lunes, 30 de marzo de 2009

Crisis, trabajo y descrecimiento

Desde luego, la crisis economica mundial, nos pone a todos en un predicamento común que nos permite, mas allá de especificidades nacionales, tener una causa común: tomar conciencia del origen histórico de la convergencia del trabajo y la pobreza, del trabajo asalariado industrial como generador de la miseria: morirse de hambre cuando se pierde el ingreso asalariado, como acicate a los que todavía tienen salario, un ingreso, como querían los primeros liberales, como el cínico Bentham o el nefasto Burke.

Los ultimos gobiernos mexicanos, de Salinas a Calderón, han hecho esfuerzos muy relevantes, para conseguir más riqueza para los más ricos de México y del mundo, haciendo mas difíciles las condiciones de trabajo y subsistencia de la mayoría, subsidiando mucho más a los grandes empresarios; haciendo crecer la economía mexicana a costa de una explosión de miseria y de una destrucción ecologica pavorosa. Con estos antecedentes, esta crisis ahora multiplica por millones las tragedias humanas en México de aquellos que deben sufrir desarraigo, infamia, enfermedad y muerte, por la pérdida de sus salarios o sus pensiones. El gobierno méxicano, los partidos politicos, literalmente han estado al servicio de los grandes inversionistas mundiales; no hay manera en estos momentos de protegernos del saqueo de nuestro futuro. Tenemos un futuro inmediato negro.

Era necesario acabar con el campesino y con el artesano, para crear en gran escala al moderno trabajador libre de ataduras tradicionales, concentrado en las grandes zonas urbanas, dispuesto a hacer lo que sea- matar gente, trabajar 18 horas diarias, torturar a sus similares, inventar tecnicas y procedimientos para mejorar la productividad de la destrucción ecologica y social, realizar estudios para asesorar a los ricos y poderosos en sus tareas de saqueo, todo con el fin de no morirse de hambre. Este sistema infernal está en el fondo de la crisis económica mundial. Las leyes de hierro de la economía fueron impuestas a la población mundial en los siglos pasados a sangre y fuego.

No es muy difícil describir la filosofía que está detrás de nuestra idea del Descrecimiento: se trata de crear conciencia de las consecuencias terribles que tienen para el ser humano y el medio ambiente, las ilusiones sociales en las que se apoya el crecimiento económico mundial, el progreso tecnológico, el llamado desarrollo humano, social o economico. La humanidad puede desaparecer en este siglo si estas ilusiones siguen vigentes en el mundo. La causa del Descrecimiento es a la vez mundial y local; cada quien tiene que hacer algo personal, para descrecer en su consumos de petróleo y otros recursos naturales y todos tenemos que hacer algo conjuntamente para cambiar la situación suicida en la que nos encontramos todos los seres humanos en el mundo. Tenemos que liberarnos de las leyes de hierro de la economía, de la tiranía del trabajo y el consumo de productos industriales, de las supersticiones de la economía, como es la teoría de la escasez, de las premisas equivocadas que tenemos introyectadas en lo más profundo de nuestro pensamiento, debido a la escolaridad , a la publicidad y la propaganda, a nuestro consumo de lo cotidiano de nuestra epoca. Se trata de un rescate de la dignidad humana, aplastada por los mitos del avance tecnologico y científico, por los mitos de la economia de crecimiento. Estos mitos dominan el panorama de las grandes universidades del mundo, por lo que no se puede esperar mucho de ellas, sometidas como han estado en el ultimo cuarto de siglo, al reduccionista pensamiento neoliberal de los Chicago Boys,, Hayek, Davos, Thacher, Reagan, Bush, Greenspan, Opus Dei, OMC, Banco Mundial, FMC. Puedes leer mas de estos temas en los sitios internacionales de internet, en decroissance, decrecimiento, decrecita, ungrowth, downsihft, energycrisis, entre otros. Espero que te permitan entender mejor lo que pretendemos en México, con la palabra Descrecimiento.

sábado, 28 de marzo de 2009

SIN ENFOQUE DEMOCRATICO Y AUTONÓMICO NO HABRÁ NUNCA SUSTENTABILIDAD URBANA

Mesa de Nuevos Enfoques en la planeación urbana

Consejo para el Desarrollo Urbano Sustentable del DF

Precisiones y aclaraciones de la reunión del 5 de marzo de 2009

1.- Sin enfoque democrático y autonómico no habrá nunca sustentabilidad urbana en la Ciudad de México. A pesar de que formalmente los gobiernos del DF alegan desde hace muchos años que su planeación es democrática, inclusive que respetan algunas autonomías, en los hechos no existe tal situación. El desastre urbanístico de esta ciudad confirma el autoritarismo y el centralismo inveterado en la planeación urbana de los sucesivos gobiernos del DF . Las bases de la planeación urbana ha sido impuesta hasta la fecha a los funcionarios públicos y a los expertos en desarrollo urbano, por intereses económicos privados . Los grandes inversionistas, los especuladores del suelo urbano, los industriales de la construcción, los grandes “expertos” en la cuestión urbana han impuesto arbitrariamente las leyes, las reglas y las normas que han destruido la calidad de vida, la sustentabilidad y la cultura de esta entidad territorial. Los habitantes del Distrito Federal han sufrido siempre la barbarie urbanística del Gobierno del DF y nunca han podido influir significativamente en las bases de su planeación urbana. Lamentablemente, las universidades y centros de altos estudios han fortalecido esta situación, alentando la formación de técnicos y expertos que sólo les interesan los negocios privados, el Producto Interno Bruto y la economía de las grandes empresas, y que desprecian la cultura y los regalos o dones de la naturaleza. La falsa ciencia y la tecnología depredadora dominan el cambio en el desarrollo urbano de la Ciudad de México. La expertocracia y la tecnocracia urbanística controlan la planeación urbana del DF, pues ésta es necesaria para maximizar beneficios privados perversos. No ha habido democracia en la construcción de la ciudad.

2.- La inexistencia de democracia en la planeación urbana es en gran medida inherente al modelo urbanístico industrialista que padecemos. La ciudad se tiene que ajustar obligatoriamente a los productos industriales y financieros que los países ricos imponen a todos los países empobrecidos como México, por medio del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional. No existe una técnica urbana apropiada a las condiciones ecológicas y culturales de la Ciudad de México. Vivimos sujetos a una colonización tecnológica depredadora que impide elaborar conceptos urbanísticos sustentables. Carecemos de una creatividad urbanística reconocida internacionalmente.

3.- La planeación urbana en el Distrito Federal y en todo México, está impregnada de enfoques colonizados, racistas, clasistas, centralistas, industrialistas, economicistas y cientificistas; en lenguaje abstracto, se busca la uniformidad urbana igual a la internacional; se establecen premisas urbanas extrañas, extranjeras, suicidas; se manipulan las cifras y los estudios urbanos para imponer proyectos; se imponen soluciones urbanísticas despilfarradoras de energía, agua y recursos naturales; se legitiman las segregaciones y los privilegios urbanos; se ignora a los pueblos originarios, a las buenas prácticas tradicionales, a las soluciones urbanas locales de bajo costo, a los creadores de ecotecnias; a los críticos severos del desarrollo urbano vigente. No se reconocen las diversidades ecológicas y culturales; no se reconocen los límites de las ciudades y comunidades territoriales que coexisten en el Distrito Federal; no se reconoce la indispensable autonomía que debe tener cualquier comunidad territorial; no se reconocen las particularidades de la Cuenca del Valle de México y de las micro cuencas que en ella existen. No se reconocen los valores profundos, inefables, de los suelos, los acuíferos, los árboles, los bosques, los humedales, los arroyos, los ríos, los lagos, las lagunas, la vida silvestre, el clima, los ecosistemas en los que vive la ciudad.

4.- Para democratizar y fortalecer la autonomía de las comunidades territoriales, de las ciudades que existen en el Distrito Federal y de la Ciudad de México, considero de gran importancia aplicar el enfoque técnico de COMUNIDAD ( máximo 5000 habitantes) y el enfoque técnico de CIUDAD ( máximo 300,000 habitantes). Estas entidades deben ser reconocidas por el Estatuto de Gobierno del DF y por la Ley de Desarrollo Urbano, con el fin de avanzar en la sustentabilidad urbana. Deben liberarse las comunidades territoriales y las ciudades que actualmente están oprimidas en el Distrito Federal, al establecer las siguientes garantías de democracia y autonomía en esta entidad:

A.- Las comunidades territoriales del DF: colonias, barrios, ejidos, tienen el derecho de agruparse en una CIUDAD( máximo 300,000 habitantes) cuando el 66% de sus vecinos lo aprueban en una asamblea vecinal convocada por las autoridades electorales, a petición de diez por ciento de sus vecinos. Muchas de las llamadas delegaciones son ciudades por derecho propio.

B.- Las ciudades reconocidas en el DF tienen derecho a vetar partes del Programa General de Desarrollo Urbano que afecten severamente a la ciudad a la que pertenecen y el Programa de Desarrollo Urbano de la Ciudad a la que pertenecen, aprobado por la Asamblea Legislativa del DF.

C.- El Programa General de Desarrollo Urbano del DF deberá ser aprobado en primera instancia por las asambleas de las ciudades que sean reconocidas en el Distrito Federal por sus habitantes.

D.- Las comunidades territoriales del DF: colonia, barrio, ejido, tienen el derecho de crear una Asamblea de Representantes Vecinales que se ocupe de la defensa del uso del suelo y las condiciones de la urbanización en su territorio. Los representantes de las comunidades territoriales: colonias, barrios, ejidos, tienen el derecho de pertenecer a la Asamblea de la Ciudad a la que pertenecen.

E.- Las comunidades territoriales del Distrito Federal: colonia, barrio, ejido, tienen derecho a vetar cualquier proyecto de obra pública, cambio en el uso del suelo, programa, norma o reglamento de desarrollo urbano que ponga en riesgo su integridad, sus recursos naturales o su futuro como comunidad floreciente. El veto deberá proceder de una votación mayoritaria en una asamblea vecinal convocada por las autoridades electorales, a petición de un tres por ciento de los vecinos de la comunidad.

