lunes, 25 de mayo de 2015

La vivienda sustentable y el descrecimiento urbano.

Ponencia presentada en el Segundo Congreso Nacional de Vivienda, en el eje temático Producción de vivienda y desarrollo sustentable. Facultad de Arquitectura de la UNAM, ciudad universitaria. 

Autor: Miguel Valencia Mulkay

La producción de vivienda y el desarrollo sustentable están en México en una vía muerta desde hace muchos años: fomentan la destrucción del tejido social, de los regalos de la Naturaleza y de la comunidad territorial. Fracasan recurrentemente porque se sustentan en premisas equivocadas, como son: la religión de la economía, el desarrollo, el culto a la ciencia y la tecnología, el desprecio por la Naturaleza, por la comunidad y por la inclinación poética o creatividad de la gente. Fracasa porque ignora los colapsos mundiales, como lo son: el colapso climático, ambiental, hídrico, alimentario, de la limpia, de la biodiversidad, del campo, de la ciudad, de la salud, de la seguridad, de las culturas, de la economía, de la política, de los valores. De entrada, no hay manera de avanzar en los asuntos de la vivienda sin una revisión de las ideas y la historicidad del desarrollo, del significado oculto del desarrollo, de sus consecuencias destructivas, hoy tan evidentes.  El desarrollo, según lo entienden los banqueros y los gobiernos, implica más y más grandes supercarreteras, torres, presas, trasvases, aeropuertos, hospitales, centros comerciales, unidades habitacionales, conglomeraciones, megalópolis. Implica según ellos más y más grandes autos, tráileres, aviones, barcos, refrigeradores, celulares, televisores, computadoras, armas, equipos militares. El desarrollo, como lo entienden los grandes empresarios y la mayor parte de los académicos, implica consumir más agua, electricidad, gas, gasolina, metales, maderas, tierras, piedras, productos industrializados; implica mayor crecimiento físico, espacial, territorial, económico, financiero, político y simbólico. Implica, además, conseguir este crecimiento en el menor tiempo posible. El desarrollo, como lo entienden los  banqueros y los gobiernos, implica tener Más, Más Grande y Más Rápido, valores que se han inculcado en las escuelas públicas y privadas desde el final de la Segunda Guerra, por lo que ahora son los valores que dominan las mentes de la mayor parte de la población que ahora denominamos como "desarrollada".  

Así fue concebido el desarrollo por el presidente Truman, cuando lanza en 1949 este nuevo significado de la palabra amiba desarrollo en su discurso a la nación y al mundo, con el fin de sustituir a la vieja idea del "progreso", impuesta por el Imperio Británico. En su discurso, Truman degradó a las demás naciones del mundo al calificarlas como naciones subdesarrolladas o en vías de desarrollo, pues no tenían el modo de vida y la tecnología que poseía su país. Desde entonces la palabra desarrollo significa otra cosa en el mundo; significa adoptar, en tanto sea posible, el modo de vida que tienen los habitantes de la nación que impone este nuevo significado a la palabra desarrollo; significa sobre todo la obligación de adquirir la tecnología, los conceptos, los "conocimientos", los "valores" de ese país, vanguardia mundial en la devastación climática, social y  ambiental. Implica colonizar el imaginario social con el pensamiento único que degrada al mundo.

En los 50 y los 60, se desata el desarrollo en el mundo, se viven los famosos 30 años gloriosos (1945-1975), sin embargo, ya en esta última década empiezan a sonar fuerte las alarmas: el desarrollo empieza mostrar su enorme potencial destructivo: los ríos, los lagos, los mares, los suelos, las atmosferas de los países "desarrollados" resienten contaminaciones nunca antes vistas; se multiplican en esos países las protestas de airados ciudadanos contra la terrible devastación ecológica, social y cultural producida por el desarrollo.  El escándalo escala al punto que las más grandes corporaciones del mundo de la época: el llamado Club de Roma, encarga al MIT un gran estudio sobre "los límites del crecimiento" que provoca una gran conmoción política que sólo pudo ser sofocada años después, por medio de la barbarie económica que hoy padecemos. Desarrollo quiere decir crecimiento por el crecimiento mismo. La economía, para lograr el control de las mentes, impone el dogma del crecimiento infinito en un mundo finito; propaga las ideas de una Tierra inagotable, como un cuerno de la abundancia, y una ciencia y tecnología que es capaz de resolver todos los problemas del ser humano, inclusive los sociales y ambientales; exige adoptar ambiciones económicas sin límites, imponer los mega proyectos más descabellados, sin tomar en cuenta a la Naturaleza y condiciones ecológicas de cada territorio y las comunidades y las culturas. Somete a la ciencia y la tecnología y la transforma en la tecnociencia de hoy en día, una actividad de culto que sólo es capaz de producir soluciones ecocidas, genocidas. Al convertirse en una religión, la economía impone el crecimiento como el fetiche cuyas propiedades mágicas resuelven todos los problemas, incluyendo los sociales, culturales y ambientales. La productividad y la competitividad que impulsa la economía son contrarias a la "productividad" y la "competitividad" de la sociedad y la Naturaleza.

