: hacer más ricos y poderosos a los que ya lo son.
    
Las maniobras de papas, reyes, obispos, príncipes, clérigos,  estudiosos, generales, hacen realidad la idea de la escasez, esencia misma del pensamiento económico. La doctrina de los recursos escasos asignados a fines  alternativos (una de las definiciones clásicas de la economía), infesta a  Europa y luego al mundo al iniciarse las revoluciones conservadoras:  higienistas, industriales, sanitarias, transportistas, urbanas. Los fines alternativos que propone en el  fondo la economía son todos aquellos fines o ambiciones inconfesables que se  les ocurren a las mentes más degradadas y miserables de la humanidad (el  liberalismo); no obstante, para hacer factibles estas ambiciones inconfesables,  el pensamiento económico debe aceptar las contribuciones de aquellos que  proponen fines alternativos  encomiables, altruistas(la economía política), debido a que proponen beneficiar  a todos los seres humanos o a la mayoría o a los más vulnerables, pero, desde  luego, sin objetar la idea de la escasez o  del uso intensivo de la moneda en la vida humana o el predominio de las  mercancías en el mundo. La economía viene pues a legitimar la avaricia, la  usura, la expoliación originaria de tierras, las ambiciones ilimitadas, los  medios por encima de los fines, los juicios fragmentarios y la explotación del  ser humano y los dones de la Madre Tierra.
    
La economía, hija bastarda de la ciencia y la tecnología,  encuentra en ellas los instrumentos para hacerse poderosa y reinar sobre todas  las cosas del mundo; inventa los sueños de progreso y desarrollo: la  modernización y el paraíso tecnológico en la tierra; fabrica entonces un culto  por la ciencia y la tecnología que somete a las religiones y cultos del mundo  al embate de una nueva y fatal creencia: la ciencia y la tecnología, ahora  convertida en tecnociencia, tiene todas las respuestas a nuestros males; todo  puede ser resuelto por la tecnociencia, por el conocimiento científico.  No importa que detrás de toda contaminación y  agotamiento de los dones de la Madre Tierra haya ciencia y tecnología, más  ciencia y tecnología resolverá los problemas del ser humano. El culto a la  ciencia y la tecnología, la ciencia chatarra, produjeron luego nuevas escuelas  y universidades, los mensajes de los medios y la publicidad, y nuevas teorías  políticas y económicas que a su vez fabrican en el siglo XX un nuevo hombre: el  homo economicus o el hombre  unidimensional, el hombre que sólo vive y entiende la dimensión económica de la  vida, una dimensión esencialmente artificial, impuesta a todos desde el  nacimiento por los poderosos del mundo. La economía coloniza las mentes de  muchas generaciones hasta crear un imaginario social esencialmente económico,  economista, economicista, que sólo entiende de actividades en esos términos y  que se convierte en enemigo de todo lo que tiene el ser humano de espiritual,  artístico, cultural, convivencial, creativo, vital, generoso, altruista, noble.  La economía invade finalmente los aspectos más íntimos de la vida y los  rincones más alejados de la Tierra. En nuestras mentes se encuentra el origen  del desastre social y ecológico del mundo.
    
El consumismo, el trabajo alienado, se convierten en valores  centrales de la vida moderna en el siglo XX; querer más, más grande y más  rápido es la esencia de las aspiraciones del ser humano contemporáneo. Por  medio de la mercadotecnia y la publicidad, el crédito al consumo y la obsolescencia  programada, las personas quedan sometidas a un trabajo y consumo degradante que  no sólo anula sus potenciales creativos sino que las convierte en individuos  sistemáticamente depredadores tanto en lo social como en lo ecológico o  ambiental. El imaginario económico fomenta la competencia por algunas  zanahorias que muy pocos consiguen; obliga a todos a ser expertos en economía y  finanza; se occidentaliza el mundo entero y mueren las culturas milenarias, las  tradiciones y los dones de la Madre Tierra. La economía se convierte en la religión  dominante en el mundo. Los fetiches del crecimiento, del Producto Interno  Bruto, el PIB, los mercados, la productividad, la competitividad se imponen  sobre la conservación de las culturas y los dones de la Madre Tierra, incluso  sobre la supervivencia de la especie humana.     
    
La política y la sociedad quedan entonces bajo el reinado de  la economía, mueren las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, así como los  intentos democratizadores o socializantes o ecologistas o ambientalistas, en el  mundo. El colapso del mundo: ecológico, climático, ambiental, energético,  hídrico, de la biodiversidad, sanitario, agrícola, alimentario, comunitario,  urbano, educativo, de la salud, cultural, social, de la Paz, institucional,  político, simbólico, tiene una causa central: la religión de la economía, esa  autodenominada disciplina científica.  Desde hace más de 250 años, la economía es la justificación que se utiliza para  autorizar el saqueo de los dones de la Madre Tierra, la contaminación de los  suelos, mares, ríos, lagos, lagunas, humedales, manglares, ambientes,  atmosferas; para tolerar la esclavitud de cientos de millones de seres humanos,  la miseria de más de la mitad de la humanidad, la migración de miles de  millones de personas en el mundo, el desquiciamiento del tejido social, las  guerras y los inmensos riesgos que ecocidio y genocidio que pesan sobre la  humanidad.  La economía es el mito  histórico, la ciencia chatarra que se emplea para legitimar las acciones  criminales de políticos, financieros, empresarios, científicos, académicos,  administradores, y desde luego, de los mismos economistas. La economía es la  responsable de la terrible devastación cultural y ecológica del mundo.

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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
¡Descrecimiento o Extinción! 
  
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