F.- Las obras, cambios en el uso del suelo, programas, normas que se realicen o apliquen en el DF, deberán contar la aprobación de los vecinos afectados por ellas, ilustrados con estudios de impacto urbano, social y ambiental, realizados por organizaciones nacionales o internacionales de prestigio y accesibles a los vecinos 90 días antes de su licitación o aprobación gubernamental. La aprobación vecinal deberá ser tan amplia como sea la afectación de las obras , cambios en el uso del suelo, programas o normas.

G.- Las comunidades territoriales del DF tienen el derecho de constituir una comunidad sustentable o ecológica cuando el 66 % de sus vecinos lo aprueban en una asamblea vecinal convocada por las autoridades electorales, a petición de un diez por ciento de los vecinos de la comunidad. Una comunidad ecológica se establece cuando fija en asamblea vecinal sus limites territoriales y las condiciones extraordinarias o especiales que deberá tener la urbanización en su territorio.

5.- Debe reconocerse la mejoría o avance que representa la creación del Consejo para el Desarrollo Urbano Sustentable del Distrito Federal, CONDUSE, en la democratización de la planeación urbana de esta entidad: nunca antes se había abierto a este nivel la participación de los ciudadanos en la elaboración del Programa General de Desarrollo Urbano del DF. Sin embargo, es necesaria una democratización mucho mayor, apoyando la participación formal en este Consejo, de los vecinos de las colonias, barrios y ejidos del Distrito Federal.



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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES

lunes, 23 de marzo de 2009

En Circuito interior, destruyen zonas verdes

Debido a las obras de reencarpetamiento del Circuito Interior del Bicentenario existen 21 parques a lo largo del circuito que pretenden cerrar con tubos de tres metros de alto y colocar juegos infantiles, además de talar algunos árboles. A ellos no tendremos acceso los padres de familia, absurdo en caso de accidentes.
Este es el caso del remanente del Servidor Vial ubicado en avenida Patriotismo, lateral del viaducto, calle 25 y avenida San Antonio. Estas areas son sumamente conflicativas en cuanto a ruido, contaminacion ambiental e inseguridad por los continuos accidentes automovilisticos.
Los Ciudadanos hartos de gobernantes con mentalidad gris y no verde, exigimos a las autoridades que respeten nuestras pocas areas verdes las mantengan abiertas para ayudarnos a sobrevivir al stress de esta ciudad que la han convertido en un infierno.
Atentamente.
Rossana Calderón

HACIA OTRA PERSPECTIVA JURÍDICA DEL AGUA

2006

Para la Revista Derecho Ambiental y Ecología de la Barra Mexicana Colegio de Abogados.

¿ Por qué la cuestión jurídica del agua despierta tantos debates en los últimos años, mientras que en todos los tiempos y en todas las latitudes, las diferentes sociedades organizadas se dotaron de muy buenas reglas en este sentido? Dos órdenes de la realidad explican esta nueva preocupación: en primer término está el hecho de que los problemas del agua ya no se pueden arreglar estrictamente en el marco nacional de las sociedades organizadas y, por otra parte, el caso de que en ese nivel, más allá de los Estados Nacionales, son las reglas del mercado las que se imponen hoy en día.

Ante esta nueva realidad, como reacción al carácter dominante de la lógica económica que pretende en nombre de la "escasez" definir jurídicamente al agua como un bien económico, susceptible de apropiación e intercambio de acuerdo con las reglas del mercado, se han abierto dos nuevas perspectivas jurídicas: dotar al agua de un estatuto específico a escala mundial que garantice la integridad de la biodiversidad en la Tierra y la libertad de acceso al agua, por un lado, o recuperar la estructura profunda de la ley; recuperar la sensatez jurídica, destruida por la revolución sanitaria inglesa – del siglo XIX - y por la revolución higienista alemana – del siglo XVIII - por otro lado; es decir: recuperar el nivel de interacción social en la cual las decisiones se toman en la escala local adecuada y no en distantes administraciones todopoderosas. Los defensores de ambas perspectivas enfrentan dificultades jurídicas parecidas.

En derecho internacional, el único estatuto aplicable al agua dulce, por el momento, es el de recurso natural, al que se aplican los principios de base del derecho internacional clásico: la libertad de intercambios y la soberanía de los Estados Nacionales. Estos principios tienen un objetivo preciso: la coexistencia pacífica de los Estados. Sin embargo, en nuestros días otros asuntos, aparte de la coexistencia pacífica, interpelan a la humanidad entera en lo que concierne al agua dulce: la contaminación de los ríos, lagos, lagunas y humedales, los grandes trasvases, los consumos excesivos de agua y la degradación universal de esta materia esencial para la vida en la Tierra. El hecho de que más de un millón y medio de seres humanos se encuentren excluidos del acceso al agua en el mundo, se ha convertido en un enorme desafío para la justicia en el mundo. El estatuto de recurso natural aplicado al agua, impide resolver los problemas que enfrenta la humanidad con relación al agua dulce, tanto en términos de su conservación, como en términos de su distribución.

En estos momentos, la ausencia de una calificación, de estatuto, y sobretodo de una jerarquía en los usos del agua, proporciona a la lógica económica su carácter dominante, pues es en este terreno en el que han sido definidos los recursos naturales. Mantener al agua bajo el simple estatuto de recurso natural nos conduce directamente a la creación de las bolsas o mercados del agua, tal y como existen para el petróleo o los productos mineros. La construcción de un estatuto mundial del agua deberá considerar la naturaleza vital e insustituible del agua, ya que sin una regulación internacional estructurada y coherente la hipótesis del Mercado se impondrá inevitablemente.

Si la conservación y la redistribución que garantice el acceso universal al agua son los objetivos que se persiguen a escala internacional, es necesario pensar en un estatuto que a la vez impida la apropiación, proteja contra la degradación y el despilfarro y permita la redistribución.

BIEN COMUN, BIEN PUBLICO, PATRIMONIO COMUN, RES PUBLICA; SENTIDO Y CONSECUENCIAS DE LOS CONCEPTOS UTILIZADOS.

"Dos concepciones de bienes públicos mundiales se oponen, que nos conducen a dos mundos diferentes: el del mercado y el del patrimonio común universal" J. Gabas y P- Hugon, 2001)

El agua dulce y el ciclo hidrológico confrontan las normas fundamentales más evidentes: supervivencia de la especie humana y más ampliamente, la de la biosfera, por un lado, en tanto tratamos con uno de los ciclos reguladores vitales, y el respeto a las libertades humanas, por otro lado, ya que el acceso al agua es esencial para una vida con dignidad.

Si el estatuto de recurso natural impide encontrar una respuesta adecuada, el derecho internacional no tiene por el momento gran cosa que ofrecer. Conceptos tales como bien común o bien público, cuyo sentido y significado varía según las culturas, las tradiciones jurídicas, las disciplinas, no existen realmente en el derecho internacional; tienen un sentido muy preciso sólo según el contexto en el que se aplican. De acuerdo con E. Le Roy, 2001, Las expresiones "bienes comunes" o "bienes públicos" carecen de sentido debido a la definición dada a la palabra "bien" por los juristas (....) Han impuesto la distinción siguiente entre "cosa" y " bien": una cosa no se convierte en un "bien" si no reúne dos condiciones: tener un valor pecuniario y ser susceptible de apropiación, en el sentido de alienación (...) El término de "bienes públicos" es por lo tanto inadecuado si se trata de reaccionar a la invasión de la lógica del mercado (...) En su acepción jurídica ordinaria, la noción de "bien" implica la mercantilización". En singular, el bien, particularmente el bien común, muy señalado por la tradición cristiana en el nombramiento de las finalidades de las comunidades desde el punto de vista moral, que puede servir de justificativo a casi todas las ideologías. Tiene una cierta equivalencia con otra palabra que pretende tomar distancia de la moral, pero persigue los mismos fines: interés, común, colectivo, pero no está exento de ambigüedades.

El calificativo aplicado al sustantivo "bien" da lugar a interpretaciones múltiples: ¿común o público? El sentido y la cobertura varían según se sitúe en el plan económico o político. En el pensamiento económico los términos común o público tienen un significado específico; este último designa aquellos bienes cuyo uso por unos ciudadanos no limita el uso de otros, situación de no-rivalidad y de no-exclusión, mientras que el calificativo de común se aplica generalmente a los bienes que tienen la característica principal de los bienes económicos, es decir: la escasez. En el plan político, la calificación de público, más que la de común o colectivo, presupone la definición política en un espacio público, de esas cosas o de ese bien-finalidad; espacio público donde la palabra "publico" designa al mundo en lo que nos es común a todos y se distingue del lugar que poseemos individualmente (...) para vivir juntos en el mundo" (H. Arendt, 1988)

Existe en la tradición anglosajona el término de público que califica el trust, destinado a sobrepasar a la propiedad y a designar un guardian, para un en-común universal, inalienable aún para el Estado, incluso si históricamente este universal estaba restringido a la comunidad nacional. Se pueden observar las dificultades que existen al utilizar conceptos o estatutos ya existentes para conseguir nuestros objetivos y se pueden también analizar otros. Así, de la identificación de un interés publico universal se podría deducir el patrimonio público universal, donde el patrimonio conserva la idea esencial de la transmisión, en tanto que patrimonio-fin; donde lo universal, que no admite la exclusión, pueda ser reivindicado por cualquier ser humano, más allá de la dificultad de representar la humanidad, y dónde lo público contiene mas claramente la idea de una determinación política legitima.

Es posible concebir al agua dulce como una res pública, ya que el término latino de res – cosas – excluye la apropiación: "Las cosas de las cuales uno se puede apropiar son los bienes", y que en este concepto antiguo, la legitimidad política toma toda su dimensión.

En todos los casos, sin embargo, la idea central de esta nueva perspectiva frente a la lógica del mercado, permanece la de dotar al agua de un estatuto jurídico mundial que la sacralice, en el sentido que la excluya y la proteja de la libertad contractual: " Así el derecho sacraliza a la persona humana cuando proclama su indisponibilidad, o el medio ambiente, cuando lo sustrae de las leyes del mercado" (N. Rouland, 1991)

Los defensores de esta nueva perspectiva para el agua dulce ( Foro Alternativo Mundial del Agua, Taller No. 2, L'Eau Chose Public, Ginebra , Suiza, marzo de 2005) fundamentan la reivindicación de un estatuto específico para el agua en el plano internacional, en los cinco principios que retoman en lo esencial los que describe Ricardo Petrella en su presentación sobre "el derecho al agua para todos" ante el parlamento belga en octubre de 2004:

1. El agua es un elemento irremplazable y esencial para la vida. Esta primera característica confiere al bien público una dimensión sagrada, en franco contraste con la tendencia actual a reducir todo a mercancías. En todas las culturas del mundo, el agua ha sido reconocida como sagrada e identificada como fuente de la vida, y como la vida misma.