El Informe del Club de Roma desencadena a principios de los 70 el debate mundial del crecimiento y nace así movimiento ecologista internacional. El economista y matemático Nicholas Georgescu Roegen publica entonces su gran libro Demain la Decroissance (Mañana el decrecimiento), en el que advierte la gran vulnerabilidad del crecimiento y sus peligros: predice lo que hoy sucede: la Tierra no aguanta más urbanización e industrialización. Sin embargo, los intereses que se benefician con la destrucción ecológica y ambiental del mundo, frenan el debate sobre el crecimiento y la capacidad de carga del territorio y desarrollan una mercadotecnia política para maquillar de verde cualquier concepto o tecnología altamente destructiva. Así aparecen en el mundo los focos ahorradores, los autos y autobuses verdes, los mercados de carbono y la tecnología verde que promueven los empresarios, la que no tiene impacto significativo alguno en frenar la destrucción climática, ecológica o ambiental. El maquillaje verde se extiende por el mundo, con la idea del desarrollo sustentable, la economía verde, el crecimiento verde.

Las palabras sustentable, sustentabilidad, aparecen en los 80, cuando ya es muy evidente el fracaso de las ideas del "desarrollo".  La devastación social y ambiental producida por los nuevos conceptos de transporte, vivienda, edificación, por la urbanización moderna, era ya escandalosa. Se busca entonces defender lo adquirido por el desarrollo, proteger su vigencia o "sustentabilidad". La introducción de la palabra sustentable en el discurso gubernamental refleja el fracaso de las ideas de desarrollo. El llamado desarrollo sustentable, como lo señala Serge Latouche en su libro Le Pari de la decroissance, entraña una tentativa de engaño que pretende conjurar el espectro del decrecimiento. El desarrollo sustentable es un oxímoron o una antinomia. Se le llama así a la figura retórica que consiste en yuxtaponer dos palabras contradictorias como, por ejemplo "la oscura claridad", procedimiento poético que sirve para expresar lo inexpresable, pero, que ahora los tecnócratas utilizan cada día más para persuadir al mundo de hacer lo imposible. El desarrollo sustentable es una flagrante contradicción: no hay manera alguna de hacer sustentable al desarrollo. La expresión desarrollo sustentable, impuesta por Henry Kissinger en 1992, es además un pleonasmo: si se adopta la definición convencional del desarrollo de Rostow, como self –sustaining growth, es decir: crecimiento auto sostenido.

Consecuentemente, la utilización de la expresión desarrollo sustentable en los asuntos de la producción de vivienda bloquea la posibilidad de avanzar en este tema; no puede sino conducir al desastre cualquier política o propuesta relacionada con la vivienda. La palabra desarrollo estorba en el debate sobre la vivienda, por su gran carga histórica de destrucción ecológica, ambiental, social y cultural. No podemos conservar las categorías, conceptos, ideas utilizados en el desarrollo; Para avanzar en la protección, preservación, de los ríos, lagos, mares, acuíferos, suelos, bosques, selvas, biodiversidad, atmosferas, clima, sustentabilidad, en la producción de vivienda, es indispensable descolonizar la mente del imaginario del desarrollo, de las ideas de crecimiento.

