Por qué no voto
Quiero dejar testimonio de mi posición con relación a los asuntos electorales. El fraude electoral del 2006 me dejó marcado: en este año quedé harto de fraudes electorales. Ya sabemos las consecuencias del fraude electoral del 2006: cientos de miles de muertos y desaparecidos: el país en ruinas. El sistema político mexicano detenta tal vez el primer lugar mundial en la producción de fraudes electorales; su capacidad para hacer fraudes parece ser infinita. Hoy está a la vista el fraude para el 2012, preparado hace años por el Sistema: Peña Nieto ha gozado de todas las facilidades para confeccionarlo, con la descarada ayuda del IFE, el TRIFE, las mayores televisoras, los grandes empresarios y una buena parte de la sociedad mexicana que tiene una gran tolerancia a los fraudes electorales. Además, todo indica que la mayoría de los simpatizantes de Josefina Vázquez Mota ayudarán con su voto al triunfo de Peña Nieto, pues detestan a AMLO. Opera con gran eficacia el miedo introducido por los ricos y poderosos en la sociedad mexicana. Pesa demasiado en el ambiente la muerte violenta de más de 90,000 personas en este sexenio; un gran sector de la población ha caído en la trampa de la "seguridad" que nubla su pensamiento: quieren más ejército y más policías.
La "política espectáculo" que facilita la realización de los fraudes electorales por medio de los escándalos, los chismes, la superficialidad, ha impregnado el discurso de los candidatos a la presidencia de la República y de los gobernantes mexicanos. A mi parecer, los candidatos han demostrado en esta campaña que están muy lejos de entender la gravedad de las crisis, problemas y desafíos que enfrentamos en estos momentos. Me han dejado en claro que no tienen sensibilidad y conocimientos suficientes para ocuparse con mínima solvencia de frenar las causas de la destrucción de la Madre Tierra, de la miseria, de la violencia, de las crisis mundiales, del desquiciamiento de los valores de la sociedad mexicana; carecen de potenciales para enfrentar los embates que se desprenden del fracaso del sistema financiero mundial, de la economía, de la industria y de la urbanización ; no tienen capacidades para hacer frente a la muerte de los mares, ríos, selvas, bosques antiguos; la contaminación de los suelos, el agua y el aire; el Final del Petróleo Barato o la entrada del Petróleo Extremo o el Desorden Climático. Me parece una gran ingenuidad esperar algún beneficio para los mexicanos, por parte de los candidatos o gobiernos mexicanos de cualquier signo.
México está sometido a un conjunto de poderes extranjeros que saquean cotidianamente nuestro territorio, que hacen grandes negocios con nuestras riquezas naturales, que nos imponen las leyes, códigos y normatividades que les convienen y que, peor aún, le infunden a la mayor parte de los mexicanos los deseos económicos y opiniones políticas que tienen. Estos poderes no están dispuestos a tolerar cambios importantes en la forma de gobierno, en la macro economía que les es tan favorable. Cualquier candidato que quiera ganar la presidencia de la República deberá ofrecerles garantías de que no hará cambios importantes a esta forma de gobierno. Además, las leyes, los tratados, los códigos y las normatividades existentes impiden a los nuevos gobernantes hacer cambios importantes en la manera en que se conduce la economía. Para ello, los candidatos se han capacitado en el doble lenguaje: en el lenguaje que utilizan con los poderosos y en el lenguaje que utilizan con los pobres. A veces, los que saben hablar con los pobres les resultan muy útiles a los ricos y poderosos, como ha sucedido con Lula da Silva, Omala y otros. Me parece que el sistema político mexicano nunca ha estado abierto al cambio por medios electorales.
Cuando votamos entregamos un poder no sólo al candidato sino al sistema político, el que resulta finalmente el principal beneficiario de nuestro voto: legitimamos no sólo al candidato sino al IFE, al TRIFE, a la legislación y a la jurisprudencia que le acompaña. Con nuestro voto perpetuamos un sistema político infame que históricamente ha demostrado estar al servicio de los inversionistas internacionales y ser enemigo de la mayor parte de los mexicanos y de la Madre Tierra. Como se ha demostrado en la época moderna, la democracia representativa sólo puede servir para crear más miseria y destrucción de la Naturaleza; además, esta falsa democracia resulta especialmente peligrosa en una encrucijada como la que nos encontramos en estos momentos: sus representantes complican los problemas nacionales por su inveterada inclinación a la mentira y el engaño.
Ciertamente, la llegada de Peña Nieto a la presidencia de la República constituye una perspectiva horrorosa, sin embargo, una buena parte de los mexicanos sabe que no representa, ni de lejos, a la mayor parte de los mexicanos, por lo que su gobierno podría fácilmente enfrentar una feroz resistencia social y convertirse en otro estrepitoso fracaso como lo es el de Calderón, lo que podría radicalizar a la sociedad mexicana contra el Sistema, lo que no es una consecuencia despreciable. Votar por AMLO, para evitar que Peña Nieto entre al poder me parece una visión muy superficial por diversas razones; en primer término porque los votos de este tipo son tácticos y no estratégicos; se fundamentan en cálculos, no en principios: refuerzan al Sistema y consiguen poco en el mediano plazo. Ciertamente, AMLO es el "menos malo" de los candidatos, pero, votar por él significa también votar por el Sistema, lo que me parece inaceptable. El sentido simbólico de nuestro voto no puede ignorarse. La solución a nuestros problemas no está en los candidatos o en los gobiernos, está en la base de la sociedad. Los candidatos y los gobernantes no nos representan. El cambio tiene que venir, como dicen los zapatistas, de abajo y a la izquierda. Estas elecciones podrían servir para iniciar un cambio verdadero, por medio del rechazo abierto al híper corrupto sistema político mexicano y su nefasta democracia representativa. No voto porque no quiero que nadie me represente: quiero poderles decir en el futuro con fundamento y solvencia que no me representan a mí y a la mayoría de los mexicanos.
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