2. Un bien público implica responsabilidad colectiva. Ya que es esencial e irremplazable, únicamente los poderes públicos pueden ser responsables en un contexto de solidaridad. Una sociedad es solidaria mientras está compuesta por ciudadanos responsables frente a la vida de los demás, del conjunto de la sociedad y de las generaciones futuras.

3. La existencia de un bien común traduce la presencia de una autoridad pública, de un poder público legítimo que funda el poder jurídico, legal. Después de la Revolución Francesa la legitimidad de la autoridad política se deriva del pueblo. De esta forma, la res publica ha sido crecientemente asociada a la soberanía nacional, expresándose en la propiedad, la gestión y el control del bien público. La idea de la soberanía del pueblo ( de la nación) se ha enriquecido progresivamente por la de democracia, por lo cual el pueblo ejerce su poder de manera directa y/o representativa, y por la de los derechos humanos.

4. La integración de los tres regimenes de propiedad, de gestión, y de control bajo la responsabilidad de los poderes públicos es lógica e inevitable para que la autoridad y la soberanía popular puedan ser ejercidas efectivamente.

5. Un bien público se somete a las reglas de la democracia, al menos en las sociedades que se definen como tales. La democracia no se aplica a los bienes privados y mercantiles. El mercado es extraño a la democracia, como lo es a los derechos que, para él, no existen.

OTRA PERSPECTIVA JURÍDICA DEL AGUA

La formidable amenaza que significa la lógica económica para la conservación del agua y el libre acceso al agua limpia nos obliga, sin embargo, a buscar fundamentos jurídicos a mayor profundidad con el fin de encontrar una perspectiva jurídica verdaderamente alternativa.

De acuerdo con Ivan Illich, Jean Robert nos propone: Reescalar las políticas del agua. Volver a las fuentes de la comunalidad (commonality).Recuperar la "estructura profunda de la ley"( Water is a commons, Chap.. 4) Al sustituir a la resolución comunitaria de posibles conflictos ligados al agua por una administración distante, la "revolución sanitaria"( del Siglo XIX) estableció las bases para la pérdida de la estructura profunda de la ley que caracteriza a las legislaciones modernas, prescriptivas. .... Los proyectos del agua deben estar dirigidos a la recuperación de la "estructura profunda de la ley", esto significa, el nivel de interacción social en el cual la gente, al "llegar a acuerdos" en asuntos concretos centrales, crean los lazos que mantienen unidas a las comunidades. Entre tales asuntos centrales, el agua es primordial.

En su libro Water is a commons, Jean Robert nos informa que Gianozzo Pucci ha escrito en Florencia un texto titulado Acqua risorsa o gratuita meraviglia que resume en pocas páginas mucho de esta perspectiva jurídica alternativa; extraemos una parte de su relato:

NI PÚBLICO, NI PRIVADO: COMÚN

........... En una época en la que el dominio publico se ha rendido a la privatización¿ qué significado puede tener la frase "el agua es pública?¿ qué significado puede tener para los sabios de mi pueblo?(... Tan lejos como pueden llegar las memorias, el derecho del caminante a beber de los manantiales que eran potables naturalmente ha sido reconocido por todos los pueblos, aun los más bárbaros. Este derecho está basado en los supremos valores de las sociedades preindustriales, como:

· libertad igual a todos los seres humanos, que requiere que el agua sea libre, pues los ricos de acuerdo con su sed no pueden beber más que los pobres.

· la fundamental gratuidad que es- en tanto que cada uno de nosotros nació gratuitamente-el principio en torno al cual está fundada la naturaleza.

El retiro del uso libre de toda el agua de la colina de mi pueblo fue resentida por todos los viejos habitantes de mi pueblo como un intolerable ataque a sus costumbres, un robo, una nueva calamidad, una ofensa a su solidaridad, un caso de mal de ojo.

Tal vez tres cosas puedan ayudarnos a resolver estas preguntas:

· un breve análisis de la relación entre lo publico y lo privado en los últimos siglos;

· una definición de los conceptos "recurso" y "contaminación" en las sociedades industriales avanzadas;

· una clarificación de la naturaleza jurídica, física y social del agua

EL GENOCIDO DE LA GRATUIDAD

Lo "público" y lo "privado" son dos mitades que resultan de la partición del viejo derecho a la posesión comunitaria de los elementos naturales que se estima son necesarios para la subsistencia. La tradicional ley de los comunes garantizaba el acceso a estos elementos, a los más pobres y a los más débiles, y al hacer esto se protegían a estos elementos, lo que en esencia consistía en el libre acceso a estos elementos. Tradicionalmente, tomar en cuenta la libertad de acceso de los más débiles a los elementos comunes, implica también el cuidado gratuito del medio ambiente. Por esta razón creo que el discurso ambientalista no tiene ningún futuro, si no parte de nuevo de este concepto:

· al ligar el cuidado de la Naturaleza con la libertad de acceso a las fuentes de la subsistencia de los pobres,

· al redescubrir los " commons" y establecer una política para su recuperación.

Cuando los "commons" se polarizan en dos mitades, creando lo público y lo privado, las acciones inspiradas por uno u otro polo son igualmente destructivas para los derechos comunitarios, y como no existe buena vigilancia de sus localidades, también para la Naturaleza misma. Existen periodos en los cuales el dominio público parece triunfar y todo se nacionaliza a un enorme costo para las localidades. Luego, vienen los tiempos en los que, por reacción, todas las soluciones parecen estar en la esfera de lo privado, como ha sucedido en los últimos años. Pero en lo que concierne al agua que fluye libremente por el territorio, ambas modalidades tienden a causar un grave daño a la relación social y a los elementos naturales. El abuso privado del agua acarrea el confinamiento de los manantiales, la contaminación y la erosión de las pendientes de las montañas y la perforación indiscriminada de pozos a creciente profundidad. El publico da testimonio de esta degradación con indiferencia, negándose a recurrir a los instrumentos a la mano para la defensa de los valores originales y los derechos de los más débiles, los que naturalmente respondían a los valores ligados al medio ambiente y a las raíces profundas de la solidaridad.

Los abusos del poder público contra las poblaciones locales han tenido igualmente efectos desastrosos. Afirmar que el agua es pública equivale en los hechos a dar poder sobre nuestra agua a una persona en la capital del país, lo que significa alguien muy lejano, mucho más dispuesto a llegar a acuerdos con los poderes fácticos y a ignorar a los más humildes del territorio involucrado. La guerra que se ha librado contra los mundos indígenas y campesinos de Europa tuvo y aún tiene características de genocidio cultural y biológico que ha eliminado grupos étnicos enteros, pero, también, una inmensa variedad de plantas, animales y tipologías de elementos naturales ( cuando un manantial o un bosque se contaminan, para los que viven cerca de ellos, equivale a la desaparición del pan y los frutos).

Existe una connivencia fundamental entre la esfera del dominio público y la del privado: aunque se pelean entre ellos por la cuestión de "quién es el jefe" , ambos están de acuerdo en quitarle la tierra a la gente de humilde condición. Tal parece como si una asociación de abogados profesionales trabajaran mundialmente para eliminar sistemáticamente los legados legales de la Cristiandad, del Islam, de los Vedas y de otras grandes tradiciones que fundaron la ley sobre los derechos de los pobres.............. Eliminar la gratuidad del agua naturalmente potable constituye un nuevo capítulo de la eliminación de las condiciones esenciales para que la mansedumbre sea una virtud.

DEL AGUA COMO UN COMMONS AL AGUA COMO UN RECURSO: EL ADVENIMIENTO DE LA CONTAMINACIÓN INDUSTRIAL

Cuando la gente experimenta el agua como un commons, la consideran un elemento que tiene sus propios límites. Muy necesaria para la subsistencia, sin embargo, no se le considera, aunque sea limitada, como escasa en el sentido económico estricto. La abolición del agua como un commons inaugura una nuevo orden ecológico. No solo se transfiere todo el control a estructuras burocráticas y proceso mentales abstractos , también se concreta un cambio radical en la actitud de los seres humanos frente a la Naturaleza. El agua pierde su naturaleza, su sabor. El agua, que era un regalo de la Naturaleza, se convierte en H2O...........

La transformación del agua comunitaria en un recurso para las actividades productivas es la forma más radical de degradación ambiental y el origen material de la contaminación y de la proliferación de la escasez del agua naturalmente potable, lo que constituye la verdadera miseria hídrica del hombre contemporáneo.

LA PROTECCIÓN DE LA NATURALEZA FÍSICA Y JURÍDICA DEL AGUA COMO UN DEBER PUBLICO HACIA LOS HUMILDES Y EL MEDIO AMBIENTE

En la Naturaleza, las características cualitativas y cuantitativas del agua están asociadas a un lugar concreto: es la cantidad y la calidad que existe en ese lugar como en ningún otro la que debe definir los derechos de sus habitantes. Poner esta situación en sentido contrario no puede sino iniciar un círculo de escasez que nunca se cierra........ Los diversos habitantes de la Tierra tienen derechos de agua diferentes de acuerdo con su lugar de residencia.......... Los verdaderos derechos del agua de aquellos cuyas tradiciones dan acceso a fuentes deben considerar la adaptación fisiológica ..... lo que la legislación puede considerar como no potable, puede ser potable para ellos y mejor que el agua tratada por medios tecnocráticos.

El agua tiene por la tanto la naturaleza jurídica de un derecho civil o... de una libertad cívica de acceso. Los derechos cívicos de esta clase no pertenecen ni a los partidos del estado, ni a los privados. Por el contrario, son parte de los derechos de posesión de cualquier comunidad de residentes de una misma cuenca. Los derechos del agua son por lo mismo los derechos específicos de" los que comparten la misma agua". Mientras más se respeta el agua , mas los residentes se sienten dispuestos a limitar sus necesidades, de acuerdo con las calidades y cantidades locales.