En su discurso ante The Royal Institute of British Architects, York, Reino Unido, julio de 1984, (para el 150 aniversario de su fundación) Ivan Illich dice Una morada no es una madriguera ni un garaje. Habitar era permanecer en sus propias huellas, dejar que la vida cotidiana escribiera las redes y las articulaciones de su biografía en el paisaje… La morada nunca estaba terminada antes de ocuparse, contrariamente al alojamiento contemporáneo que se deteriora desde el día mismo en que está listo para ser ocupado… Una construcción se perpetúa de alguien vivo a otro; unos ritos marcan las etapas importantes: pueden pasar generaciones entre la colocación de la piedra angular  y el labrado .Igualmente un barrio urbano nunca se termina…El arte de habitar forma parte integral de esa economía moral que EP Thompson describió tan bien. .. Sucumbió ante los profesionales que introdujeron las alcantarillas y las reglamentaciones. Casi fue suprimido por la economía de bienestar que exaltó el derecho de cada ciudadano a su garaje y a su aparato de televisión…. El arte de habitar es una actividad que sobrepasa al alcance del arquitecto. No sólo porque es un arte popular, no solo porque progresa por oleadas que escapan al control del arquitecto… sino más que todo, porque no existen dos comunidades que hagan su hábitat de la misma manera… Por consiguiente, el espacio cartesiano tridimensional, homogéneo, en el que construye el arquitecto, y el espacio vernáculo que hace nacer el arte de habitar, constituyen dos clases diferentes de espacio. Los arquitectos sólo pueden construir. Los habitantes vernáculos engendran axiomas de los espacios en los hacen su morada… El alojado perdió su poder de habitar. La necesidad de dormir bajo un techo tomó la forma de una necesidad definida culturalmente. Para él, la libertad de habitar ya no tiene sentido. Lo que necesita es el derecho a exigir cierto número de metros cuadrados en el espacio construido. Aprecia ese derecho y lo hace prevalecer. El arte de vivir se le confiscó: no tiene ninguna necesidad del arte de habitar-sino solamente de un departamento-;… El alojado vive en un mundo fabricado. No es libre de hacerse un camino sobre la autopista ni de hacer hoyos en sus muros…Las marcas que deja se consideran manchas-signos de usura. Lo que deja tras de sí son desperdicios que los trascabos desalojaran.   

Pero, el conflicto entre los valores vernáculos y los valores económicos no se limita a este espacio que llamamos un interior, Considerar que los efectos del arte de habitar se limitan a modelar este interior sería un error; lo que se extiende mas allá del umbral de nuestra puerta de entrada es igualmente modelado por este arte de manera diferente. La tierra humana se extiende de los dos lados del umbral, el umbral es como el pivote del espacio que crea el arte de habitar. De este lado es el hogar, del otro los ámbitos de la comunidad. El espacio que ocupan las casas familiares les es común. Abriga a la comunidad, como la morada abriga a los miembros del hogar familiar. Así como no existen dos comunidades con el mismo estilo de hábitat, tampoco existen las que tienen ámbitos de comunidad semejantes.  Que nuestro mundo se haya vuelto inhabitable es una consecuencia manifiesta de la destrucción de los ámbitos de la comunidad. Paradójicamente, entre mas aumenta el número de hombres, mas volvemos el entorno inhabitable. En la medida en que crece el número de personas que necesitan techo, la guerra contra el hábitat vernáculo entra en su última fase y fuerza a que la gente busque un alojamiento-que es un producto escaso… cuando el acto de habitar se vuelve un tema político, llegamos inevitablemente a un cruce de caminos. De un lado se preocuparán por el "alojamiento"… del otro, el empaquetamiento de los pobres en sus casilleros-habitación… Hay otra vía, aquella en la que se toma en consideración el derecho de una comunidad a construirse e instalarse según sus capacidades y talentos.

La vivienda industrializada producida con los criterios de desarrollo y crecimiento, desprecia totalmente a la comunidad y a la ciudad: desprecia el arte de habitar y la inclinación poética de la gente. Murray Bookchin, el más importante ecologista en la historia de Estados Unidos, en su libro Urbanization without cities  señala La ciudad en su mejor expresión es una ecocomunidad. Ignorar este hecho fundamental significa ignorar la destrucción que esta entidad enfrenta, ocasionada por uno de los más serios fenómenos de la época moderna, la urbanización masiva que la arrasa y desaparece junto con otros muchos elementos de la Naturaleza en nuestro planeta. La urbanización no es solo un hecho social y cultural de proporciones históricas, es también un hecho ecológico.  La urbanización, como le llamo a esta invasión, a este fenómeno siempre en crecimiento que tan fácilmente lo identificamos con las ciudades como tales, puede ser tan tóxica para el espíritu humano como lo puede ser para la integridad natural de una región. .. ¿Qué es entonces una ciudad? ¿Son realmente ciudadanos las personas atrapadas en las aglomeraciones urbanas de la modernidad? Deseo explorar el enorme valor de las ciudades- y los pueblos- como extraordinarias creaciones humanas. Al responder estas preguntas trato de examinar desde el punto de vista histórico los orígenes de las ciudades, su papel en la formación de la humanidad como especie única y creativa. ¿Se puede hablar de que la urbanización funciona contra la existencia de las ciudades? Las dos palabras "urbano" y "ciudad" son usualmente utilizadas como sinónimos. Sin embargo, realizaré grandes esfuerzos para demostrar que están en fuerte y acusado contraste entre sí- en efecto, que son encarnizados antagonistas. Me refiero a la declinación histórica de las ciudades como autenticas lugares o escenarios de la vida política-que alguna vez vivió en equilibrio con la Naturaleza-y, no menos significativa, la declinación de la misma noción de ciudadanía. .. La verdad es que hoy en día el campo y la ciudad están bajo asedio- un asedio que amenaza el lugar de la humanidad por excelencia en el ambiente natural. Ambos son subvertidos por la urbanización, un proceso que amenaza destruir sus identidades y la vasta riqueza de la tradición y la diversidad. La urbanización devora no sólo al campo, también devora a la ciudad…. Devora la vida de la ciudad basada en valores, cultura e instituciones alimentadas por relaciones agrarias. El espacio de la ciudad con su propincuidad humana, barrios distintos y política a escala humana, es absorbido por la urbanización, con sus asfixiantes rasgos de anonimato, homogeneización y gigantismo institucional.       