Las condiciones de un bien cívico –esto es: aquello que la comunidad considera bueno- es consubstancial.... con las leyes físicas del agua: el agua es la única sustancia que en su ciclo continuamente pasa a los estados liquido, sólido y gaseoso. En cada cuenca existe una expresión de que en su conjunto el agua siempre tiene una cantidad finita; lo único que el ser humano puede hacer es variar la intensidad o "velocidad" de su auto depuración.

POLÍTICA DEL AGUA

A la luz de esta consideraciones es posible reconocer ciertas guías para el mejor uso del agua:

  • Aumentar la capacidad y la intensidad de la auto depuración natural del agua
  • Proteger la gratuidad de los usos legítimos y tradicionales del agua, extendiéndolos a usos de poco peso económico, pero de gran significado cultural y energético
  • Reconfirmar los derechos de posesión de las comunidades de residentes y ribereños sobre las fuentes de agua y demandar al estado y a los poderes locales que sean un escudo y una garantía de estos derechos.
  • Fiscalizar de una manera conspicua y con tarifas progresivas, a todos los grandes consumidores de agua, sean públicos o privados, de manera que el despilfarro se vuelva muy costoso para el despilfarrador.
  • Reconstruir en cada cuenca la matriz de auto depuración, evitando la separación de la gestión del agua que se paga de los demás elementos esenciales para el ciclo: bosques, pendientes de montañas, parteaguas, redes hidrográficas, etc
  • Fijar para cada cuenca un techo máximo, es decir: racionar el agua de acuerdo con la capacidad local de autodepuración del agua y el uso correcto de las pendientes de las montañas y los pozos.
  • Promover formas de tecnologías de depuración que involucran a la gente y las hacen responsables, al mejorar su cultura hídrica.
  • Finalmente, pero no menos importante, dejar correr grandes cantidades de agua sin tuberías por el territorio.

Este es el recuento de Pucci que nos abre otra perspectiva jurídica del agua: recuperar la estructura profunda de la ley; recuperar la sensatez jurídica. Es urgente salir de la trampa Estado-Mercado.

La crisis hídrica que padecen un número creciente de países, producto directo del aumento en el uso de excusados ingleses, lavados a presión, bombas, tuberías y drenajes de gran diámetro; producto de la aplicación de los conceptos de Estado y Mercado, obliga a repensar las premisas jurídicas en las que se fundó el mundo moderno, si es que queremos que la especie humana tenga un futuro. La política y la legislación nacieron con los problemas del agua.

Ing. Miguel Valencia Mulkay

ECOMUNIDADES

jueves, 19 de marzo de 2009

CUANTO H20 SE USA

Mientras se siga utilizando en México el WC con agua potable, grandes tubos y bombas, grandes drenajes, presas, canales, grandes plantas de tratamiento de agua, agua embotellada, no habrá futuro para el agua limpia. El agua a presión es la primera causa de su desperdicio. Tenía conocimiento de un consumo de agua mucho mayor al que aquí se presenta, por la fabricación de autos. Leche Lala consume 2000 litros de agua para fabricar un litro de leche en los desiertos de Coahuila. Pero Cristobal Jaime Jackes, anterior director de Leche Lala y de Coca Cola se convirtió en el director de la Comisión Nacional del Agua, con Vicente Fox y entregó un sinnumero de acuiferos a la Coca Cola, aparte de organizar el Cuarto Foro Mundial del Agua en México, en 2006.

PARA MEJORAR LA MOVILIDAD URBANA: REDUCIR LA MOVILIDAD MOTORIZADA

PARA MEJORAR LA MOVILIDAD URBANA: REDUCIR LA MOVILIDAD MOTORIZADA

Mesa de Movilidad Urbana Sustentable

CONSEJO PARA EL DESARROLLO URBANO SUSTENTABLE, CONDUSE

PRECISIONES Y ACLARACIONES DE LA REUNIÓN DEL 4 DE


MARZO DE 2009

1.- Para mejorar la movilidad urbana de la Ciudad de México es indispensable reducir la movilidad urbana motorizada: reducir el numero y tamaño de autos, microbuses, autobuses, camiones, trailers, Metro, Metrobus. La movilidad motorizada en esta ciudad: número de unidades y tamaño de las unidades, excede cuando menos cinco veces a la movilidad óptima, con respecto a: tiempo promedio diario, distancia promedio diaria recorrida, ocupación del suelo, discriminación social, segregación espacial, accidentalidad, ruido, contaminación atmosférica, emisiones de efecto de invernadero, economía y consumo de energía.

2.- Por su participación excesiva en estos efectos económicos, sociales y ambientales negativos, la movilidad en automóvil resulta con mucho la prioritaria entre las urgencias de reducción de la movilidad urbana motorizada . El uso del auto perjudica mucho a todos los ciudadanos, pero muy especialmente perjudica a los que no utilizan el auto: se trata de un privilegio muy costoso que atenta contra las bases de la convivencia civilizada: introduce una gran irracionalidad en la movilidad urbana. No hay manera de frenar la degradación de la movilidad urbana en la Ciudad de México sin acciones radicales contra el uso del automóvil.

3.- El uso del auto dispara el tiempo perdido diariamente en el transporte, aumenta continuamente las distancias promedio a recorrer, multiplica los problemas de transporte a los más débiles: niños, ancianos, minusválidos, peatones, ciclistas, mujeres, pobres, precaristas, etc.; fomenta el alejamiento de todos los destinos, provoca el cambio en el uso del suelo, hace crecer las ciudades, fomenta la corrupción, destruye la cultura, disloca el tiempo y el espacio, desquicia al automovilista, provoca una grave alteración simbólica en la sociedad; mantiene muy elevadas cifras de accidentes mortales, eleva radicalmente la producción de ruido, la contaminación del aire; degrada la calidad de vida en la ciudad ; impulsa el cambio climático y los riesgos económicos por la excesiva dependencia del petróleo; entre otros muchos graves daños económicos, sociales y ambientales.

4.- Para mejorar la movilidad urbana de la Ciudad de México, propongo la siguiente

ESTRATEGIA

I.- Reducir radicalmente el uso del auto, por medio de las siguientes:

POLITICAS

A.- MODERAR LA VELOCIDAD

En calles secundarias:

1.- Multiplicar los reductores de velocidad: lomos, mesetas, puertas, orejas, zig zags, eliminación de un carril junto a la banqueta, para crear área verde ( carril verde); ampliar banquetas en centros históricos , parque y jardines. ( programa de obras)

2.- Introducir pequeñas áreas verdes en las calles, en los triángulos, esquinas y otros puntos; introducir ciclovías y estacionamientos de bicis y motos en edificios públicos, parques y jardines y centros comerciales (programa de obras)

3.- Crear zonas peatonales en calles de centros históricos, zonas comerciales, junto a parques y jardines. (programa de obras)

4.- Velocidad máxima permitida 30 kmh ( reglamento de transito)

5.- Duplicar las multas por exceso de velocidad (reglamento de transito)

6.- Prohibir el estacionamiento en vía pública, incluyendo entrada al domicilio. (reglamento de transito)

7.- Duplicar las multas por estacionamiento en lugar prohibido (reglamento de transito)

8.- Duplicar las grúas en operación. (programa de inversiones o concesiones)

9.- Proteger al peatón (política): mejorar las banquetas, plantar mas árboles y eliminar anuncios espectaculares que fomentan la poda clandestina; eliminar las rampas para acceso de autos; crear refugios peatonales; paso peatonales a nivel; techados en zonas peatonales; creación de redes segregadas para los peatones; itinerarios peatonales; penalidades severas por atropellar a un peatón.

10.- Fomento a la bicicleta (política): itinerarios para bicis; conjunto amplio de medidas para integrar la bicicleta; penalidades severas por atropellar a un ciclista, apoyo a los servicios a la bici: compra, renta o préstamo; seguridad a los estacionamientos de bicis; ciclopistas y ciclovías; festivales ciclísticos.

11.- Potencialización del transporte colectivo (política): carriles confinados para el transporte colectivo; prioridades a la circulación del transporte colectivo (semáforos); transportes alimentadores de baja velocidad ( eléctricos) y ruta corta, en calles secundarias, en carriles confinados.

12.- Restricciones al estacionamiento de vehículos (política): creación de área verde en el carril junto a la banqueta (carril verde); zonas verdes (prohibición total de estacionamiento a cualquier hora);

13.- Restricciones a la circulación de vehículos (política): impuestos por el uso de auto en la vía pública ( Peaje); multas por el uso excesivo de auto en la vía pública; calles libres de autos.

14.- Creación de áreas ambientales(política): evitar el tráfico de paso por medio de calles sin salida, giros obligatorios, entre otros; células de tráfico o supermanzanas;

15:- Áreas de coexistencia de tráficos (política) : patios residenciales; woonerfs.

16.- Limitaciones a la velocidad de circulación (política)

17.- Las áreas 30 (política): velocidad máxima en calles secundarias: 30 kmh.

En ejes viales y vías rápidas:

1.- Introducir Metrobus confinado en el Viaducto, el Periférico y el Segundo Piso; también, en ejes viales. (programa de obras e inversiones)

2.- Introducir ciclopistas confinadas en el Viaducto y el Periférico( programa de obras e inversiones)

3.- Establecer velocidad máxima en ejes viales y vías rápidas: 50 kmh (reglamento de transito)

4.- Introducir aparatos para la detección permanente de excesos de velocidad en ejes viales y vías rápidas ( programa de inversiones)

5.- Duplicar las multas por exceso de velocidad diurno ( reglamento de transito)

6.- Triplicar las multas por exceso de velocidad nocturno (reglamento de transito)

7.- Impuestos progresivamente desalentadores a los anuncios espectaculares en ejes viales y vías rápidas, por altura, superficie y riesgo.

B.- IMPUESTOS AMBIENTALES: EL QUE CONTAMINA PAGA O REPARA

1.- Peaje para entrar a la zona central de la ciudad (ley de ingresos local)

2.- Peaje en vías rápidas confinadas, como el viaducto, el periférico y el segundo piso; también, por el ingreso a la ciudad en supercarretera (ley de ingresos)

3.- Impuesto por el uso de estacionamientos públicos ( ley de ingresos local)

4.- Impuesto por la venta de gasolina en la ciudad ( ley de ingresos local)

5 .- Duplicar la tenencia de autos en la Ciudad de México ( ley de ingresos local)

C.- POLITICA MACRO: DESALENTAR EL USO DEL AUTO EN LA CIUDAD

1.- Moratoria a la construcción de estacionamientos públicos, gasolineras y servicios para autos en la zona central de la ciudad.

2.- Moratoria a la construcción de pasos a desnivel, deprimidos, vías rápidas, distribuidores viales, túneles, supervías y cualquier infraestructura para la circulación en auto a velocidad mayor a 30 kmh.

3.- Garantizar la protección de la caminata y el uso de la bicicleta.

II.- Reducir el uso del transporte motorizado en general por medio de las siguientes:

POLITICAS

A.- METRO Y METROBUS

1.- Eliminar cualquier subsidio al transporte público

2.- Mejorar la seguridad y el servicio del transporte público: mantenimiento y nuevas medidas de seguridad.

3.- Reconversión hacia unidades de menor tamaño y menor consumo de energía.

4.- Impuesto a viajes a las ultimas cinco estaciones, incluyendo la Terminal.

5.- Moratoria a la construcción de nuevas líneas de Metro o Metrobus radiales (hacia la periferia de la ciudad)

B.- MICROBUSES Y AUTOBUSES

1.- Eliminar cualquier subsidio a transporte público concesionado .

2.- Reconversión rápida hacia unidades de menor tamaño y menor consumo de energía: híbridos, para uso en carriles confinados.

3.- Impuesto a viajes mayores a tres kilómetros.

C.- TAXIS

1.- Eliminar cualquier subsidio al transporte publico concesionado

2.- Elevar radicalmente las medidas de seguridad y limpieza

3.- Reconversión rápida a unidades especialmente construidas para el servicio de taxi, con bajos consumos de energía: híbridos.


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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México

martes, 17 de marzo de 2009

La irresponsabilidad organizada


http://www.nodo50.org/dado/textosteoria/beck4.rtf


ULRICH BECK


La actual etapa del industrialismo se puede caracterizar como «sociedad de riesgo», una sociedad que no está asegurada, ni puede estarlo porque los peligros que acechan son incuantificables, incontrolables, indeterminables e inatribuibles. Al hundirse los fundamentos sociales del cálculo de riesgos, y dado que los sistemas de seguro y previsión son inoperantes ante los peligros del presente, se produce una situación de irresponsabilidad organizada. Frente a ella, nuevos sujetos sociales proponen un nuevo proyecto ilustrado, alternativo.

Casi un 30% de las noticias que aparecen en los diarios de gran tirada de la República Federal son noticias relacionadas con «situaciones de riesgo» o con el «veneno de la semana»: escándalo de la carne de ternera, extinción de focas, desaparición de especies enteras, smog, contaminación de petróleo en el Antártico, agujero de ozono, conferencias internacionales, valores límite permisibles, sentencias judiciales, declaraciones de inocencia —todo ello aparece en las primeras planas, en las páginas de divulgación científica, en las secciones de información económica, en las informaciones locales, en «varios». ¿Qué se esconde tras una sociedad como la nuestra que se debate vertiginosamente de una noticia terrible y de un peligro de envenenamiento a otro? Erhard Eppler ha manifestado recientemente que la coalición que gobierna en la República Federal ha acabado por ser arrastrada por la vorágine porque no ha sido capaz de comprender cuáles son los miedos y las realidades que encierran todas esas noticias cotidianas sobre los riesgos que nos amenazan.

Es como un jeroglífico; signos de una época que ya nadie comprende. Podemos citar como ejemplo el caso de la atracina que aparece cada vez en mayor cantidad tanto en las aguas subterráneas, como en el agua potable. Prácticamente nadie sabe qué es la atracina. Muchos técnicos afirman que es totalmente inocua. Tiempo atrás se establecieron —bastante alegremente— unos valores límite de 0'05 porque se pensaba que ni éste ni otros productos químicos llegarían jamás a contaminar las aguas subterráneas. Según se dice, carece de efectos nocivos y no se ha demostrado que produzca dolencia alguna; por lo tanto, basta con que multipliquemos por 500 sus valores límite para que el problema quede resuelto. Por otra parte, los ciudadanos normales no están en condiciones de hacer ningún cursillo acelerado de química. En cualquier caso, ya han encajado otras mentiras. Ahora le ha llegado el turno al agua potable. El agua es el símbolo de la vida y, a fin de cuentas, nosotros percibimos la realidad a través de los símbolos. Aquel que envenena el agua es un «envenenador de fuentes», elevar los valores considerados como límite no es más que una sucia trampa. ¿Cómo salvar la vida de mis seres queridos, mi vida y la vida de las generaciones futuras?

Estamos en la «sociedad del riesgo», es decir, rodeados de efectos destructivos de la industria que se abaten sobre nosotros hiriendo de muerte a muchos de nuestros símbolos culturales más importantes (árboles que mueren poco a poco, focas que se extinguen, agua potable contaminada). La esfera de lo privado salta hecha pedazos, ante nosotros se abren las tinieblas de una vuelta atrás, todo ello adornado y justificado por decisiones de alto nivel, por estrategias de mercado mundial, por experimentos de laboratorio, y justificado también desde los medios de comunicación. El gobierno utiliza la violencia policial para barrer Wackersdorf y grita a su vez: «¡Abril, Abril!», cuando otras personas mejor enteradas muestran su rechazo. La política oficial oscila entre la utilización de su poder y la impotencia; cada catástrofe ocultada a la opinión pública sirve para poner en evidencia y en ridículo a los propios políticos.

Dicho de un modo más sistemático, la «sociedad del riesgo» es la época del industrialismo en la que los hombres han de enfrentarse al desaf ío que plantea la capacidad de la industria para destruir todo tipo de vida sobre la tierra y su dependencia de ciertas decisiones. Esto es lo que distingue a la civilización del riesgo en la que vivimos, no sólo de la primera fase de la industrialización, sino también de todas las civilizaciones anteriores. Por diferentes que hayan sido. [Este es precisamente el punto de vista recogido ampliamente en Beck, Risikogesellschaft - Auf den Weg in eine andere Moderne, Frankfurt 1986 e id., Gegengrifte - Die organisierte Unverantwortlichkeit, Frankfurt 1988.]

La omnipotencia del peligro

Hasta hace aproximadamente dos décadas, nuestra sociedad estaba absorbida por la cuestión del bienestar y de su reparto; sin embargo, en los últimos tiempos son las amenazas que acabamos de mencionar y los conflictos sociales que se derivan de éstas lo que constituye de forma creciente nuestro principal centro de interés. La mayoría de estas amenazas se caracterizan —a diferencia de otras, como caerse del caballo o morir de tuberculosis— por la dificultad que presenta su delimitación tanto desde el punto de vista espacio-temporal como desde el punto de vista social. Por explicarlo mediante una fórmula sencilla —aunque un tanto grosera—: el hambre es jerárquica (tampoco en la última guerra pasaron todos hambre); la contaminación atómica es igualitaria y, por tanto, «democrática». Los nitratos del agua potable no retroceden ante el grifo de un director general.

Todo el daño, la miseria y la violencia que los hombres han infligido a otros hombres se han concentrado sobre «los otros» —obreros, judíos, negros, refugiados políticos, disidentes, mujeres, etc.—, lo cual dejaba a salvo, al menos en apariencia, al resto. Ahora, sin embargo, nos encontramos ante la «desaparición de los otros», ante la desaparición de todas nuestras muy preciadas posibilidades de distanciamiento: la distancia se ha esfumado ante la contaminación atómica y química. La miseria puede ser marginada, pero los peligros que se derivan de la era atómica y química, no —en ello justamente radica su nuevo poder político y cultural. En eso consiste la omnipotencia del peligro que ha acabado por eliminar las zonas protegidas y las diferencias de la sociedad moderna.

«Contiendas nacionales» en la sociedad del riesgo

Es posible que cuando ascienda la marea del peligro «nos reunamos todos juntos en el mismo bote», por expresarlo con una bonita metáfora. Pero, como siempre ocurre, también habrá capitanes, pasajeros, pilotos, maquinistas y ahogados. Dicho en otras palabras, siempre habrá países, sectores y empresas que se beneficien de esta situación de riesgo y otros, en cambio, que se sientan amenazados no sólo en su integridad física, sino también en su existencia económica. Si, por ejemplo, el Mar del Norte acaba por morir o por ser considerado como un «peligro para la salud» desde el punto de vista social —en este caso tampoco habría demasiadas diferencias en las repercusiones económicas— entonces morirá no sólo el Mar del Norte, con toda la vida que alberga y que posibilita, sino que también se extinguirán las actividades económicas en todos los lugares, sectores, costas y países que dependen directa o indirectamente de la explotación comercial del Mar del Norte. Cuando estamos a punto de comenzar un futuro cuyas cumbres se divisan ya desde aquí, la civilización industrial empieza a transformarse en una especie de «contiendas nacionales» en el seno de esta sociedad mundial del riesgo. Nos hallamos en una coyuntura en la que los desastres naturales se juntan con desastres comerciales. Ya no es lo que cada cual posee o lo que cada cual es capaz de hacer lo que determina su posición social y su futuro; en la actualidad, ello viene condicionado mucho más por el lugar en el que vive y por aquello de lo que vive y también por la capacidad de los demás para contaminar su entorno.

Las mentiras institucionales que, por lo demás, gozan de todo tipo de apoyos oficiales, tienen también sus límites. La venganza contra ese debate abstracto de los expertos sobre los peligros que nos amenazan viene dada por la evidencia de la concreción geográfica. Podemos discutirlo todo, y también podemos escuchar impasibles las historias cada vez más fantásticas fabricadas por las instituciones oficiales. Pero eso no evitará, sino que acelerará, la destrucción. Atravesando fronteras nacionales y líneas de conflictividad política-industrial, acabarán por surgir ámbitos geográficos —«Regiones-contaminadas»—, cuyo «destino» quedará marcado por la destrucción de la naturaleza perpetrada por las sociedades industriales.