Holderlin, el poeta alemán nos dice" el hombre habita como un poeta"; Según Heidegger, el acto de habitar es "poesía", en el sentido elemental que los griegos daban a la palabra poiesis; es decir creación: yo produzco, compongo, construyo o simplemente hago.  La producción de la vivienda tiene que recuperar "La Libertad de Habitar de la que nos habla Jean Robert y que se opone a la "destrucción creativa" de las viviendas baratas existentes, a la producción industrializada de vivienda, a la trampa del "déficit de vivienda", a  la inestabilidad de nuestro lugar de residencia y a la muerte de la creatividad de la gente. Es hora que los pueblos, ejidos, barrios y colonias de México frenen el crecimiento cancerígeno que le imponen las absurdas normas de vivienda, los programas y leyes de desarrollo urbano vigentes, creadas por la confabulación desarrollista de políticos y empresarios. Es hora de devolver la Libertad de Habitar a las comunidades, para abrir posibilidades a la vivienda sustentable.

El Descrecimiento, movimiento internacional contra el crecimiento destructivo, desquiciante, propone impulsar utopías motrices, creativas, susceptibles de abrir espacios cerrados y perspectivas bloqueadas. Propone una ruptura con las ideas dominantes y de acuerdo con Latouche, impulsar una matriz que autorice el florecimiento de alternativas, por ejemplo de vivienda y la aplicación de un programa radical en las siguientes líneas de trabajo: Liberar el imaginario social de la religión de la escasez; Revalorización de la Naturaleza y las relaciones humanas; reconceptualización de la riqueza y la pobreza; revalorización de las comunidades y las ciudades; Reestructuración del aparato  de producción y las relaciones sociales en función de los nuevos valores: es necesario romper con la sociedad productivista y de consumo. Redistribuir la tierra y el trabajo; reconsiderar el uso del suelo; sustraer tierra a la agricultura productivista, a la especulación inmobiliaria, al asfalto, al cemento, a la desertificación. Redistribuir el trabajo: reducción del tiempo de trabajo y supresión del paro; redistribuir los ingresos entre generaciones. Relocalizar la vida y la economía; favorecer el renacimiento de las comunidades, de los barrios, los pueblos, las colonias. Reducir los consumos de agua, electricidad, gas, gasolina, metales, madera, tierras; Reutilizar las vestimentas, los envases y en general, los instrumentos. Reciclar las edificaciones, las infraestructuras. En este círculo virtuoso es posible trabajar, para conseguir viviendas un poco mas sustentables que las que tenemos.

Podemos aventurar así una síntesis de algunos criterios generales de descrecimiento para la vivienda sustentable:

  1. Se construye con los materiales naturales que son abundantes en el territorio en cuestión y/o con materiales industriales de desecho.

  2. Se hace con procedimientos artesanales.

  3. Cuenta con la aprobación de la comunidad.

  4. Adopta las técnicas de construcción ancestrales en la región.

  5. Su diseño responde a la topología del sitio: clima, humedad, biodiversidad

El descrecimiento es más que una conducta o movilización deseable, es una obligación, si queremos recuperar el sentido de la vida.   

Miguel Valencia Mulkay

ECOMUNIDADES, Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México

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