El sector turístico suizo, sus amenazados pueblos de montaña y campesinos se han visto obligados a pagar la cuenta de la superindustrialización europea. Puede citarse también como ejemplo la cuestión de las consecuencias del «agujero de ozono»: el «efecto invernadero» hará que la temperatura ambiente y que el nivel del mar se eleven en todo el mundo como consecuencia del deshielo. El inicio de esta era cálida acabará por anegar zonas costeras enteras, provocará la desertización de zonas agrícolas, introducirá modificaciones de consecuencias incalculables en la distribución de las bandas climáticas y acelerará de modo dramático el proceso de extinción de especies enteras. Las zonas más pobres del mundo serán las más afectadas porque son las que poseen menor capacidad de adaptación ante cualquier modificación del entorno. Quienes sientan amenazadas las bases de su existencia, escaparán de las zonas más miserables. Se producirán auténticas migraciones de fugitivos del desastre ecológico y climatológico en busca de refugio que inundarán los ricos países del Norte; las crisis que se desaten en el Tercer y Cuarto Mundo pueden derivar fácilmente en guerras. También el clima político internacional se transformará mucho más rápidamente de lo que nos imaginamos hoy. Todo esto no son sino hipótesis de futuro, pero es importante que las tomemos en serio, pues cuando lleguen a convertirse en realidad será demasiado tarde para contrarrestarlas. Las cosas podrían ser mucho más sencillas si se consiguiera evitar que los países del Tercer y Cuarto Mundo cometieran los mismos errores que han cometido los países altamente industrializados en su proceso de industrialización. Sin embargo, la construcción descontrolada de sociedades industriales sigue siendo considerada como la mejor de las vías posibles para superar muchos problemas —no sólo la pobreza— de modo que la necesidad evidente de combatir la miseria provoca la marginación de la cuestión de la destrucción del medio ambiente.

La moral ecológica no es a menudo tan inocente como puede parecer, pues la protección de la naturaleza, como es sabido, acaba siempre por convertirse en una mera cuestión de mercados y de competencia internacional. Así, por ejemplo, la lucha por la conservación de los bosques se valora en Francia como una hábil estratagema de la industria automovilística germanoccidental contra sus competidores en el mercado europeo. Las antiguas colonias corren en este momento el riesgo de una nueva «recolonización ecológica», si tenemos en cuenta las «cruzadas ecologistas» que se han desatado en los mercados internacionales. Como diría un cínico, gracias a su pobreza estos países pueden llegar a convertirse «voluntariamente» en depósitos baratos, provisionales o definitivos, de los residuos nucleares tóxicos que generan los «países productores de basura» altamente industrializados. Más allá de eso, las barreras comerciales de los países industrializados, endurecidas ahora por razones ecológicas, son murallas que los condenan a la miseria. Los peligros que nos amenazan y las políticas nacionales agudizan las contradicciones que enfrentan a los países ricos y pobres y les confieren unas dimensiones internacionales; grupos enteros de países acabarán por pertenecer al gueto de los países más pobres del mundo bajo la dependencia humillante de la ayuda social internacional.

Elementos comunes en las situaciones de riesgo

Los conflictos entre aquellos que están soportando todos los riesgos y aquellos que se benefician de tales riesgos están provocando profundas divisiones en los continentes, entre las naciones, entre las clases sociales y los partidos. A pesar de todo, es evidente que, al aumentar los riesgos, aumentan también aquellos elementos que tienen en común todas las situaciones de riesgo por encima de cualquier trinchera o frontera. Hasta dónde podría llegar a extenderse el riesgo es algo que se evidencia particularmente cuando se produce una catástrofe: El peligro nos convierte repentinamente a todos en vecinos de Chernobyl, en ciudadanos de la Unión Soviética. Sus medidas de seguridad son nuestras medidas de seguridad, sus errores son los nuestros —tal vez mañana las cosas sucedan al revés.

Las decisiones en torno a la utilización o no de tecnología son decisiones propias de las empresas y de los Estados. Sin embargo, las amenazadoras consecuencias que podrían derivarse de tales decisiones podrían convertirnos a todos nosotros en miembros de una comunidad internacional amenazada. La cuestión de si sería posible que se produjeran accidentes similares en las centrales nucleares alemanas es ciertamente importante, pero cada vez menos. La tarea de garantizar la seguridad y la integridad de los ciudadanos ya no es tarea de un Estado aislado —esta es una de las principales enseñanzas que nos han proporcionado las grandes catástrofes que se han producido recientemente. Con ellas se ha producido también el fin de la política «exterior», el fin de los «asuntos internos de otro país», el fin de los Estados nacionales.

Ello significa también que los errores de los demás pueden suponer paranosotros el mismo peligro que nuestros propios errores. Si no estamos dispuestos a extirpar radicalmente cualquier posibilidad de error —tan humano— no nos queda sino una posibilidad: eliminar la energía nuclear de todo el mundo. Ello nos permitiría acercarnos un poco más a esa utópica sociedad mundial. Del mismo modo que en el siglo xix los hombres se vieron forzados a aprender, amenazados por la ruina económica, que no tenían más remedio que someterse a las condiciones determinadas por la sociedad industrial y por el trabajo asalariado, nosotros no tenemos tampoco otra opción, ni ahora ni en el futuro, que someternos a la dura evidencia del apocalipsis y practicar una política interior mundial, es decir, habremos de hallar y de imponer soluciones para las amenazas que hemos provocado, haciendo caso omiso de las fronteras y de las enemistades tradicionales.

A pesar de que este tipo de planteamiento no cuenta con el apoyo de ninguna institución política, es evidente que la transición de las sociedades industriales hacia sociedades sometidas a todo tipo de riesgos empieza a cambiar nuestro concepto de comunidad. Por expresarlo de un modo esquemático, en estas dos clases de sociedades modernas se evidencia la quiebra de sistemas de valores totalmente diferentes: Las sociedades industriales de clases continúan atadas, en su dinámica evolutiva, al ideal igualitario (e incluimos aquí sus diferentes manifestaciones, desde la idea de la igualdad de oportunidades, hasta las variantes que representan los modelos sociales de carácter socialista). No es eso lo que ocurre en la sociedad del riesgo: el principio normativo que constituye su fundamento y que le da coherencia es la seguridad. La fuerza que impulsa a la sociedad industrial de clases puede resumirse en una sola frase: ¡Tengo hambre! Por el contrario, el impulso motor de la sociedad de riesgo se reflejaría más bien en esta otra frase: ¡Tengo miedo! En este sentido, la sociedad del riesgo corresponde a una época en la que la solidaridad se produce como consecuencia del miedo y se convierte en una fuerza política en la que, de todos modos, resulta muy difícil entrever la forma en la que actúa el miedo como vehículo de unión: ¿tal vez el miedo —al contrario que la miseria material— constituye un fundamento demasiado inestable para los movimientos políticos? ¿Pueden las campañas informativas contrarias acabar con esa comunidad basada en el miedo?

Miedo e inseguridad, nuevas claves

La capacidad de supervivencia en las sociedades industriales viene determinada por la capacidad de los hombres para combatir la miseria y evitar la degradación social. En la sociedad del riesgo se necesitan, además, otras aptitudes para sobrevivir. El miedo a descender en la escala social, la conciencia de clase o el deseo de ascenso social pasan a un segundo plano ante cuestiones como ésta: ¿cómo vencer el miedo, si no podemos combatir directamente las causas de nuestro miedo? ¿cómo continuar viviendo en el volcán que es esta civilización sin intentar olvidarlo conscientemente y sin morir asfixiados por el miedo —y no sólo por los gases que despide? Tanto las formas tradicionales e institucionales del miedo, como la superación de la inseguridad en la familia, tanto la conciencia de clase, como los partidos políticos y las instituciones que se relacionan con ésta han perdido relevancia. Al mismo tiempo que se exige a los individuos que lo supere, crecen las presiones para que asimilemos individualmente nuestra inseguridad. Este hecho podría conducir, a corto o largo plazo, a que se planteen nuevas exigencias a las instituciones sociales, empezando por las instituciones educativas y pasando por la Iglesia y la política. Así pues, en la sociedad del riesgo, la convivencia cotidiana con el miedo y la inseguridad se convierte, tanto biográfica como políticamente, en una clave de la civilización. Del mismo modo, las reivindicaciones de «mano dura» y la aparición del «movimiento por un mundo sano» que acaban de reaparecer en la República Federal bajo nuevas formas organizativas comienzan a atraer a un número cada vez mayor de personas. Desde este punto de vista, el auge experimentado por los partidos de extrema derecha en la República Federal tal vez obedezca menos a un rebrote del fascismo alemán que a la necesidad que la gente tiene de recurrir a una especie de «pararrayos» para superar toda la inseguridad y las incertidumbres que nuestras sociedades ocultan tras su fachada de bienestar y todos los desafíos que le aguardan.

Y, sin embargo, seguimos estando ciegos para discernir muchos de los peligros que nos amenazan: así, mientras que nuestra percepción de la realidad no registra otra cosa que normalidad, las fuentes de la vida —en estrecha correspondencia con los debates de los expertos y con las divergencias existentes sobre los valores límite— se transforman en fuentes de peligro y viceversa. Ello hace que los hombres se vean obligados a desechar aquello que hasta ahora parecía lógico, fiarse de lo que ven los propios ojos, y por el contrario que se vean obligados a aceptar cosas que hasta ahora parecían absurdas, como por ejemplo, desconfiar de sus sentidos para sobrevivir.

Las amenazas que plantea nuestra civilización han contribuido a crear una especie de nuevo «reino de las sombras» comparable a los dioses y a los demonios que poblaban las épocas más remotas, oculto tras el mundo de lo visible y que amenaza con poner en peligro toda la vida humana sobre la Tierra. Hoy en día ya no nos sentimos amedrentados por los «espíritus» que se esconden en los objetos, sino por las «radiaciones», ingerimos «sustancias tóxicas» y vivimos acorralados, incluso en sueños, por el miedo al «holocausto atómico». Por todas partes se escuchan las risas solapadas y la presencia infecta de las sustancias dañinas y tóxicas, como si de demonios medievales se tratara. La mirada de nuestros contemporáneos, tan maltratados por las sustancias tóxicas, como la mirada de un exorcista, contempla lo que se halla fuera del alcance de la vista y del oído. Todo aquello que no somos capaces de percibir —la radioactividad, las sustancias tóxicas, las amenazas del futuro— se torna inverosímil y discutible. De igual modo, los debates parecen derivar cada vez más hacia una especie de exorcismo moderno que utiliza los medios que le brinda el análisis científico.

La «sociedad del riesgo residual»: una sociedad no asegurada

Hace ya tiempo que nos encontramos con un pie en esa sociedad del riesgo y, sin embargo, nuestro sistema político, nuestro sistema jurídico, la economía, la ciencia y también la mayoría de los protagonistas de la vida política están todavía imbuidos de la idea de la sociedad del bienestar y de la sociedad distributiva, dicho de modo más exacto, de la idea de una sociedad de bienestar distributivo. Los sindicatos, las organizaciones empresariales, las asociaciones campesinas, todas estas instituciones son auténticos expertos en la distribución del bienestar. Pero, ¿a quién o a qué puede recurrir una joven mujer cuyo hijo se está asfixiando por culpa de un acceso de laringitis aguda? ¿A qué tribunales podría exponer sus quejas? ¿Quién la ayudará si sus hijos enferman de alergia, más aun cuando ni siquiera la medicina considera esta afección como una enfermedad? Es evidente que las instituciones derivadas del análisis estadístico de la previsión social, de los principios de responsabilidad causal y jurídica, de la seguridad social (a pesar de todas sus deficiencias) siguen obedeciendo a los riesgos que se derivaban de las sociedades industriales tempranas, riesgos que, en lo fundamental, afectaban al puesto de trabajo y a la salud de los trabajadores. Los afectados ajenos al ámbito laboral —vecinos, consumidores y otros— han quedado arbitrariamente excluidos de las normas legales que protegen contra los efectos de la destrucción. En un sentido metafórico podría decirse que vivimos en una especie de «economía de guerra» que descarga en las gentes las consecuencias destructivas de su forma de actuar encubriéndolas con las bendiciones que nos depara el derecho, la ciencia y la política.

Cuando se produce un incendio, acuden los bomberos, cuando ocurre un accidente de tráfico, las compañías aseguradoras cubren los gastos. Esta combinación del antes y el después, esa previsión instantánea que se derivaba de las precauciones que se tomaban incluso para las hipótesis más pesimistas ya no existe en esta era atómica y de experimentación genética y química. Las centrales nucleares, cegadas por su propia perfección, han eliminado el principio de protección y previsión no sólo en un sentido económico, sino también en el sentido médico, psicológico, cultural y religioso. Esta «sociedad de riesgo residual» es, pues, una «sociedad no asegurada» en la que la cobertura y la protección, paradójicamente, disminuyen al mismo ritmo en que aumenta el grado de peligrosidad. No existe ninguna institución, ni real ni imaginaria, preparada para abordar la peligrosa amenaza atómica, ni tampoco ningún orden social que disponga de instrumentos culturales y políticos para hacer frente a esa situación límite. Por el contrario, existen numerosas instancias especializadas en negar que existen tales peligros; en lugar de esa previsión que garantiza también cierta seguridad cuando se produce una situación de peligro, se recurre al dogma de la infalibilidad técnica para refutar las hipótesis de una catástrofe.

Supresión de los cuatro pilares fundamentales del cálculo de riesgos y de su cobertura

La ciencia, la reina del error, se convierte, pues, en protectora del tabú. Las «centrales nucleares comunistas», las alemanas, desde luego, no, son los únicos frutos empíricos de la acción humana capaces de desmentir todas las teorías científicas. Incluso esa sencilla pregunta, «y si algo se pueda hacer, ¿qué hacer?», se pierde en el vacío de una renuncia a cualquier posibilidad de cobertura. En justa correspondencia, la estabilidad política que caracteriza a esta sociedad del riesgo es la que se deriva de la determinación de no pensar en ello. Dicho de forma más exacta, los inmensos riesgos de catástrofe atómica, ecológica, genética y química han acabado por socavar los cuatro pilares fundamentales del cálculo de riesgos y de su cobertura. En primer lugar, nos hallamos ante unos daños imposibles de cuantificar, globales y a menudo irreparables; consecuentemente, la posibilidad de una compensación monetaria queda descartada. En segundo lugar, la previsión de una cobertura que proteja frente a la peor de las catástrofes queda excluida cuando de lo que se trata es del riesgo de destrucción: es decir, la idea, propia de cualquier sistema de seguros, de establecer por anticipado algún tipo de control frente a las posibles consecuencias, queda fuera de lugar. En tercer lugar, la «desgracia» pierde toda determinación (espacio-temporal) y, por tanto, también todo sentido y se convierte en un «acontecimiento» con principio, pero sin fin, en una especie de «festival interminable» de destrucciones crónicas, galopantes y superpuestas; eso significa, sin embargo, que se produce una especie de normalidad y que, por tanto, cualquier cuantificación, cualquier cálculo en torno al grado de peligrosidad carece de sentido, se coteja lo imposible y el cálculo deriva en encubrimiento. En cuarto lugar, y sobre todo, los inmensos riesgos contemporáneos no pueden ser atribuidos a nadie en particular. El reconocimiento y la atribución de culpabilidad exigen en nuestra cultura, desde una perspectiva científica y jurídica, la existencia de un principio causal, de un origen. Tales principios evidentes y éticamente necesarios en los ambientes científicos y jurídicos tienen, sin embargo, efectos extremadamente problemáticos y paradójicos.

Un ejemplo de lo que acabamos de decir lo constituye el proceso judicial lanzado contra una fábrica de vidrio por el municipio de Altenstadt, en el Alto Palatinado: motas de polvo en suspensión del tamaño de un céntimo, de plomo y arsénico, cayeron sobre el pueblo, nubes de flúor tiñeron de marrón las ramas de los árboles, corroyeron ventanas y ladrillos, los habitantes se vieron afectados por erupciones cutáneas, náuseas y dolores de cabeza. No era necesario preguntar cuál era el origen de todo aquello: el polvo blanco que salía de la chimenea de la fábrica. ¡Éste sí que era un caso claro! —¿Un caso claro? Al décimo día de la vista oral, el juez que presidía la sesión propuso suspender el juicio a cambio de una multa de 10.000 marcos. Así fue como acabó este asunto. De forma muy parecida suelen acabar todos los procesos por delitos ecológicos en la República Federal (en 1985: de 13.000 investigaciones, hubo 27 condenas con privación de libertad, 24 de ellas en libertad condicional, y el resto fueron sobreseídas).

Es lógico que nos preguntemos cómo puede ser: el vacío legislativo (y no sólo eso), la ausencia de voluntad ejecutiva (y no sólo ella) protegen a los que cometen esos delitos. Las raíces son más profundas y no pueden ser eliminadas por el simple recurso, por enérgico que sea, a la policia y a los legisladores, recurso cada vez más frecuente en las filas de los ecologistas. En lo que concierne a la ausencia de castigos penales —la razón estribaria en la aplicación estricta del principio de culpabilidad (en sentido individual). En el caso que hemos mencionado, el de la fábrica de vidrio, la autoría quedaba fuera de toda duda y tampoco hubo nadie que la negara. El único elemento atenuante que podía esgrimirse residía en el hecho de que en la misma zona existían otras tres fábricas de vidrio, que producían el mismo tipo de contaminación. Conviene tomar nota: cuanto más se contamina, tanto menos se contamina. Dicho de otro modo, más exacto: Cuanto más flexibles son los valores límite fijados, cuanto mayor es el número de chimeneas y de desagües que emiten productos perniciosos y tóxicos, tanto menor es la «posibilidad real» de que uno de esos delincuentes sea responsabilizado del envenenamiento colectivo, es decir, tanto menor es el nivel de envenenamiento. En consecuencia —pues lo uno lleva a lo otro— el nivel de envenenamiento y de asfixia aumenta. ¡Bienvenidos al cabaret de la tecnología agresiva!

La irresponsabilidad organizada

La irresponsabilidad organizada descansa, en lo fundamental, en una confusión respecto al siglo en el que nos hallamos (G. Anders). Los peligros a que nos enfrentamos tienen su origen en un siglo diferente al de los sistemas de seguro y previsión que trataban de amortiguarlos. Ello es lo que explica ambos fenómenos: el estallido periódico de las contradicciones propias de unas burocracias aseguradoras altamente organizadas y la posibilidad simultánea de normalizar esos «shocks». En otras palabras, las exigencias que plantea la era atómica, química y genética en el paso al siglo xxi son abordadas a partir de unos principios y con unas soluciones que responden mucho más a las necesidades de la sociedad industrial incipiente del siglo diecinueve y de comienzos del veinte.

Eso tiene una consecuencia doble: En primer lugar, significa el hundimiento de los fundamentos sociales del cálculo sobre riesgos; la seguridad se transforma en una seguridad puramente técnica. Sin embargo, uno de los mayores misterios de ese cálculo consiste en que los componentes técnicos y sociales actúan de forma conjunta: cuantificación, responsabilidad, compensación, previsión. No son más que conceptos vacíos; en última instancia, la seguridad política y social acaba descansando en una sobrevaloración de las posibilidades de la técnica. Para comprender la actitud de los sistemas políticos frente a los inmensos riesgos contemporáneos es necesario, en segundo lugar, reparar en la contradicción social existente entre burocracias altamente desarrolladas y encargadas de la seguridad y la previsión, por una parte, y la legalización abierta y despreocupada de riesgos de magnitud hasta ahora desconocida, por otra. De este modo, esta sociedad nuestra, imbuida de la cabeza a los pies de necesidades como la seguridad y la salud, se encuentra enfrentada en este momento al enorme shock que representa justamente lo contrario —unos riesgos que dejan fuera de juego cualquier precaución.

Las instituciones propias de las sociedades industriales desarrolladas —política, derecho, ciencia y técnica, empresas industriales— disponen de un amplio arsenal que les permite normalizar esos riesgos no calculados; así, por ejemplo, pueden infravalorar estos riesgos, ignorarlos, sobrevalorarlos desde el punto de vista penal y jurídico, centralizar la información, etcétera. Los instrumentos de que se sirve esa política simbólica de descontaminación gozan hoy en día de gran fama y predilección. Sin embargo, puede llegarse a una situación en la que poco a poco, catástrofe a catástrofe, esta lógica de la renuncia a superar el riesgo llegue a producir justamente el efecto contrario: ¿qué nivel de seguridad nos proporciona el cálculo de probabilidades —y con él, el resto de los análisis científicos— sobre las posibilidades que tenemos de superar los riesgos derivados de una catástrofe nuclear que, de producirse, no afectaría a las teorías científicas, pero sí destruiría la vida? Alguna vez habrá que preguntarse para qué sirve un «sistema jurídico» que se dedica a controlar hasta en sus más mínimos detalles los pequeños accidentes técnicamente superables pero que, sin embargo, legaliza, haciendo uso de su autoridad, los grandes peligros de nuestra era cuando la técnica no se muestra capaz de minimizarlos, y que considera como transgresores a todos aquellos, muy numerosos, que tratan de protegerse de ellos.

¿Cómo puede sostenerse una autoridad política que trata de salir al paso de la conciencia del peligro con enérgicas afirmaciones de que no existe ningún riesgo pero que, a la vez, opta por limitarse a acusar y que, con cada accidente o indicios de accidente pone en juego toda su credibilidad?

Inesperado resurgimiento de una «subjetividad inmensa»

A pesar de todo, hay indicios, que hasta ahora habían pasado prácticamente desapercibidos, de que existen zonas de resistencia: el fenómeno social más asombroso, sorprendente y peor comprendido de los años ochenta es el representado por el inesperado resurgimiento de una «inmensa subjetividad». En nuestra sociedad, son los grupos marginales quienes han tomado la iniciativa desde un punto de vista reivindicativo; ellos fueron quienes incluyeron en el orden del día del debate social los asuntos relacionados con las amenazas que pesan sobre nuestro mundo, pese a la oposición de los partidos tradicionales. En ningún lugar se revela tan claramente este hecho como en esa fantasmagoría de la «nueva unidad» que recorre Europa: existe una sensación universal de que es necesario reconocer, al menos formalmente, la existencia de problemas ecológicos —sensación que es compartida por la CSU[1]y los comunistas, por la industria química y por sus detractores, los verdes. Todos, absolutamente todos los productos son —como mínimo— «inocuos para el medio ambiente»: existen rumores de que los grandes trusts de la industria química tienen la intención de constituirse en asociación de protección de la naturaleza.

Hay que admitirlo: no se trata sino de una campaña comercial, de simple oportunismo, si bien tal vez, ocasionalmente, también de un auténtico cambio en los puntos de vista. Sin embargo, los hechos y los lugares que han originado estos acontecimientos son completamente ajenos a tales cambios. Y sigue siendo cierto que esos temas, que en estos momentos se han convertido ya en temas habituales de conversación, no han sido planteados ni por la capacidad de previsión de los gobernantes, ni por los debates parlamentarios —ni tan siquiera por las catedrales del Poder en la Economía, la Ciencia o el Estado. Muy al contrario, estos problemas se han convertido en cuestiones sociales de primera fila gracias a la presión de grupos y de grupúsculos que han tenido que enfrentarse a una oposición crispada, a la ignorancia institucionalizada, a su propia confusión, a sus actitudes moralizantes, a sus propias divergencias y dudas en torno al camino a seguir. Esta subversión democrática ha logrado alcanzar una victoria casi increíble en torno a cuestiones programáticas— y eso, además, ha ocurrido en Alemania, quebrando una cultura cotidiana basada en el respeto a la autoridad y que ha hecho posible, con su sumisión, todo tipo de desatinos y locuras institucionales.

La Ilustración ecológica: un nuevo proyecto social para Europa

Este cambio en las prioridades de los programas políticos no se limita sólo, según aseguran los defensores del viejo orden para darse mutuamente ánimos, al ámbito del «irracionalismo alemán» de la próspera República Federal, como lo demuestra recientemente la aparición de fenómenos similares en los Países Bajos, en los países escandinavos, en Inglaterra, en algunos países de la Europa Oriental, en la Unión Soviética, y también en algunos países latinoamericanos. La importancia económica de la protección del medio ambiente, su importancia para el mantenimiento de puestos de trabajo ha sido reconocida desde hace ya tiempo y tal vez sea eso lo que ha determinado el reconocimiento de su importancia en el ámbito de la política exterior y también de su importancia en relación con la conciencia democrática de la sociedad.

Europa tiene ahora la oportunidad de desarrollar y de abrirse a un nuevo proyecto social. La oposición Este-Oeste, reflejo de ideologías y mentalidades encastilladas, se está debilitando tanto aquí como allí. Las cuestiones supranacionales suscitadas por la aparición de las sociedades del riesgo pueden llenar el vacío que aquellas dejan; a ello contribuiría la necesidad, propiciada por la técnica, la ciencia y la economía, de llegar a acuerdos de rango mundial. A ello contribuiría, asimismo, la proliferación generalizada de los peligros grandes y pequeños, lentos y galopantes, que amenazan con destruir la Tierra; a ello deberían contribuir también, en fin, las grandes exigencias que el capitalismo desarrollado y la sociedad del bienestar pretenden tener en cuestiones de racionalidad y seguridad. Éstas son las oportunidades que brinda el miedo de cara a la construcción de una política europea de alcance mundial que no debería limitarse simplemente a la creación y puesta en marcha de la «casa común europea», sino también a la aceptación por parte de los países industriales desarrollados de que gran parte de la responsabilidad es suya y de que deben correr con los gastos derivados de un cambio de rumbo. Precisamente allí donde se originó y desarrolló esa lógica basada en el progreso industrial, es decir, en Europa, es donde debería comenzar también esa Ilustración en torno y en contra de la sociedad industrial. Ese proyecto de construir una Ilustración ecológica habría de servir tanto para lo pequeño como para lo grande —y también para lo cotidiano, dado que los peligros se ciernen también sobre la rutina diaria y exigen una enérgica llamada a la movilización ciudadana— en el puesto de trabajo de las industrias, en la práctica médica que trata con los hombres, con sus interrogantes y sus miedos, en la investigación, que dispone de la posibilidad de encubrir o de desvelar, en los tribunales, en la administración y también, y especialmente, en las redacciones de los medios de comunicación en los que hallan plasmación cultural muchas cosas que no vemos. Las relaciones de la casa común europea con sus vecinos del mundo han de girar en torno a cuestiones bien concretas. Se trata también de que renunciemos a seguir asumiendo la certeza de que somos países ricos y generosos y de que, por el contrario, reconozcamos nuestro papel como países industriales y destructores y extraigamos las oportunas consecuencias. Ello constituiría un paso concreto en nuestra contribución a esa «Ilustración ecológica».

Una Edad Media Industrial

El proyecto tecnocrático, ese dogmatismo tecnológico de la ideología industrial no debe proseguir en su camino hasta el límite de la crisis ecológica, pues, en tal caso acabaríamos por consolidar una tecnocracia cada vez más perfecta. La sociedad industrial ha traído como consecuencia una democracia limitada en la medida en que todas las cuestiones relacionadas con la transformación de la sociedad tecnológica quedan fuera del ámbito de las decisiones políticas y parlamentarias. A este respecto podemos citar, como ejemplo, el caso de la genética humana y de las nuevas técnicas médicas de reproducción que acabarán por transformar mucho más profundamente el futuro de nuestra maternidad y paternidad —y lo que quede de todo ello, si es que queda algo— que todas las leyes sobre la familia que se han promulgado durante las dos últimas décadas. Tal como están las cosas, igual da que discutamos o que estemos o no de acuerdo. Aunque rechacemos el progreso, no podemos evitar que se produzca. Estamos ante un cheque en blanco, más allá de cualquier aprobación o rechazo para el desarrollo de ese progreso. Estamos en una Edad Media Industrial que hemos de superar. Sin embargo, ello requiere formas de organización diferentes de los binomios ciencia-producción, ciencia-opinión pública, ciencia-política, técnica y derecho.

Y, para terminar, una pregunta: ¿Qué pasaría si la radioactividad produjera eczemas? Algunas personas realistas, que también podemos definir como cínicas, responderían: ya encontraremos algo, por ejemplo, alguna pomada, para desactivar el eczema —o sea, el negocio es redondo. Con toda seguridad, no tardarían en producirse declaraciones oficiales, que producirían un gran efecto en la opinión pública, en el sentido de que este prurito cutáneo carece de importancia, de que tal vez tenga alguna relación con fenómenos como la radioactividad, pero que, en cualquier caso, no es nocivo para la salud. Es posible que tales declaraciones no lograran ser convincentes si todo el mundo anduviera, de aquí para allá, rascándose la piel enrojecida y si las sesiones fotográficas de las modelos o las convenciones de altos cargos de todas las instituciones que sirven para engañar a la gente se celebraran bajo el ruido continuo que los participantes en las mismas harían al rascarse. Si la realidad fuera esa, la política nuclear, al igual que todo lo que gira en torno a los grandes riesgos que amenazan al mundo contemporáneo, habría de enfrentarse a una situación completamente distinta: la gente recibiría información de aquellas cuestiones que constituyen el núcleo de los debates y de los pactos políticos; las consecuencias del progreso tecnológico seguirían perjudicando a los hombres, pero este perjuicio sería conocido y padecido por todo el mundo.

De ese mismo modo se plantea en este momento el futuro de la democracia: ¿seguiremos dependiendo de los expertos de una u otra tendencia y de sus diagnósticos a la hora de enfrentarnos a los problemas concretos que plantea nuestra supervivencia, o, por el contrario, lograremos recuperar, con la ayuda de nuevas formas de percepción de la realidad, el control sobre nuestro propio destino? ¿Acaso la única alternativa que subsiste es la de elegir entre una tecnocracia autoritaria y una tecnocracia crítica? ¿O existe, tal vez, algún otro camino que nos permita hacer frente a nuestra pérdida de control y de decisión sobre nuestra vida cotidiana en estas sociedades del riesgo?

Traducción de Elisa Renau

Notas

[1] Christlich-Soziale-Union, Unión Cristiano-Social, partido alemán muy conservador.